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Serena Williams, un espectáculo lamentable y una disculpa pendiente
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"¡ERES UN LADRÓN! ¡ERES UN MENTIROSO!"

Serena Williams, un espectáculo lamentable y una disculpa pendiente

La tenista estadounidense Serena Williams protagonizó un lamentable espectáculo este fin de semana en 'su' US Open dejando en muy mala posición la figura del árbitro

Foto: Serena Williams en plena tempestad. (Reuters)
Serena Williams en plena tempestad. (Reuters)

Serena Williams protagonizó uno de los espectáculos más dantescos de los últimos años en la final del US Open que terminó perdiendo 2-6 y 4-6. Enfrentada a la joven Naomi Osaka, una de las mayores figuras de futuro del tenis femenino, la norteamericana se saltó el reglamento en repetidas ocasiones, fue sancionada por ello y, pese a todo, trató de convertir un error personal en una conspiración contra su género. En un escenario con el aplauso asegurado, Williams actuó como si las normas estuvieran redactadas fuera de su burbuja, como si cualquier reprimenda por su comportamiento fuera un agravio a la mujer.

Simplemente cometió una cadena de errores

La estadounidense recibió una advertencia por recibir indicaciones desde su banquillo. La norma al respecto es clara: cualquier señal, visual o auditiva, que proceda del box es susceptible de recibir una sanción. Es un comportamiento no permitido por el reglamento. Y fue lo que sucedió: el juez de silla le comunicó una advertencia a Serena -que fue multada con 17.000 dolares- por este hecho.

La 23 veces campeona de Grand Slam, indignada ante lo que consideró una injusticia contra su persona, entró en cólera. Acudió de inmediato a la red, como muchos jugadores han hecho durante años, y defendió su postura. “No soy una tramposa”, le espetó. “No estoy tratando de hacer trampas para ganar el partido”.

Fue el primer error de Serena

Su entrenador Patrick Mouratouglou, a la conclusión del encuentro, reconoció en los micrófonos de ESPN que había hecho indicaciones a Serena. Este hecho es el único relevante. La jugadora es responsable de cuanto suceda en su banquillo y esto lo conocen antes de salir a competir. Patrick se excusó diciendo que todos los entrenadores lo hacen, abriendo un debate diferente al sancionado. ¿Se debe permitir el coaching? ¿Hay que cambiar la normativa? Es otro elemento de análisis a debatir pero que nada tiene que ver con lo ocurrido. A día de hoy no se puede hacer. Si mandas mensajes al jugador, hay posibilidad de sanción.

Foto: Valverde, en el banquillo azulgrana. (EFE)

Después, con la final entrada en calor y los nervios ya removidos, Serena destrozó una raqueta contra el suelo. Otro comportamiento incluido entre las conductas no admitidas por el reglamento. Nuevamente con el libro de normas en la mano, y teniendo en cuenta que ya acumulaba una advertencia, la sanción a aplicar es la pérdida de un punto. En uno de los partidos más importantes del año, en un escenario donde parecía complicado ser justo ante tal hecho, Carlos Ramos dio un paso al frente e hizo cumplir el reglamento. Lo anunció claramente a través de los altavoces. Cuando comenzó el siguiente juego, y mostrando una sorpresa que no debía ser tal, Serena terminó de perder los papeles al ver que efectivamente le daban el primer punto por perdido.

“¡Eres un ladrón!”. “¡Eres un mentiroso!”. “Me debes una disculpa”, indicó desafiante señalando a Ramos con el dedo. “¡Quiero que venga ahora mismo el supervisor!” Serena cruzó la línea de la discusión, un terreno en el que multitud de jugadores han entrado, hasta entrar en la descalificación. “Tengo una hija y defiendo lo que creo justo”, añadió, introduciendo enfoques difícilmente relacionados con la cuestión. La grada no tardó en proteger a la máxima figura local, convirtiendo una actitud punible en un supuesto agravio contra la protagonista. Carlos Ramos, cuya integridad fue cuestionada y su figura explícitamente insultada delante de 24.000 asistentes y millones de espectadores, no movió un músculo ante lo sucedido. De hecho, al terminar el encuentro y pese a haber cumplido a rajatabla su labor, no recibió un apretón de manos de Serena, no pudo asistir a la ceremonia de premiación y tuvo que ser abandonar la pista bajo abucheos acompañado por el árbitro del torneo Brian Early.

Lo más llamativo de todo es la capa de dignidad con la que Serena quiso envolver su actitud. Un simple pérdida de papeles envuelta en una campaña monumental de causas nobles. Una reacción sorprendente dado el gran ejemplo junto al que ha crecido. Su hermana Venus Williams luchó durante años para conseguir una paridad salarial en los Grand Slam. Para que, entre otras cosas, Serena consiga un merecido reconocimiento económico equiparable al de sus compañeros en cada ronda de los mayores torneos del mundo. No es un paso adelante en el tenis, es una de las principales conquistas globales del deporte femenino. Eso es una defensa de la igualdad. Insultar a una autoridad por hacer valer las normas y crear una conspiración en tu contra dista bastante de ello.

Foto: Un jugador español en un partido de esta temporada. (EFE)

Ya en rueda de prensa, y con más profundidad, Serena afirmó estar defendiendo la igualdad de las mujeres. Introdujo el elemento del sexismo en una circunstancia donde hubo una aplicación nítida del reglamento. De hecho, normativa en mano, su actitud fue lo suficientemente grave como para que Ramos no le hubiera permitido terminar el encuentro. Y, sin embargo Naomi Osaka, que en todo momento compitió dentro de la normativa que todos aceptan antes de poner la pelota en juego, necesitó remar hasta el último punto del partido.

El debate sexista

Billie Jean King, una de las precursoras de la WTA, no dudó en sumarse a corriente sexista en cuanto el debate afloró. “Cuando una mujer se enfada es “histérica” y es penalizada por ello. Cuando un hombre hace lo mismo, es “locuaz” y no hay repercusiones. Gracias Serena por destacar este doble rasero. Necesitamos más voces”. Está por aparecer un ejemplo de un jugador que insulte desde la distancia corta y en repetidas ocasiones a un juez de silla y no reciba una sanción por su comportamiento. Sea cual sea su género.

Serena pidió igualdad cuando en realidad, quizá por ser quien es y por el escenario en que competía, tuvo un trato de favor en Nueva York.

Serena Williams protagonizó uno de los espectáculos más dantescos de los últimos años en la final del US Open que terminó perdiendo 2-6 y 4-6. Enfrentada a la joven Naomi Osaka, una de las mayores figuras de futuro del tenis femenino, la norteamericana se saltó el reglamento en repetidas ocasiones, fue sancionada por ello y, pese a todo, trató de convertir un error personal en una conspiración contra su género. En un escenario con el aplauso asegurado, Williams actuó como si las normas estuvieran redactadas fuera de su burbuja, como si cualquier reprimenda por su comportamiento fuera un agravio a la mujer.

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