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Las curiosidades de Roland Garros, el 'grand slam' de los españoles
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el único grande que aún no tiene techo

Las curiosidades de Roland Garros, el 'grand slam' de los españoles

Nombrado por un aviador, si se quiere ser recogepelotas del torneo no se puede llevar gafas. Los cuatro mosqueteros del tenis francés son constantemente homenajeados

Foto: Roland Garros, bajo la lluvia (Reuters)
Roland Garros, bajo la lluvia (Reuters)

Wimbledon es la tradición, quizá porque en Inglaterra todo lo relacionado con el deporte parece estar ahí desde la prehistoria. Roland Garros, el torneo de los españoles, no tiene tanta fama en ese sentido, pero si se tiene en cuenta que empezó a finales del siglo XIX, le ha dado tiempo a adquirir determinadas costumbres y rarezas poco conocidas. Empezando, por supuesto, por su nombre.

Roland Garros

En Estados Unidos lo conocen como el Abierto de Francia, pero el nombre oficial, el que se ve en el escudo, es el de Roland Garros. Nada tiene que ver su vida con el tenis y sí mucho con 'la grandeur' francesa. Garros fue un aviador que en la Primera Guerra Mundial que ideó un sistema para incorporar una ametralladora al vuelo. Eso le llevó a derribar cinco aviones enemigos, lo que en la aviación se conoce como ser un as. Murió en las Ardenas, derribado por el fuego enemigo, y se convirtió en héroe nacional.

¿Cómo llegó a darle nombre a un torneo? La Federación Francesa de Tenis, que organiza cada año el evento, vio que el lugar en el que estaban colocados se les había quedado pequeño. El tenis estaba de moda y necesitaban un lugar más acorde con el campeonato que querían organizar, así que llamaron a las instituciones públicas para que les echasen una mano. El Estado les hizo caso y les concedió tres hectáreas en Porte d'Auteil, pero solo a cambio de que llamasen al recinto como aquel héroe nacional, algo a lo que la FFT no puso ningún problema. Con el tiempo el nombre del recinto terminó dándole nombre también al torneo entero.

Philippe Chatrier y Suzanne Lenglen

Otros dos nombres que se convierten en rutina durante estas semanas, porque designan a laas dos pistas más grandes del recinto. La principal, la central, es la Phillippe Chatrier, a quien le encantaba el tenis y hubiese sido su sueño ser un gran jugador. No lo fue, se quedó por el camino y tuvo que conformarse con ser periodista, un modo tan bueno como cualquier otro de estar al lado de su pasión, ya que con su pasión a secas no podía ganarse la vida. Su afición le hizo fundar una revista de tenis, meterse en la federación francesa y terminar siendo clave en la expansión del deporte. Como regalo, un nombre para la historia.

Y Suzanne Lenglen, por fin una deportista de éxito. El tenis es uno de los primeros deportes en los que existieron las estrellas y 'La Divina' fue una de las primeras. Ganó seis veces Wimbledon, dos más en Roland Garros y se convirtió en una presencia corriente en la prensa francesa de su época. Así que en 1997 se decidió rendirle un homenaje con el nombre de la pista y, también, el del trofeo femenino, que se llama Copa Suzanne Lenglen.

El techo

En ningún torneo se mira tanto al cielo como en Roland Garros. El resto de 'grand slams' ya han conseguido adecuar sus pistas a la modernidad y techar al menos las centrales, lo que les permite jugar incluso cuando llueve. Pero en Francia las cosas de la burocracia van más despacio, y por más que lo piden son incapaces de encontrar una manera de cubrir la pista central. "Las cosas avanzan lentamente en Francia", explica Guy Forget, presidente de la federación francesa. No llegará hasta 2020. Por lo menos.

La copa de los Mosqueteros

No, el trofeo que se le ha entregado en nueve ocasiones a Rafael Nadal nada tiene que ver con Athos, Porthos y Aramis. Pero sí, y mucho, con el tenis. René Lacoste, Henri Cochet, Jean Borotra y Jacques Brugnon son historia de Francia gracias a su victoria en la Copa Davis de 1927 contra el poderosísimo equipo de Estados Unidos. Fueron recibidos como héroes y denominados como los cuatro mosqueteros. Ellos, que ganaron el Abierto de Francia, tienen estatuas en el recinto de Roland Garros y como colectivo le ponen nombre al trofeo del individual masculino. Las gradas de la Philippe Chatriere toman el nombre de cada uno de ellos.

Recogepelotas

Durante las dos semanas que dura el torneo se utilizan más de 65.000 pelotas de tenis y los encargados de moverlas por las pistas son niños de 12 a 16 años. No vale cualquier niño: los 250 voluntarios que ejercen como recogepelotas no pueden medir más de 1,75 y no pueden llevar gafas o lentillas.

Polvo de ladrillo

Las pistas de tierra batida están hechas de este material, polvo de ladrillo. La pista central del torneo necesita 1,5 toneladas para ser cubierta, aunque es cierto que tiene más espacio entre la línea de fondo y la grada que las pistas habituales en el circuito. Las primeras pistas de tierra se construyeron gracias a los hermanos Renshaw, dos ingleses que se trasladaron a Cannes a vivir e intentaron emular allí las pistas de hierba que ellos conocían. El clima hizo inviable el invento, pero ellos decidieron recubrir la superficie de polvo de terracota.

Wimbledon es la tradición, quizá porque en Inglaterra todo lo relacionado con el deporte parece estar ahí desde la prehistoria. Roland Garros, el torneo de los españoles, no tiene tanta fama en ese sentido, pero si se tiene en cuenta que empezó a finales del siglo XIX, le ha dado tiempo a adquirir determinadas costumbres y rarezas poco conocidas. Empezando, por supuesto, por su nombre.

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