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La mano de Conchita Martínez en la resurrección de Garbiñe Muguruza
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Otra actitud y un tenis más agresivo

La mano de Conchita Martínez en la resurrección de Garbiñe Muguruza

La hispano-venezolana y Nadal, los dos únicos españoles que quedan vivos en Australia. Tras dos años malos, Muguruza está volviendo a su mejor nivel de la mano de Conchita Martínez.

Foto: Garbiñe Muguruza, tras clasificarse a octavos de final en Australia. (Reuters)
Garbiñe Muguruza, tras clasificarse a octavos de final en Australia. (Reuters)

Conchita y Garbiñe Muguruza llevan en estricto secreto los entrenamientos, su trabajo conjunto, pero está claro que se entienden a las mil maravillas. La hispano-venezolana progresa adecuadamente bajo la atenta mirada de su nueva mentora. Hace unos meses Garbiñe y Sam Sumyk decidieron, de mutuo acuerdo, cerrar una etapa de cuatro años repletos de luces y sombras. De mano del francés, la jugadora conquistó dos Grand Slams: Roland Garros y Wimbledon. Sin embargo, el ascenso de la tenista fue tan rápido como su caída. Instalada en una profunda crisis de juego y resultados, su relación se fue desgastando hasta llegar a un punto de no retorno. El relevo se hacía necesario, sobre todo tras protagonizar varios momentos bochornosos delante de las cámaras. A Garbiñe los consejos de su técnico ya no le servían. Sumyk era incapaz de llegarle, ella tampoco parecía escucharle. Ausente, se desplomó del número uno al 36 del ranking mundial en dos cursos, pero en este Open de Australia todo indica que volverá a la élite del tenis.

Hundida y sin ilusión, Muguruza y Sumyk se dijeron adiós en julio. Anabel Medina llegó hasta final de temporada, momento en el que Garbiñe decidió desconectar por completo, tomarse unas largas vacaciones y reflexionar sobre su futuro. "Es importante elegir bien", comentó tras caer eliminada en el US Open. Fue allí cuando expuso claramente el perfil que estaba buscando: "Que conozca el alto nivel, que tenga un carácter fuerte y que pueda congeniar con él o ella”. Tras unos meses de deliberación, Muguruza se acordó de Conchita, que le acompañó en Wimbledon 2017, durante la ausencia de Sumyk por motivos personales, hasta el título. Despredían química. La oscense le conoce desde la adolescencia y sabe cómo manejar su carácter. La propuesta cuajó enseguida: Martínez acababa de dejarlo con la checa Plskova y estaba libre. Además, cumplía con el resto de requisitos: campeona de Wimbledon (1994) y capitana de España en Copa Federación. Experiencia de sobra.

"Ahora puedo competir"

Tras subir el Kilimanjaro para airearse e irse de safari por Tanzania, Garbiñe regresó al trabajo con una pretemporada entre Ginebra y San Diego con el objetivo de volver a ser una jugadora top. Mejorar la concentración, la agresividad en fondo de pista y también en la red -este último aspecto de su juego que no había terminado de desarrollar- las claves para luchar por todo. Mes y medio después, la hispano-venezolana ya es otra. De diez partidos solo ha perdido dos, en uno de ellos se tuvo que retirar por gripe, y las sensaciones que transmite son muy buenas. En Australia está impecable, con una confianza espectacular, superando dificultades que en otros tiempos no hubiera podido sacar adelante. Santiago Martino y Cathin Junker, preparador físico y fisioterapeuta, otras dos nuevas incorporaciones que cuidan de ella. Garbiñe vuelve a la luz con un nuevo equipo de trabajo que le ha templado y dotado de una tranquilidad que no tenía. Tras arrollar a la número cinco este sábado, Elina Svitolina (1-6 y 2-6), sus expectativas están disparadas en octavos, donde se enfrentará a la raqueta once, la holandesa Kiki Bertens. Partido a buen seguro intenso, como viene siendo habitual entre ellas.

"Para mí es muy buena señal sentirme tan bien física y mentalmente tras un 2019 muy malo. Ahora salto a la pista y sé que puedo competirle a cualquier jugadora y eso hace tiempo que no lo sentía. Estoy contenta con mi espíritu de lucha y de como acepto las situaciones aunque a veces no estén de mi lado", explicó Garbiñe, a la que se le ve con otra cara. "Físicamente estoy trabajando mucho esta temporada con mi nuevo equipo. Hago ejercicios diferentes y trato de mejorar mi nivel de movilidad y de resistencia", detalló. Esta versión actual de la hispano-venezolana, con los pequeños cambios en el juego que comentaba anteriormente, recuerda a la que soprendió en 2017 y 2016. Una Muguruza torpedera desde el fondo de pista, con un saque muy sólido y mucha fe en sí misma. Ella prefiere evitar comparaciones: "En mi cabeza no está como jugué hace dos años. Han pasado muchísimas cosas desde entonces y nunca intento cotejar con otros resultados, ya que en cada partido, torneo o año todo cambia". Sobre un folio en blanco, así es el nuevo curso de Garbiñe, que poco a poco empieza a escribir una nueva historia.

Conchita y Garbiñe Muguruza llevan en estricto secreto los entrenamientos, su trabajo conjunto, pero está claro que se entienden a las mil maravillas. La hispano-venezolana progresa adecuadamente bajo la atenta mirada de su nueva mentora. Hace unos meses Garbiñe y Sam Sumyk decidieron, de mutuo acuerdo, cerrar una etapa de cuatro años repletos de luces y sombras. De mano del francés, la jugadora conquistó dos Grand Slams: Roland Garros y Wimbledon. Sin embargo, el ascenso de la tenista fue tan rápido como su caída. Instalada en una profunda crisis de juego y resultados, su relación se fue desgastando hasta llegar a un punto de no retorno. El relevo se hacía necesario, sobre todo tras protagonizar varios momentos bochornosos delante de las cámaras. A Garbiñe los consejos de su técnico ya no le servían. Sumyk era incapaz de llegarle, ella tampoco parecía escucharle. Ausente, se desplomó del número uno al 36 del ranking mundial en dos cursos, pero en este Open de Australia todo indica que volverá a la élite del tenis.

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