La historia de Petra Kvitova, de ser apuñalada a resurgir en su mejor nivel

Petra Kvitova estaba en casa, puesen diciembre no hay tenis, cuando llamaron a la puerta. Lectura de contadores. Falso, era un ladrón que quería robar a la dos veces campeona de Wimbledon. Ella forcejeó, con su 1.82 y una fuerza notable. El ladrón llegó a ponerle el filo de la navaja en el cuello y, en la refriega, acuchilló en varias ocasiones la mano de la tenista. Quedó la extremidad gravemente herida, tanto que su cirujano consideró que sus opciones de volver a jugar eran muy bajas. El horror volvía a un deporte que vive las cuchilladas con aprensión desde el episodio de Monica Seles en 1993, un momento en el que se perdió algo de la inocencia que tiene el juego.

Kvitova no era Seles, pero sí una tenista muy notable. Es difícil valorar las dificultades físicas que la checa ha tenido hasta llegar a recuperarse, pero aún lo es más si se incluye en la ecuación la necesidad de superar psicológicamente un episodio de esa violencia. Seles, que era una tenista genial, nunca llegó del todo a recuperar la confianza. En el caso de la jugadora de Bilovec había un problema mayor aún: su agresor estaba libre.

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La policía checa no tenía claro el caso, no tenían pistas suficientes para atrapar al delincuente. Llegaron incluso a cerrar la investigación, dando casi por imposible hallar al culpable. Pasaban las semanas y los criminólogos concuerdan en que cuando pasa el tiempo las opciones de dar con la verdad disminuyen. Kvitova lo daba casi por perdido, no sin cierta ansiedad.

Pero hace unos días una llamada dio con una pista que terminó siendo la buena. La policía se movilizó y consiguió un sospechoso al que Kvitova tendrá que reconocer. "No es el mejor momento posible para esto, pero son muy buenas noticias. Debo estar feliz, estoy feliz", comentaba estos días la exnúmero 2 del mundo. Y es que se enfrenta a Roland Garros, uno de los cuatro torneos que marcan el calendario en el circuito. Y lo hace porque se ha empeñado en negar a su cirujano, no solo ha vuelto, es que lo ha hecho a máximo ritmo. Tanto que, habiendo pasado solo un año y medio, ya ha logrado ganar cuatro torneos en este 2018. Ninguna tenista más ha entrado en cuatro finales.

El miedo que no se va

"Es casi irrreal para mí, sentarme y decir 'bueno, he ganado ya cuatro títulos este año'; es algo extraño, pero es por eso para lo que volve, no solo para jugar al tenis sino también para jugar mejor. Creo que no estoy jugando mal actualmente". No, es obvio que no, la demostración llegó en Madrid. Kvitova es una de las mejores pegadoras del circuito, pero siempre tuvo algunos problemas de movilidad que la impedían ganar sobre tierra. En la capital de España ganó el torneo, y si bien es cierto que la altura beneficia su excelente saque, también lo es que era sobre arcilla y, en principio, contraria a sus intereses.

Lo importante, más que el destino, es el camino. El de Kvitova, pleno de piedras, ha sido duro, pero ella también ha sido dura para superarlo. "Solo intentaba volver, centrándome en la rehabilitación. Después, poco a poco, me fui olvidando, me dije a mí misma que no podía hacer nada, que es un trabajo e la policía y ellos harían lo que hubiese que hacer. Creo que ahora ha terminado todo, han hecho un gran trabajo", explicaba estos días al 'The New York Times'.

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En todo caso, y ella lo asume, el olvido es una opción improbable. El miedo le acompañará en el resto de sus días, porque una situación así no se va nunca del todo. "Por supuesto, siempre me sentiré extraña cuando esté en público sola, aunque ahora con la detención sea un poco mejor. No siento todavía el alivio completo, porque esto no ha terminado", remarca la tenista que solo encontrará esa paz cuando el agresor sea condenado "Es genial que esté detenido, pero probablemente lo más feliz será cuando todo esté acabado".

Kvitova es la octava raqueta del mundo y una de las historias más completas de superación de los últimos años. Siempre se supo de ella que era una excelente tenista, pero ahora mismo se considera aún mejor. Su mano zurda, la dominante en su juego, se vio gravemente dañada en aquel incidente. Ya es pasado.