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España pierde su puesto como octava economía del mundo en favor de Brasil
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EL PIB BRASILEÑO EQUIVALE A 1,5 BILLONES DE DÓLARES FRENTE A LOS 1,4 DEL ESPAÑOL

España pierde su puesto como octava economía del mundo en favor de Brasil

Ya es oficial. La economía española ha abandonado su privilegiado e histórico peldaño de octavo PIB mundial. Una posición que, a buen seguro, nunca recuperará, a

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España pierde su puesto como octava economía del mundo en favor de Brasil

Ya es oficial. La economía española ha abandonado su privilegiado e histórico peldaño de octavo PIB mundial. Una posición que, a buen seguro, nunca recuperará, a tenor del constante y meteórico sorpasso -término acuñado en 1987 para calificar el ingreso de Italia en el G-7 tras un proceso oficial para aflorar la economía sumergida equivalente al 20% de la riqueza trasalpina de entonces, por el que logró sobrepasar, en tamaño, al PIB británico- de los grandes mercados emergentes.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de publicar sus estimaciones definitivas sobre el valor en el mercado, a precios constantes y denominados en dólares, de sus 181 países asociados al término de 2009. Es la última gran institución multilateral que revela estos datos, después de varios meses de retraso respecto al ranking que, cada año, elabora el Banco Mundial, así como del prestigioso Factbook de la CIA, la Central de Inteligencia Americana.

Los tres registros estadísticos guardan una notable similitud, aunque con significativas variantes. Por ejemplo, sobre la magnitud de las economías del conjunto de la Unión Europea y de Estados Unidos, ya que, para el Banco Mundial, la hegemonía americana, como primera potencia global, resulta aún incuestionable porque su metodología la compara con los socios monetarios en vez de con la suma de los PIB de los Veintisiete miembros del club comunitario.

Sin embargo, los tres organismos convienen en señalar como octavo PIB del planeta a Brasil, con una economía que supera los 1,5 billones de dólares, en sustitución de España, cuya riqueza cifran en 1,4 billones, y queda relegada al noveno lugar. También hay coincidencia, a la conclusión del pasado ejercicio (el primero completo que experimentó los efectos colaterales de la crisis financiera internacional que estalló el 15 de septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brother’s) en que Japón seguía siendo la segunda economía global; por detrás de EEUU -excluyendo, lógicamente, el conjunto de la UE-, aunque en dura pugna con China.

Una batalla -la de las dos potencias asiáticas- que se ha inclinado a favor de la Gran Factoría Mundial en el ecuador de 2010, según datos adelantados por el Banco Mundial en julio, que ya calcularon el dinamismo del mayor mercado emergente en los dos primeros trimestres del año frente a la atonía del PIB nipón. Ha sido, pues, el primer gran sorpasso asiático ya que, en tan sólo dos años -del 2008 al 2010-, China ha pasado de ser la segunda economía global en Paridad de Poder de Compra (PPP, según las siglas en inglés, un método de medición que corrige las diferencias de niveles de vida entre países al tener en cuenta los índices de inflación y las variaciones cambiarias de cada divisa) a ocupar el mismo puesto en términos nominales.

Para más inri, las predicciones a medio plazo del FMI no son nada halagüeñas. Ni para España ni para, en general, las economías catalogadas como industrializadas. En 2015, los expertos del Fondo Monetario relegan a la economía española al decimosegundo escalafón mundial, con una riqueza acumulada de 1,59 billones de dólares. En este road map del FMI, Canadá vuelve a pasar holgadamente por encima de España; Rusia se convertirá en la sexta potencia global; Brasil en la séptima, e India, el cuarto integrante de los conocidos como BRIC -Brasil, Rusia, India y China o póker de grandes mercados emergentes-, en la décima. Por si fuera poco, si estos presagios se cumplen, España sería ya la undécima economía internacional al finalizar 2010.

Las nuevas potencias globales

La irrupción de los BRIC como potencias hegemónicas ha dejado de ser una mera elucubración. La crisis financiera supuso el detonante de un fenómeno nunca visto en la historia económica mundial, el decoupling. “Si este acontecimiento significa un mayor diferencial de crecimiento entre los mercados emergentes y las economías industrializadas, a favor de los primeros, entonces, se debe certificar que el decoupling no sólo es real, sino que será más aparente”, explica David Lubin, analista de Citi, quien se aventura a predecir que del crecimiento del 3,6% del PIB mundial que baraja el servicio de estudios del grupo financiero estadounidense para este ejercicio, 2,2 puntos básicos los aportarán los emergentes. “Además de otros 2 puntos del 3,2% de alza de la economía mundial que prevemos para 2011”, precisa Lubin.

