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Un rey apaleado por su pueblo: lo que nos cuenta el abucheo de Australia al lesionado Djokovic
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¿El adiós de 'Nole' a su Grand Slam?

Un rey apaleado por su pueblo: lo que nos cuenta el abucheo de Australia al lesionado Djokovic

La imagen choca con la que debería exhibir un deporte tan especial como el tenis: el máximo exponente del Open de Australia, ganador en diez ocasiones, sale abucheado y acusado de fingir lesiones. Algo pasa con Novak

Foto: Djokovic, en su ¿último? partido en Australia. (Reuters/Kim Kyung-Hoon)
Djokovic, en su ¿último? partido en Australia. (Reuters/Kim Kyung-Hoon)

Cierren los ojos y hagan un ejercicio de imaginación nivel difícil: semifinales de Roland Garros, Rafa Nadal se echa la mano al abductor, el músculo ha dicho basta. Lleva varias rondas arrastrando dolor, solicitando asistencia médica en mitad de los partidos y generando runrún entre sus rivales, pero siempre saca adelante los partidos. Hasta ese momento, ahí el dolor es demasiado grande. El manacorí recoge sus bártulos y encara el túnel a vestuarios aplaudiendo al público parisino que... le dedica un sonoro y, prácticamente, unánime abucheo.

Pues eso mismo le sucedió a Novak Djokovic en la pasada madrugada, cuando se retiró de su enfrentamiento con Alexander Zverev debido a una lesión, dejando una de las imágenes más lamentables que se recuerdan en la historia del tenis profesional. El jugador que más títulos ha levantado del Open de Australia (diez en total, el Grand Slam que más ha celebrado), abucheado y apaleado, con la única defensa de su rival, Zverev, pidiendo respeto por la leyenda. Una instantánea dura, lejos de lo que debería ser el deporte, que esconde varias aristas, polémicas y cuentas pendientes.

placeholder Djokovic, dolido en rueda de prensa. (Reuters)
Djokovic, dolido en rueda de prensa. (Reuters)

El rostro de Djokovic no podía esconder su asombro, aunque luego respondería con ironía. Había sido una semana complicada, con el público local con la mosca detrás de su oreja por los cuartos de final ante Carlos Alcaraz. Ahí, el serbio comenzó el partido perdiendo el primer set. Las molestias pasaron a lesión y pidió asistencia médica. Tiempo muerto de facto y ritmo de partido interrumpido. Después, Nole se vino arriba ("los medicamentos hicieron efecto", aseguró después) y Alcaraz estuvo más pendiente de la recuperación milagrosa de su rival que de su propio juego.

Alcaraz, que había expresado su frustración en el encuentro, señaló sin pudor: "En el segundo set todos vieron que le costaba un poco moverse. Luego, en el tercero y el cuarto, yo no vi nada malo. No estoy diciendo que hiciera show, solo digo que no lo sé, que es obvio que le costaba en el segundo, estaba bien en el tercero y cuarto". Bastante menos sutil fue John McEnroe, leyenda del tenis, en la retransmisión de ESPN: "No es la primera vez que vemos esto. No se dejen engañar". ¿Era la gota que colma el vaso?

Durante su extraordinaria carrera, el tenista masculino más exitoso de la historia se ha ganado un San Benito particular: el de ser un jugador polémico y sucio. En especial, con las lesiones. Ha sucedido en varias ocasiones, demasiadas como para ser consideradas casos aislados. Una de las más sonadas, el Open de USA del 2008, cuando se batió con el ídolo local, Andy Roddick. Cuando mejor estaba el estadounidense, más problemas físicos exhibía Nole, renqueante, torpe, gimoteo de dolor... Rompió el ritmo de Andy y acabó pasándole por encima en cuatro sets.

Roddick se lo tomó mal, se sintió engañado: "Quizá tenga una lesión de espalda, o en la cadera y calambres. O gripe aviar, ántrax, neumonía", ironizó en rueda de prensa. Al enterarse de estos comentarios, Djokovic respondería delante del público: "Andy dijo que había sufrido dieciséis lesiones, ¿no? Ya sé que la gente piensa que finjo todo, está bien. Lo que dijo Andy no está bien, sobre todo delante de la grada (...) Estoy muy contento de jugar contra Roddick en esta pista, en esta ciudad, en su torneo favorito. Ganarle es un gran logro para mí". Se pueden imaginar la reacción del público.

Regresando a la actualidad, el caldo de cultivo era perfecto para la triste resolución de Djokovic en Australia. El público de la Rod Laver Arena había leído durísimas críticas al comportamiento del serbio en la prensa local, así como los comentarios de Alcaraz o McEnroe. Tampoco hay que olvidar el episodio del 2022, en época COVID, cuando Djokovic fue acusado de falsificar documentos para entrar en Australia, algo que conllevó su deportación al no estar vacunado y no cumplir con las normas impuestas por el país. Esto llevó al tenista a tener "un trauma" y a mostrarse muy dolido con las autoridades australianas.

En un deporte considerado como caballeroso, en el que se pide silencio sepulcral por parte del público con el punto en juego, Djokovic cimentó su carrera en el todo por ganar. El serbio quiso convertir cualquier circunstancia de la pista en beneficio propio. Si podía estrujar las reglas, mover los límites, lo haría. Si podía sacar ventaja de sus problemas físicos, por supuesto que lo iba a hacer. Para algunos, gen ganador, para otros, antideportivo. ¿Significa eso que fingió lesiones? Él asegura que ni una sola vez se ha inventado un dolor. Y solo él conoce la verdad.

No es el único tenista que ha llevado las normas al límite. Los grandes críticos de Nadal siempre vieron un trato de favor el tiempo que empleaba entre saque y saque por el exceso de sudor del manacorí, algo que le costó innumerables warnings a lo largo de su carrera. Pero Djokovic es el que más airoso ha salido de la polémica y, claro está, el que más ha ganado.

A sus 37 años, Djokovic se revolvió en rueda de prensa. Muy dolido con el público australiano, dejando caer que quizás no volverá al Grand Slam que ha ganado en diez ocasiones. "Es posible que este haya sido mi último Open de Australia, esa posibilidad existe".

Cierren los ojos y hagan un ejercicio de imaginación nivel difícil: semifinales de Roland Garros, Rafa Nadal se echa la mano al abductor, el músculo ha dicho basta. Lleva varias rondas arrastrando dolor, solicitando asistencia médica en mitad de los partidos y generando runrún entre sus rivales, pero siempre saca adelante los partidos. Hasta ese momento, ahí el dolor es demasiado grande. El manacorí recoge sus bártulos y encara el túnel a vestuarios aplaudiendo al público parisino que... le dedica un sonoro y, prácticamente, unánime abucheo.

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