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La ambición de Rafa Nadal o por qué se plantea no ir a Wimbledon
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puede plantearse reducir su calendario

La ambición de Rafa Nadal o por qué se plantea no ir a Wimbledon

Rafa Nadal ha ganado su undécimo Roland Garros y ahora se piensa cuál es su siguiente paso. Aunque sigue siendo ambicioso, saltarse la gira de hierba le puede dar réditos para el futuro

Foto: Nadal muerde la copa de los Mosqueteros. (Reuters)
Nadal muerde la copa de los Mosqueteros. (Reuters)

Cuando Rafael Nadal ganó su primer torneo de Roland Garros, Twitter no existía. Hoy miles de personas, desde el presidente del Gobierno hasta el vecino un poco aficionado, se tiran a sus cuentas de la red social justo cuando termina el encuentro para congratularse por un nuevo título del ídolo. El mundo ha cambiado mucho, pero Nadal sigue igual, a lo suyo, reventando la pelota en París, en ese sanísimo ejercicio personal que consiste en jugar mejor que nadie y dedicarse después a recolectar los elogios que le llueven, y con razón. Es un genio.

La felicidad en el deporte es un estado temporal. Nadal puede estar tranquilo, no importa lo que ocurra a partir de mañana porque su carrera ya es redonda, casi perfecta, pero a pesar de saber esto, la ambición no termina. No solo la suya, que es casi normal, sino de todos los que dedican parte de su tiempo de ocio a seguir las andanzas del mejor deportista español de la historia. Por eso, horas después de que termine el partido, tras unos minutos hablando de lo que ha ocurrido, llega inevitablemente una pregunta: ¿y Wimbledon, qué?


Cuenta Jorge Valdano una anécdota de cuando era jugador. Ganó una liga con el Madrid, que venía de haber ganado otras cuatro antes. Llegó al vestuario y uno de los veteranos espetó "y el año que viene, otra". El argentino se quedó pensando "¿y esta cuando la celebramos?". Algo así le ocurre a Nadal, que gana el título y son fuegos artificiales, pero con él la alegría es intensa pero poco perdurable, no hay tiempo para pensar en lo siguiente.

Y el caso es que, esta vez, igual lo siguiente no es Wimbledon. Está por ver, es una decisión que tomará en un par de días. El calendario de tenis está más que sabido y ahora toca hierba pero él, como hace Roger Federer con la gira de tierra, bien puede darse el paso y pensar ya en el verano y las pistas duras. "Haré lo que sea bueno para mi cuerpo. Tengo que ver cómo me siento en un par de días", comentaba el español, que normalmente no se salta ni medio partido, puede esta vez cambiar los planes. Tiene 32 años, no le falta sentido ser un poco conservador, más aún en un tenista al que muchos veían como potencialmente frágil. Ha tenido su cuota de lesiones, pero un repaso a su palmarés indica que ha sido más el tiempo de excelencia que el de llanto.

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Tennis - French Open - Roland Garros, Paris, France - June 10, 2018 Spain's Rafael Nadal celebrates with ball boys, ball girls and the trophy after winning the final against Austria's Dominic Thiem REUTERS Benoit Tessier TPX IMAGES OF THE DAY

El legado y la frustración

Luego está el tema de la ambición, por supuesto. Nadal ha sido siempre un caníbal, nunca parecía saciado de ganar. Es imposible llegar a ser él sin ese tipo de juego mental. Rafa es uno de los jugadores que más tiempo se ha pasado en las pistas de juego, no solo porque sus partidos se hagan de lo más largo, también porque vive entrenándose. No es extraño encontrarle en los torneos jugando al máximo nivel en pistas auxiliares mientras el resto hacen lo posible por descansar. Nunca parece tener suficiente. En ese planteamiento vital tiene poco sentido no ir a un torneo, pero ha cambiado de entrenador, ha tenido unos meses duros al principio de la temporada y la agenda del tenis es demoledora, no hay más que ver cómo está la enfermería

El principal motivo por el que podría jugar es porque sigue en una batalla complicada, pero no imposible, por ser el mejor jugador de todos los tiempos. Descansa en París a tres de Roger Federer, y el suizo es clarísimo favorito para aumentar la distancia dentro de unas semanas en Londres, su torneo. Los deportistas así de grandes, como los presidentes americanos, piensan mucho en su legado, y no es lo mismo llegar a 20 que no hacerlo. Eso, que está ahí, no quiere decir que vaya a obsesionarse con ese hecho concreto.

