Es noticia
Las mujeres 'desesperadas' de Lehman Brothers: del lujo al olvido
  1. Economía

Las mujeres 'desesperadas' de Lehman Brothers: del lujo al olvido

No sólo debían ser felices, también tenían que parecerlo. Era el precio que las esposas de los ejecutivos de Lehman Brothers debían pagar por estar casadas

Foto: Las mujeres 'desesperadas' de Lehman Brothers: del lujo al olvido
Las mujeres 'desesperadas' de Lehman Brothers: del lujo al olvido

No sólo debían ser felices, también tenían que parecerlo. Era el precio que las esposas de los ejecutivos de Lehman Brothers debían pagar por estar casadas con algunos de los directivos más importantes de Wall Street.

Era una de las reglas no escritas de obligado cumplimiento, simple y llanamente, por pertenecer a la gran familia del quebrado banco de inversión. Ahora, un año y medio después de su bancarrota, la escritora Vicky Ward, deja al descubierto la vida de estas esposas en The Devil’s Casino: Friendship Betrayal, and the High Stake Games Played Inside Lehman Brothers.

El libro, del que puede leerse un largo extracto en la revista Vanity Fair relata, por ejemplo, cómo Lehman Brothers esperaba que sus máximos ejecutivos tuvieran esposas. Y, si era posible, se esperaba que fueran felices con ellas. Si no lo eran, pretendía que lo fueran.

Las mujeres de los lehmanitas –término que utiliza la autora para referirse a los directivos de la firma– eran muy ostentosas, se movían en los más altos círculos sociales de la Gran Manzana y llevaban una vida aparentemente envidiable, en la que el lujo y la ostentación llenaba la vidas de estas esposas a partes iguales con el aislamiento, la traición y la hipocresía. Todo acabó en el mismo momento en que el banco de inversión quebró.

La autora del libro relata, por ejemplo, cómo Richard -Dick- Fuld, CEO de Lehman Brothers, “esperaba que sus directivos se casaran y permanecieran casados. Para sus mujeres, la empresa era tanto una pecera como un acuario de tiburones, con reglas no escritas sobre las ropas que debían vestir, las obras de caridad a las que debían prestar su apoyo, y hasta el camino que debían seguir en los retiros de la compañía en Sun Valley”, cuenta Ward.

Fuld quería evitar, a toda costa, que volviera a repetirse dentro de la empresa la infidelidad cometida por su mano derecha Chris Pettit, y que le valió que fuera relegado a un segundo plano y fuertemente criticado por quienes hasta entonces eran sus mejores amigos y las esposas de estos. De hecho, “su propio matrimonio, con Kathleen Ann Bailey, una rubia escultural, la más joven de ocho hermanos de una familia católica de Long Island, era maravillosamente feliz”, cuenta Ward. “Ella se convirtió al judaísmo, y se casaron el 24 de septiembre de 1978. Tuvieron tres hijos: las gemelas, Jacqueline y Chrissie; y un hijo, Richie. Sus compañeros de trabajo en seguida se dieron cuenta de que él interrumpía cualquier reunión para atender una llamada de su esposa”.

El matrimonio perfecto de los Fuld

Su fidelidad hacia ella era total. Según recoge el libro, en sus viajes a Asia, Fuld, después de cada cena y mientras los demás iban de visita a casas de geishas, "él siempre regresaba al hotel. Una historia conocida en las oficinas de Lehman es que una vez cabreó a un gran cliente tras rechazar buscar prostitutas para él después de cenar".

Los Fuld eran, a los ojos de todos, una de las parejas más felices del planeta. Sus discusiones eran muy raras. También con sus hijos, a quien Fuld llegó a decir que podían estar en desacuerdo con él en todo lo que quisieran en privado, pero que en público nunca debían manifestar su malestar.

Tanto Kathy como otras mujeres de directivos, sabían lo que implicaba casarse con un ejecutivo de Lehman Brothers. "Si estabas casada con un lehmanita, pertenecías a la firma", le llegó a decir una de las esposas a la autora. Otra de ellas recuerda, por ejemplo, cómo su marido no hizo otra cosa más que trabajar durante los 20 años que estuvo en Lehman Brothers.

"Ni una postal, ni un regalo de Navidades, ni siquiera una llamada de teléfono a su familia. Yo lo hacía todo, excepto si tenía el sello de Llehman. Como esposa de Lehman, criabas a tus hijos por tí misma. Los tenías en el hospital y después se supone que debías ser feliz y estar sonriente en cualquier evento, incluso si te hubiera gustado estrangular a alguien".

Vicky Ward también relata cómo se esperaba de las esposas del Comité Ejecutivo que apoyaran las numerosas causas filantrópicas avaladas por el banco de inversión, como por ejemplo, donaciones a diferentes instituciones y hospitales. Cuenta, por ejemplo, cómo Kathy Fuld coleccionada arte moderno y cómo en el año 2002 se unió al consejo del Museo de Arte Moderno (MoMA), para en 2007 convertirse en su vicepresidente.

Ser las esposas de los altos directivos de Lehman también tenía numerosas ventajas. Especialmente desde el punto de vista económico. "Los Gregorys eran vistos por sus colegas como gente que necesitaba mostrar su riqueza". "A Niki Gregory, mujer del presidente de Lehman, Joe Gregory, le encantaban la ropa y las joyas que su marido ponía a su disposición. Era conocida por sus viajes a Los Ángeles sólo para ir de compras".

Cuando Lehman quebró, también lo hizo esta particular estructura familiar. Cuando la música tocó a su fin, los Fuld se vieron obligados a vender gran parte de su colección de arte. Ward cuenta que en el último año y medio se han vendido cerca de 13,5 millones de dólares en arte, además del apartamento de 16 habitaciones en Park Avenue, por 25,87 millones. "Kathy aprendió algo que otras esposas de Lehman habían aprendido antes que ella: cuando tu marido deja Lehman Brothers, te conviertes en un fantasma".

No sólo debían ser felices, también tenían que parecerlo. Era el precio que las esposas de los ejecutivos de Lehman Brothers debían pagar por estar casadas con algunos de los directivos más importantes de Wall Street.