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Los italianos se salvan de la quema gracias al ahorro y a su vocación emprendedora
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Los italianos se salvan de la quema gracias al ahorro y a su vocación emprendedora

Tras el rescate de Grecia, los mercados temieron la debacle de Irlanda, consumada estos días, y de Portugal, que parece próxima, aunque el verdadero miedo lo

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Los italianos se salvan de la quema gracias al ahorro y a su vocación emprendedora

Tras el rescate de Grecia, los mercados temieron la debacle de Irlanda, consumada estos días, y de Portugal, que parece próxima, aunque el verdadero miedo lo constituye el salvamento de una economía mucho mayor como la de nuestro país. Si la creciente desconfianza hacia España acaba significando el contagio de la situación irlandesa se habrá dado la razón a los que denominaron a estos cuatro países con el doloroso pero certero acrónimo de “PIGS”. Este término, no hay que olvidarlo, cuenta además una variación ortográfica, una doble “i” que se refiere a una gran economía europea que, pese a sus enormes problemas, está sorteando con una admirable habilidad la tempestad de los mercados: Italia.

 

¿Cómo es posible que uno de los países occidentales con mayor deuda pública -116% del PIB- no esté en el punto de mira de los especuladores? Sobre el papel tiene todos los números para ello. Al elevado endeudamiento del Estado se suma su gran dependencia energética del exterior -la mayor del G-20-, su secular evasión fiscal -uno de cada tres contribuyentes no paga lo que debería- y su fractura territorial, con un norte industrial y un sur poco desarrollado e infectado por las mafias. Además, hay que considerar su intrínseca ingobernabilidad y su complicadísima burocracia.

 

Más allá de explicaciones políticas (el ministro de Economía, Giulio Tremonti, sostiene que su país no es uno de los “enfermos financieros” de la UE, sino uno “de los médicos que los curan”), Italia basa su tranquilidad en estos procelosos momentos en dos elementos característicos de la idiosincrasia de sus ciudadanos: el elevado nivel de ahorro y su vocación emprendedora.

 

A diferencia de lo que ha ocurrido durante los años dorados de nuestro país, en los que la mayoría de las familias ha vivido por encima de sus posibilidades gracias al crédito, los italianos tienen una actitud más conservadora que les convierte en unos grandes ahorradores. Este dinero se utiliza sobre todo para la adquisición de la vivienda o se invierte en el negocio familiar, generalmente pequeñas y medianas empresas volcadas en la excelencia y la exportación, formando el eje central de la economía transalpina.

 

Los ciudadanos, propietarios de la deuda

 

El gran tesoro de Italia, que explica su fortaleza frente a posibles ataques en los mercados, lo constituye pues la riqueza de las familias, formada por sus viviendas y activos financieros. Estos ciudadanos emprendedores y ahorradores son además los propietarios de la mayoría de la deuda pública de su país, lo que garantiza una estabilidad que no ofrecen las manos extranjeras en tiempos de tormenta.

 

La riqueza de las familias italianas ha sido analizada por el estudio Global Wealth Report, realizado por el Credit Suisse Resarch Institute y cuyas conclusiones han sido publicadas por el diario económico Il Sole 24 Ore. Este informe muestra que los transalpinos son los ciudadanos del G-7 con menor deuda media por adulto: 21.800 dólares frente a los 30.400 de los alemanes, 41.600 de los británicos o 60.500 de los estadounidenses. La clasificación que ordena los países por su riqueza mediana por adulto (la de aquel individuo que divide en dos a la población mayor de 18 años) refleja la misma situación: a Italia sólo le superan en el G-20 Noruega y Australia, dos países que poseen unos riquísimos recursos naturales con los que no cuenta la nación gobernada por Silvio Berlusconi.

 

Con estos datos se entiende tanto la solidez transalpina frente a los especuladores financieros como el impacto moderado que la crisis ha provocado entre sus ciudadanos. Desde 2007 hasta 2010 la riqueza media de las familias ha disminuido un 3,8%, una minucia si se compara con la contracción del 29,4% que han sufrido las familias españolas.

Tras el rescate de Grecia, los mercados temieron la debacle de Irlanda, consumada estos días, y de Portugal, que parece próxima, aunque el verdadero miedo lo constituye el salvamento de una economía mucho mayor como la de nuestro país. Si la creciente desconfianza hacia España acaba significando el contagio de la situación irlandesa se habrá dado la razón a los que denominaron a estos cuatro países con el doloroso pero certero acrónimo de “PIGS”. Este término, no hay que olvidarlo, cuenta además una variación ortográfica, una doble “i” que se refiere a una gran economía europea que, pese a sus enormes problemas, está sorteando con una admirable habilidad la tempestad de los mercados: Italia.

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