"Claro que tengo la ambición, la pasión, pero no me vuelvo loco con lo que hagan otros, siempre habrá alguien con más dinero, con una casa mas grande, más (...) Si miras al de al lado puedes frustrarte, hay que ser feliz con lo que se tiene", comentaba Nadal cuando era inquirido al respecto. Con los años, Rafa ha aprendido a ser más consciente de sí mismo, de su grandeza, de sus posibilidades y sus carencias. Hace unos días le preguntaban sobre su carrera y en su respuesta venía a decir que sería un necio si no se diese cuenta de lo que ha conseguido. En ocasiones ha habido una modestia algo fingida, porque se presentaba como uno más cuando no lo es desde que tenía 18 años. Eso también va cambiando, entiende mejor cuál es su dimensión.

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Paris (France), 10 06 2018.- Rafael Nadal of Spain plays Dominic Thiem of Austria during their men'Äôs final match during the French Open tennis tournament at Roland Garros in Paris, France, 10 June 2018. (España, Abierto, Abierto, Tenis, Francia) EFE EPA CHRISTOPHE PETIT TESSON

La adaptación fallida a la hierba

Evoluciona, pero siempre le quedará un rescoldo de ese Nadal de siempre. "Hay que gente que trabaja más o como yo y no tiene la suerte que yo he tenido", dice. No, aquí no dice toda la verdad. Puede, aunque es altamente improbable, que haya gente que haya trabajado más, pero que no hayan logrado las cotas que él ha conseguido tiene muy poco que ver con la suerte. Que una pelota toque la cinta y caiga de un lado u otro de la red tiene que ver con la fortuna, ganar 11 veces Roland Garros es un suceso que se explica desde el talento y el esfuerzo, desde la más extrema calidad. Solo es posible siendo diferente, el entrenamiento es importante, pero en sí mismo no construye una carrera como la suya.

Foto: Ilustración: Raúl Arias.

Hay otro detalle que no se debe orillar, la adaptación a la hierba, tan exitosa en otros tiempos, hace tiempo que no le funciona igual. Desde el año 2011, cuando jugó la final, ha sido incapaz de llegar a los cuartos de final del gran torneo del tenis. Wimbledon, el campeonato que ganó en 2008 y 2010, se ha convertido en el más complicado, y eso que fue el segundo, después de París por supuesto, en irle de cara. Además, ha perdido contra rivales menores, jugadores que en otros lugares no le pondrían problemas. Los resultados no llegan, y aunque a Nadal no se le puede descartar de ningún modo, si este año pasa por Londres habrá que tener en cuenta que lo más normal será no considerarle entre los favoritos más claros. Más aún, será difícil que logre batir a Federer, al que ocurre todo lo contrario, cada vez parece más conforme en su torneo.

Con la sonrisa dibujada en la cara, cansado pero no roto, Nadal mantenía el discurso moderado que le acompaña: "El tenis es una parte importante de mi vida, pero no lo es todo, hay otras cosas que me hacen feliz, no estoy muy preocupado por el futuro. Jugaré hasta que mi cuerpo resista y siga feliz". Es difícil ver ese final, las victorias son gasolina para seguir compitiendo.

Cuando Rafael Nadal ganó su primer torneo de Roland Garros, Twitter no existía. Hoy miles de personas, desde el presidente del Gobierno hasta el vecino un poco aficionado, se tiran a sus cuentas de la red social justo cuando termina el encuentro para congratularse por un nuevo título del ídolo. El mundo ha cambiado mucho, pero Nadal sigue igual, a lo suyo, reventando la pelota en París, en ese sanísimo ejercicio personal que consiste en jugar mejor que nadie y dedicarse después a recolectar los elogios que le llueven, y con razón. Es un genio.

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