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'Rafatiga', el mal de los jugadores de tenis que no son capaces de toser a Nadal
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dos torneos de tierra, dos victorias claras

'Rafatiga', el mal de los jugadores de tenis que no son capaces de toser a Nadal

En Barcelona, Rafa Nadal hizo lo que viene haciendo en todos los torneos sobre tierra: ganar sin ningún tipo de misericordia. Los datos recuerdan que la historia del tenis no es la misma sin él

Foto: Nadal, con su trofeo de Barcelona. (EFE)
Nadal, con su trofeo de Barcelona. (EFE)

"Rafatiga, la temporada de tierra es aburrida". Jon Wertheim, la voz del tenis en Sports Illustrated, se encuentra frases de estas en su correo todos los años. Esta, concretamente, es de 2013, pero con esa u otras formulaciones se repite cada temporada en esta época de la temporada. La respuesta es siempre la misma, una de esas en las que viene a decirle al pueblo que no les puede contar otra cosa que la verdad, y la verdad es que Rafael Nadal es algo más que un tenista, cuando llega la tierra es un individuo imbatible.

Esta temporada se parece mucho a los anteriores. Es más, parece incluso mejor que las anteriores. No necesariamente porque el juego de Nadal haya crecido, sigue aproximadamente en los mismos parámetros de siempre, sino porque la competencia parece más fatigada y rendida que nunca. Es cierto, Montecarlo y Barcelona son los dos torneos menos fuertes de esta gira, los únicos en los que no están obligados todos los mejores jugadores -menos Federer, que hace lo que le apetece- y que es probable que en Madrid, Roma y, sobre todo, Roland Garros, el nivel sea más alto.

Foto: Carlos Moyà y Rafa Nadal en el Open de Australia de este año. (EFE)

Pero da un poco lo mismo. Volvamos a la cifra más repetida de esta semana, 401 victorias por 35 derrotas en su carrera. Es un 92% de efectividad, un ratio absurdo, casi imposible. Piensen en los mejores deportistas de todos los tiempos y recuerden, a veces perdían. A Nadal eso le pasa más bien poco y en el futuro cercano es difícil pensar que las tornas vayan a cambiar. Por el camino, más metal: 77 títulos en su carrera, 11 en Barcelona, 11 en Montecarlo.

Stefanos Tsitsipas, la última víctima de una lista casi interminable de ellas, era la primera vez que jugaba contra el coloso. Al pobre hombre le tocó enfrentarse a Nadal en la pista Rafa Nadal de Barcelona, uno de esos lugares en los que el número 1 del mundo se encuentra tan cómodo como con unas zapatillas de felpa viendo Operación Triunfo en el salón de su casa. Difíciles condiciones para cualquiera, el pobre griego no pudo más que refugiarse ante la ensalada de palos que le iba a caer unos instantes después.

Lo que ven los rivales en Nadal

Tras el partido dio una de las muchas claves del juego de Nadal, uno de los motivos por los que en tierra todos sus rivales parecen poco más que víctimas propiciatorias. Y es que no solo es la diferencia tenística, también es la mental, asumir desde el inicio del partido que solo la derrota es un resultado posible. "No lo he visto como un rival, sino como una leyenda. Creo que lo he respetado demasiado y en la pista tienes que olvidarte de contra quién juegas".

La mayoría no lo dicen, pero algo de eso hay. El tenista normal no está preparado mentalmente para cruzarse con Nadal y tomarle como un rival más, ni para asumir que lo que se juega es un partido competido. Suelen entrar con el plan de juego bastante claro, porque la teoría se la saben todos, pero a medida que pasan los puntos la táctica se va desmochando poco a poco, creando rendijas por las que se cuela el tenis de Nadal como el agua por las grietas de una tubería.

Entre las cosas que no se suelen valorar, quizá porque es menos espectacular que un revés cruzado, está la inteligencia táctica de Rafael Nadal. Cuando uno ve tenis quiere un poco de mambo, no una partida de ajedrez, pero en ocasiones eso es lo que se encuentra. Nadal disecciona a los rivales en unos pocos golpes y sabe rápido dónde tiene que atacar y cómo tiene que madurarlos para que terminen, como todos los demás, sucumbiendo ante lo inevitable.

"Jugué muy confundido. No tenía opciones y no tenía ningún plan. No me daba aire para respirar. Era la primera experiencia y fue más duro de lo que pensaba", aceptaba el heleno tras el partido. Esa sensación le llega incluso al espectador, al que mantiene en vilo en cada intercambio de golpes hasta que asesta el estacazo final. Siempre llega ese último palo, y en no pocas ocasiones es una genialidad porque con Nadal siempre hay un elogio a su esfuerzo, pero a veces se olvida que para lograr todo lo que ha conseguido también se necesita un talento descomunal. Lo tiene, aunque sea algo heterodoxo. No es un sacador ni le pega plano, pero sus tiros liftados son únicos en este deporte. Y probablemente inigualables.

El legado

Nadal, como grande que es, tiene también pendiente la concepción del legado. En eso los mitos del deporte se parecen a los presidentes de Estados Unidos cuando están cerca de dejar sus cargos, les preocupa el presente, claro, pero también todas esas cosas por las que algún día tienen que ser recordados. Cabe comentar aquí que los dos últimos torneos los ha ganado los ha conseguido en pistas llamadas con su nombre, en lo que debe ser un caso único en el mundo del tenis, es bastante extraño que se le ponga el nombre de un recinto deportivo a un jugador que aún está en activo. Salvo, por supuesto, que no haya dudas sobre la magnitud de su leyenda.

Rafa, que es cauto hasta extremos insospechados, va poco a poco incorporando en su discurso algunos trazos de esa grandeza. Nunca se va a comparar, ni le va a contar a nadie que él es uno de los dos o tres mejores tenistas de siempre, porque ese no es su estilo. Pero asume que lo que ha hecho es muy grande: "Hoy en día se aprecia y con los años se apreciara más, porque creo que será difícil que yo pueda ver a alguien que iguale estos registros".

Foto: Stefanos Tsitsipas, en Barcelona. (EFE)

Pero antes de valorar el legado, el presente. Nadal es hoy, probablemente, el mejor Nadal de su carrera. Con el tiempo, como solo los buenos deportistas saben hacer, ha ido adquiriendo nuevas calidades y es un jugador cada vez más eficiente. "No estoy jugando como hace años. Ahora juego más abierto que antes, juego con los ángulos y aprovechó más la pista en general", explica. Y ya se sabe, todo lo demás llega aparejado, más pista, encima siendo zurdo, ángulos imposibles para los rivales, 46 sets seguidos ganando en tierra, un dominio abrumador de la escena.

Y aunque haya 'Rafatiga' el tenis también acepta que ha vivido su época de oro, que algún día los cuadros serán más variados y más abiertos, que podrá gente diversa. Ninguno se lo merecerá tanto como Nadal, porque ninguno llegará a ese nivel de control de la superficie. No, al menos, en un futuro razonable. Lo que se está viendo está fuera de cualquier esquema pensable, y lo imposible no se suele repetir.

"Rafatiga, la temporada de tierra es aburrida". Jon Wertheim, la voz del tenis en Sports Illustrated, se encuentra frases de estas en su correo todos los años. Esta, concretamente, es de 2013, pero con esa u otras formulaciones se repite cada temporada en esta época de la temporada. La respuesta es siempre la misma, una de esas en las que viene a decirle al pueblo que no les puede contar otra cosa que la verdad, y la verdad es que Rafael Nadal es algo más que un tenista, cuando llega la tierra es un individuo imbatible.

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