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¿Estamos ante el mejor Nadal? Cumple 31 años y nadie puede toserle
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98 victorias en 100 partidos a cinco sets en tierra

¿Estamos ante el mejor Nadal? Cumple 31 años y nadie puede toserle

La victoria en la tercera ronda con un solo juego en contra fue la más contundente de todas las que ha tenido en sus 277 partidos de Grand Slam. Se enfrenta ahora a Roberto Bautista

Foto: Rafa Nadal, en su partido contra Basilashvili. (Reuters)
Rafa Nadal, en su partido contra Basilashvili. (Reuters)

¿Estamos ante el mejor Rafael Nadal de siempre? La pregunta es retórica y de respuesta imposible. No se puede comparar el chico de 31 años de hoy con el de 19 más allá de lo obvio, que es que gana mucho y es un clarísimo dominador del tenis cuando de tierra batida se trata. Está en Roland Garros, su casa, con la mente puesta en ganar su décimo título en París, algo absolutamente inimaginable en un grand slam antes de que él empezase a dar raquetazos por las anaranjadas pistas de la ciudad de la luz. Llegar a ese nivel era imposible hasta que Nadal hizo que dejase de que serlo.

Eso significa que ha sido el partido en el que Nadal ha conseguido más diferencia con su rival en toda su carrera, al menos en Grand Slam. Y eso lo ha logrado después de, ni más ni menos, 277 partidos jugados en la más alta competición. Porque nadal, aún joven, no deja de ser un jugador que lleva ya 13 años dando vueltas por el mundo jugando a su deporte. Es insuficiente decir "jugando", su nivel de dominio requiere palabras más sonoras.

Otro dato, que de eso van estos primeros días. Nadal jugó ayer su centésimo partido al mejor de cinco sets sobre tierra batida. Ha perdido dos. Sí por improbable que parezca, tiene un 98% de victorias en esas circunstancias. Algo que en el deporte profesional se puede asimilar a... probablemente a nada. Hay historias de equipos invictos, de jugadores que pasan mucho tiempo consistentemente dominando. Pero no de individuos que se pasen una carrera entera -este sábado 3 cumple 31 años- y prácticamente no sepan lo que es perder.

"Mis estadísticas en tierra batida son importantes, estoy feliz de todo lo que me ha pasado, sobre todo aquí. Pero no hay que hablar de estadísticas, hay que hablar de Roland Garros, que es lo que importa ahora", despeja Nadal como si de un central rudo se tratase. Es parte del éxito, hablar poco, no dar nada por sentado, recordar siempre que esta vida solo recompensa el sacrificio, la dedicación y el trabajo, no a los que sueñan sino a los que aran.

Bautista, primer rival serio

Claro que, en este caso, el trabajo fue lo de menos. En una hora y media ya había finiquitado a su pobre rival, que tras el partido, cabizbajo, admitía que había sido un partido embarazoso. No es que no pensase que el desenlace probable era la derrota, los datos son mastodónticos a favor de Nadal, pero a todo profesional le incómoda la humillación. Y sacar un juego de diecinueve, de algún modo, lo es.

Terrícola, español, rondando siempre el top-20, no suena tanto su nombre como el de otros muchos en la competición, pero no deja de ser un rival peligroso. El de Castellón tampoco quiere engañarse a sí mismo, sabe que en una confrontación con Nadal a cinco sets las apuestas estarán siempre en su contra. "Es el rival a batir sobre tierra, creo que me creará más dificultades sobre tierra batida que Djokovic, a mí y a casi todo el mundo. El objetivo volverá a ser salir a la pista y darlo todo", reflexiona el tenista.

"Tengo que intentar hacer mi juego, jugar muy agresivo, jugar rápido y a ver que tal. Va a ser complicado, porque Rafa es muy agresivo con la derecha y está sacando mejor", reflexionaba Bautista, tan solo para terminar con la típica frase de quien se sabe víctima propiciatoria: "Saldré a disfrutar".

¿Estamos ante el mejor Rafael Nadal de siempre? La pregunta es retórica y de respuesta imposible. No se puede comparar el chico de 31 años de hoy con el de 19 más allá de lo obvio, que es que gana mucho y es un clarísimo dominador del tenis cuando de tierra batida se trata. Está en Roland Garros, su casa, con la mente puesta en ganar su décimo título en París, algo absolutamente inimaginable en un grand slam antes de que él empezase a dar raquetazos por las anaranjadas pistas de la ciudad de la luz. Llegar a ese nivel era imposible hasta que Nadal hizo que dejase de que serlo.

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