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Cómo Conchita Martínez es capaz de tocar la tecla que centra a Garbiñe
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ALCANZÓ LA FINAL DE DOHA CON LA ARAGONESA

Cómo Conchita Martínez es capaz de tocar la tecla que centra a Garbiñe

Con unos conceptos más asentados, unos progresos pendientes al servicio y en la red cada vez más trabajados pero, sobre todo, la convicción de que Muguruza cree en las palabras de Conchita

Foto: Muguruza no pudo llevarse la final de Qatar. (Reuters)
Muguruza no pudo llevarse la final de Qatar. (Reuters)

Cuando Conchita Martínez vio terminada su etapa como capitana de Copa Davis y Copa Federación el debe nunca fue deportivo. Devolvió la estabilidad al equipo masculino, de nuevo en el Grupo Mundial tras unos años de sesteo, y manejó con mano izquierda el rumbo del grupo femenino. Las grandes figuras del primero nunca cuestionaron su presencia y las líderes del segundo ni siquiera fueron consultadas sobre su marcha. Su labor como gestora de vestuario tuvo muchas más luces que sombras, una circunstancia poco habitual en vestuarios muy proclives a arrojar arañazos. Dos vestuarios en este caso.

Su vínculo deportivo con Garbiñe Muguruza muestra una solvencia en el trabajo igualmente impecable. No ya por sus resultados —un título de Wimbledon y una final en Doha (la de este domingo) como expediente— sino por las sensaciones que desprende la sintonía entre ambas. Referente clásica y figura presente del tenis español.

Foto: Garbiñe Muguruza, en Qatar. (EFE)

Conchita y la Garbiñe amateur

La relación de Conchita y Muguruza va mucho más allá de las dos asociaciones vistas en el banquillo. La aragonesa conoce a la número 5 mundial desde su etapa de formación, desarrollando un vínculo profundo en la mentalidad de Garbiñe. La doble campeona de Grand Slam sabe que Martínez conoce su persona como pocas figuras de su entorno, ha mantenido una cercanía con la competición desde su retirada a principios de siglo y comparten experiencia de élite en el deporte femenino, un plus respecto a cualquier otra figura que haya pilotado su trayectoria deportiva.

Durante los cinco años que anduvo al frente del equipo de Copa Federación, el vínculo de ambas siempre ha estado de la mano. Fue durante la capitanía de Martínez cuando Muguruza dio el paso para debutar bajo los colores del equipo español, poniendo fin a un dilema notable en los primeros años de su carrera. Lejos de limitarse a un contacto en las eliminatorias, Conchita se preocupaba con frecuencia del desarrollo deportivo de Muguruza. Llegando a abrir su agenda para suplir ausencias de Sam Sumyk y dirigir entrenamientos de Muguruza en pretemporada, una fase clave del año destinada a la preparación. Y siempre ha mantenido un seguimiento permanente durante los grandes torneos, viviendo desde la distancia corta el progreso de la jugadora. Pilares firmes para una confianza más que mutua.

Son elementos que convierten a Martínez en algo más que una entrenadora. Es una figura de inspiración y apoyo para Garbiñe, que ha acudido a la aragonesa en momentos de duda. La eliminación en 2016 de Roland Garros, donde Muguruza no pudo culminar su primera defensa de un título de Grand Slam, fue el ejemplo más claro de todos. Garbiñe abandonó París entre lágrimas, con el interior removido y un sentimiento más que amargo. Conoció de primera mano ese sentimiento de reina destronada reservado a las mejores atletas del mundo. Pero se rehízo de inmediato. En apenas un mes volvería a levantar un Grand Slam. Y lo haría de la mano de Conchita Martínez en Wimbledon. De la mano de la única jugadora española capaz de triunfar en la hierba de Londres.

placeholder Conchita Martínez, en la última edición de Wimbledon. (EFE)
Conchita Martínez, en la última edición de Wimbledon. (EFE)

"Quiero creerme que puedo ganar"

Precisamente en la capital británica Garbiñe mandó un mensaje llamativo. Siendo una tenista cada vez más completa, con la noción de haber ganado y perdido ya finales de Grand Slam, Muguruza se reafirmó bajo el brazo de Conchita. “Quiero ganar y quiero creerme que puedo ganar”. Ya no valía la victoria, Muguruza buscaba la sensación constante de triunfo. Una derrota peleada vale más que un victoria casual. El resto de lo sucedido en Londres es historia y bien conocido por todos.

El papel firmado en Doha, donde Muguruza quedó a tres juegos de levantar la copa, volvió a dar muestras de la atmósfera que crea con Martínez a su lado. El empuje de una jugadora convencida y casi imposible de parar. Con unos conceptos cada vez más asentados, unos progresos pendientes al servicio y en la red cada vez más trabajados pero, sobre todo, la convicción de que Muguruza cree en las palabras que escucha. Y ese puede ser el activo más potente de Conchita como asesora.

Martínez, además, parece ser capaz de templar los ánimos de Garbiñe. Y tiende a anular una de las imágenes que con mayor desproporción se suele dibujar sobre Muguruza: sus salidas de tono en la silla. Con las pulsaciones disparadas, la tensión de la alta competición y la presencia de un carácter fuerte, la caraqueña ha tenido diferentes salidas de tono en los últimos años. Respuestas cortantes a técnicos, miradas desafiantes desde la silla y gestos iracundos a la vista de todos. Martínez parece ejercer un respeto superior sobre Muguruza, dialogante y templada de principio a fin. Así fue durante la última edición de Wimbledon. Ni siquiera el desenlace adverso de la final de Doha, uno de los partidos más importantes de Garbiñe en los últimos meses, cambió el gesto estable de la exnúmero 1 mundial.

A sus 24 años, con una carrera que ya alcanza lo histórico y un puesto en el Top 5 mundial, Muguruza puede estar sentando las bases de su madurez. Conchita siempre estuvo presente, pero ahora además está cerca. Uno de los vínculos más fructíferos del circuito femenino sigue asentando su base. La unión siempre hizo la fuerza.

Cuando Conchita Martínez vio terminada su etapa como capitana de Copa Davis y Copa Federación el debe nunca fue deportivo. Devolvió la estabilidad al equipo masculino, de nuevo en el Grupo Mundial tras unos años de sesteo, y manejó con mano izquierda el rumbo del grupo femenino. Las grandes figuras del primero nunca cuestionaron su presencia y las líderes del segundo ni siquiera fueron consultadas sobre su marcha. Su labor como gestora de vestuario tuvo muchas más luces que sombras, una circunstancia poco habitual en vestuarios muy proclives a arrojar arañazos. Dos vestuarios en este caso.