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Garbiñe Muguruza resplandece en Nueva York y arrasa a Rybarikova
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se impuso por un doble 6-1

Garbiñe Muguruza resplandece en Nueva York y arrasa a Rybarikova

La jugadora española solo concedió dos juegos en todo el partido a su rival, que hace unos meses fue semifinalista de Wimbledon. Está desarrollando el mejor tenis de su carrera estos días

Foto: Garbiñe Muguruza, en su partido contra Rybarikova. (EFE)
Garbiñe Muguruza, en su partido contra Rybarikova. (EFE)

Pum, pum, pum. No hay quien la pare. Del servicio a entrar en la pista, de izquiera a derecha como si fuese las escobillas de un retrovisor. Pasos cortos pero decididos, acortando el recorrido y siempre, siempre, encontrando el golpe ganador. Magdalena Rybarikova fue semifinalista de Wimbledon, es a todas luces una buena jugadora, pero contra Garbiñe Muguruza fue un barquito de papel naufragando en el océano.

Garbiñe Muguruza está excelsa, no parece que nada ni nadie pueda derrotarla. En el torneo se ven jugadoras que fallan, que dudan, que ganan con problemas... y ella, imperial, sin casi dejar respirar a sus rivales. Rybarikova, en algún momento del partido, no solo pareció débil. Era mucho más que eso, era miedo en su mirada, era la asunción de que ni en esta vida ni en otra podrá alcanzar el nivel de lo que veía enfrente.

Porque Muguruza está en ese plan, sobrada de talento, de actitud, de todo lo que se le puede pedir a un tenista. Está más que contado que no siempre fue así, que las dudas quebraron su juego en el pasado y fue una jugadora vulnerable, imprevisible para mal, para muy mal ¿qué fue de aquella Garbiñe? Es difícil de decir, pero parece evidente que no ha aterrizado en el aeropuerto JFK. Nada parecido a eso, el avión lo ha cogido la misma que ganó Wimbledon y que ha pasado un verano florido. Esto no quiere decir que vaya a ganar siempre, nadie asegura la perfección, pero si alguien está cerca de ese punto en este momento es sin duda ella.

Foto: Sharapova llora tras su victoria. (Reuters)

Sonríe y mira a la grada, volvemos a las miradas. Si la de Rybarikova era de miedo la de Garbiñe es todo lo contario, exuda confianza, derrocha felicidad. Es la mirada del tigre, unos ojos ganadores de alguien que no va a menguar ni en las malas. Y esto no es un hipótesis, es algo demostrado en el propio partido. Después de arrasar en el primer set (6-1) Garbiñe sacó para empezar el segundo. Y la eslovaca le rompió el servicio. En otros tiempos esto hubiese sido el principio de un gran drama, de pelotas tiradas a la red o desperdiciadas más allá de la línea de fondo. Tener que remontar era una locura.

¿Qué hace la Garbiñe Muguruza actual? Ganar los siguientes seis juegos seguidos y llevarse así por el camino el set y el partido y todas aquellas cosas que le quieran poner por delante. Conseguir en toda una tercera ronda de un grand slam que tu rival (cabeza de serie número 31, para más señas) solo sea capaz de hacerte dos juegos en todo el partido es un grito de tenis. Las estadísticas son britales, Garbiñe no hace muchos saques directos, no está entre sus mejores herramientas aunque por físico pudiese parecer que tiene la capacidad para hacerlo.

Lo demás es lo más parecido a arrasar. Casi un 80% de primeros servicios, 14 golpes ganadores, solo 11 errores no forzados, 56 puntos ganados por 30 de la rival y 6 de 9 en bolas de break. Rybarikova corrió bastante más, casi 80 metros más que la española en todo el encuentro, que en el tenis es bastante. Y eso tiene una explicación. Garbiñe no necesita correr porque ya hace correr a la bola por ella. Quien gana la posición en la pista, y Muguruza en eso está imbatible, tiene el control del juego y es muy difícil que no gane.

Ya no pierde la paciencia

"Antes perdía la paciencia y ahora juego con más calma. Aquí sé que tengo que estar tranquila en las rondas finales. Estoy contenta con mi juego y por poder avanzar”, comentaba Garbiñe, a la que le ha cambiado hasta la voz. Ahora no da vueltas en sus palabras, no buscas excusas, tampoco las necesitas, es directa y nadie la va a parar.

Hay otro punto de ilusión en este estío neoyorquino, y es que el número 1 espera. Aún no lo tiene, pero la cábala va siendo cada vez más clara. Por ejemplo, sabe que con lo que ha hecho estará en lo más alto de la clasificación si Svitolina no llega a semifinales y Plisikova no alcanza la final. Pero cesa no es la cuenta que apetece, porque cuando se está en un torneo como el US Open el objetivo prioritario, más que el ránking, es llevártelo a casa. Porque, además, hablaríamos del tercer grande en la carrera de una chica de 23 años. Y todos ellos diferentes y en superficies distintas.

Lo puede conseguir. Nadie que la haya visto jugar esta semana duda del potencial. Las rivales de Muguruza son, por el momento, las más desdichadas del campeonato. Es cierto, en octavos tiene una prueba difícil. Kvitova es una campeona, tanto en WImbledon como en Nueva York. Y es, también, una excelente sacadora, de las que imponen ritmo infernal a los partidos. El corte de jugador que, en principio, peor le va a Garbiñe. Ahora, en el estado de forma actual la checa sabe que lo tiene que dar todo y encima tener suerte, a Muguruza no la quita del medio ni una apisonadora.

Llevaba años fracasando en Nueva York. Se decía abrumada por la metrópolis, un poco aplastada por los edificios, el gentío y ese ambiente de márketing general que vive la capital del mundo. Le daba miedo la ciudad. Todo aquello no era más que un constructo en la cabeza de Muguruza, una excusa si quieren. Ella sí está preparada tenísticamente para aguantar los neones y figurar en los rascacielos. Garbiñe es colosal y, lo mejor de todo, parece haberse dado cuenta por fin.

Pum, pum, pum. No hay quien la pare. Del servicio a entrar en la pista, de izquiera a derecha como si fuese las escobillas de un retrovisor. Pasos cortos pero decididos, acortando el recorrido y siempre, siempre, encontrando el golpe ganador. Magdalena Rybarikova fue semifinalista de Wimbledon, es a todas luces una buena jugadora, pero contra Garbiñe Muguruza fue un barquito de papel naufragando en el océano.

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