Por el contrario, el horizonte inmediato de las naciones industrializadas aparece con bajas presiones. Etham Harris, de Bank of America Merrill Lynch, no descarta siquiera que el súbito bache de actividad en este tercer trimestre conduzca a una nueva contracción en EEUU –es decir, a una recuperación en forma de W-, debido al deterioro de una tasa de paro con una masa de desempleados “cada vez más estructural”. A pesar de que la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, según sus siglas en inglés) acaba de constatar que la mayor potencia mundial dejó atrás en junio del pasado año los números rojos más prolongados desde el crash de 1929. “Cualquier caída futura de la actividad deberá considerarse una nueva recesión”, advirtió la NBER, que situó en diciembre de 2007 el inicio de la contracción.

De igual modo, el fulgurante dinamismo alemán del segundo trimestre (2,2%) “podría tornarse más débil y contagiar a otros socios europeos debido a la especial orientación de la vitalidad germana hacia un sector exterior que podría ver mermada su contribución si la demanda de productos made in Germany decae por falta de fuelle de la economía global”, aclara Silvia Ardagna, de Bank of America Merrill Lynch.

Tampoco Japón tiene mucho margen de maniobra. La ralentización del PIB en primavera, que registró un alza del 1,5% frente al 5% del primer trimestre, ha obligado al nuevo primer ministro, Naoto Kan, a aprobar un plan de estímulo de 54.600 millones de dólares para estimular el consumo interno y, de paso, prestar carburante monetario al Bando de Japón para contener la mayor subida del valor del yen en los últimos 15 años, un rally alcista que perjudica al sector exportador, el gran motor de la economía nipona.

Pulso España-Brasil

España, en consecuencia, parece abocada al inicio de un ciclo de negocios especialmente lento. El propio Banco de España prevé una contracción de cuatro décimas y un déficit del 10% del PIB, predicciones ligeramente peores que las del Gobierno, con todo el coro de instituciones multilaterales y el consenso del mercado augurando varios ejercicios de dinamismo cuasi plano para el próximo lustro.

Pese a ello, la economía española parece ya tener garantizado su plácet en las cumbres del G-20, el foro que ha acaparado los debates de alta política económica, en detrimento del G-8. Curiosa paradoja, si se tiene en cuenta que España ha llamado al club de las siete economías más industrializadas más Rusia durante la época de esplendor de los primeros años de esta década, sin éxito, pero sólo ha alcanzado voz y voto en el grupo que acoge a las potencias industrializadas y los principales mercados emergentes en su mayor recesión de la historia reciente.

Por contra, a Brasil el devenir económico le depara una senda de prosperidad. El doble mandato presidencial de Luiz Inázio Lula da Silva, que se inició en 2002 con un inusitado temor inversor y la prima riesgo país de la mayor economía latinoamericana en máximos históricos de diferencial con los bonos del Tesoro americano, ante la llegada al poder del líder del Partido de los Trabajadores (PT), ha servido para incluir a Brasil definitivamente en la aristocracia económica y financiera global.

La herencia de Lula -este domingo se celebró la primera vuelta de las elecciones que decidirán a su sucesor o sucesora- tuvo una escenografía inmejorable la pasada semana: la emisión bursátil de nuevos títulos de Petrobrás, la mayor compañía latinoamericana, por valor de 50.000 millones de euros. El dirigente brasileño, con tono exultante, trasladó su euforia durante la mayor ampliación de capital realizada en la historia. No era para menos. La petrolera brasileña se convirtió, con esta operación, en la cuarta empresa global por valor bursátil, tras Exxon, Petrochina y Apple. Sin duda, y junto a los conglomerados empresariales chinos, con mayoría de capital estatal, el símbolo del reciente esplendor de los grandes mercados emergentes.

Este cuadro de mando no ha pasado desapercibido para ningún servicio de análisis. Markus Jäger, de Deutsche Bank, recuerda que el último ejercicio de la era presidencial de Lula tendrá un crecimiento del 7,5% después de marcar registros medios de crecimiento del 5%, con la única excepción de 2009, en el que el PIB brasileño se dejó dos décimas. En 2011 -apunta Jäger-, el repunte de Brasil será sensiblemente inferior, del 4,2%, aunque suficiente para que la mayor economía latinoamericana ingrese en el selecto club de naciones cuya riqueza supera los dos billones de dólares.

Ya es oficial. La economía española ha abandonado su privilegiado e histórico peldaño de octavo PIB mundial. Una posición que, a buen seguro, nunca recuperará, a tenor del constante y meteórico sorpasso -término acuñado en 1987 para calificar el ingreso de Italia en el G-7 tras un proceso oficial para aflorar la economía sumergida equivalente al 20% de la riqueza trasalpina de entonces, por el que logró sobrepasar, en tamaño, al PIB británico- de los grandes mercados emergentes.

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