La altura de Madrid invita a Nadal probar sus nuevas armas: el segundo saque y la volea
El español, cómodo en el ambiente de la capital, aspira a demostrar que esta temporada es la suya. Sus victorias en Montecarlo y Barcelona invitan al optimismo, pero Madrid es diferente
Rafa Nadal se sienta en la mesa de la sala de conferencias de la Caja Mágica y el ruido es inconfundible. Una ráfaga de fotografías acapara el sonido de la habitación. Son minutos con el mismo traqueteo, con las cámaras de última generación exprimiéndose al máximo y los objetivos funcionando a pleno rendimiento. Porque en todo el mundo Nadal es una presencia especial, pero en Madrid es algo más que eso, no entra tanto un tenista como una leyenda local. Su visita a la parte pública se ha hecho un poco de rogar. Una otitis se la obligado a retrasar un poco sus rutinas. Nada grave, solo molestias.
"He sentido cariño en todo el mundo, pero en ningún sitio me tratan como en España. El apoyo de la gente ha sido siempre casi incondicional y me ha ayudado en el pasado a ganar partidos. El cuadro no es el soñado, pero vengo de hacer las cosas bien y jugar en casa es un plus", expresa el 14 veces ganador de grand slam. Barcelona tiene un respeto casi reverencial por el ídolo, una relación cómplice. Madrid va un poco más allá, la pista es más caliente y siempre está rendida al ídolo. No hay dudas, no hay otros condicionantes, si Nadal pisa esta tierra el público es suyo.
Gesticula, se siente más o menos cómodo, o todo lo cómodo que se puede encuentra un tenista fuera de la pista. En su mano derecha el reloj de Richard Mille que le acompaña desde hace años. El bronceado contrasta de un espacio con menos color que corresponde, sin duda, a la cinta de pelo con la que juega. No viene de vacaciones, al contrario, lleva tanto tiempo jugando bien que prácticamente no ha podido permitirse un respiro. Después de una gira de pistas duras muy buena pero sin triunfos finales ha llegado a la tierra y ha vuelto la tiranía. Es un tenista en su ambiente.
Madrid, en todo caso, es un poco diferente. En la Caja Mágica ha ganado menos, también porque las condiciones no son tan buenas para él como en otros entornos. Se gasta un poco aquello de que esta ciudad está a 600 metros por encima del nivel del mar. Es cierto, y es innegable que eso repercute en el tenis, hace de este evento algo un poco menos previsible. En Madrid han ganado más jugadores de pista dura que en Montecarlo o Roma. La pelota vuela mal y ellos son felices. Lo que no puede la capital es bajarse de esa meseta que tiene por pedestal. Es lo que hay.
Para amortiguar estas cosas de la topografía, el torneo se esmera cada año en hacerle la vida lo más sencilla posible a Rafa Nadal. No es algo tan exclusivo, el ramillete de los mejores jugadores siempre son tratados con guante de seda, por si acaso, y mucho más si, como es el caso, es producto local. Nada ilegal, simplemente ofrecerle una semana un poco más cómoda con cuestiones como los horarios. Por ejemplo, Nadal y el torneo habían pactado que empezaría su andadura el martes, pero finalmente, por la otitis, han decidido que mejor retrasan un día su estreno.
La cábala dice que jugará por la tarde y no de noche, porque el Real Madrid juega a las 20.45 la semifinal de la Champions y prefiere no coincidir. Así puede verlo. Aunque esto último también tiene una cuestión de audiencias, Nadal es el mejor producto que puede ofrecer el Madrid Open y ponerlo a competir con un derbi de fútbol no es la opción adecuada.
La mejor estadística de segundo servicio
Jugar en Madrid es un reto, también para las adaptaciones del tenis. En ese sentido, todo mejor que bien. Nadal está muy suelto esta temporada, en lo que siempre fue fuerte y, también, en algunos detalles que en otras temporadas no ha sido tan brillante. Él mismo señala su mejoría en el segundo servicio, donde una vuelta más de agresividad le ha empujado a ser mejor. "Se está intentando que el segundo saque sea un poquito más duro, está funcionando bien. También es verdad que cuando los resultados acompañas uno se atreve más a cambiar direcciones con el segundo saque y apurar con la velocidad. Estoy jugando bien, estoy sacando bien. El segundo saque ha sido importante, estoy en las estadísticas en las primeras posiciones y creo que es una estadística muy importante, los años que he estado más arriba siempre he estado entre los primeros en las estadísticas de punto ganado con el segundo saque", comenta Rafa.
Y solo hay que ver las tablas para constatar que el dato es cierto. De hecho, en los últimos 12 meses no hay un solo jugador con mejor porcentaje de puntos ganados con el segundo servicio. Un 59%, una cifra sensacional lograda con ese punto más de fuerza y, también, con algo más de variedad en ese momento del juego. Nadal no es, nunca lo fue, un gran sacador, por lo que saber dominar desde el segundo saque es especialmente importante para él. Y en eso está, de momento prueba superada.
En esto tiene que ver, por descontado, la entrada de Carlos Moyá como entrenador. Estos días se habla mucho de la revolución Djokovic, pues el serbio ha decidido cambiar completamente su equipo de trabajo y empezar de cero. Nada que ver, por supuesto, con lo de Nadal, que no ha hecho más que incorporar una pieza que sabía que le iba a ir bien, pues en todo caso estaba ampliamente testada. "Tenemos a Carlos en el equipo este año, lo cual es muy positivo para mí, pero al mismo tiempo, es cierto que Carlos ha sido una persona muy conocida para mí y para todo el equipo, no ha sido un gran cambio, solo incorporar algo que ha sido positivo, todo el mundo está muy contento con ello, personalmente yo también. Yo no puedo analizar lo de Novak, creo que si él piensa que necesita eso y si es así será la decisión correcta, pero yo no puedo hablar de cosas que no sé", expresa Nadal. Mejor no meterse en jaleos, que lo que pasa con Djokovic no afecte en absoluto.
Un cambio, pero no radical
Tener un entrenador nuevo es una manera también de no acomodarse, de incorporar a la rutina de trabajo pequeños matices que hagan que el día a día nunca sea aburrido. En ese contexto se entiende mejor el trabajo con el segundo servicio: "Uno necesita evolucionar, al final necesitas ilusiones y objetivos que te permitan entrenar con ilusión de mejorar alguna cosa, si no todo se hace demasiado monótono. Entrenar por entrenar tiene poco sentido. La motivación te la dan los objetivos".
Esto, en realidad, no deja de ser parte de la historia de Rafael Nadal, uno de los principales motivos por los que se convirtió en una leyenda. Tiene poco que ver con Moyá y mucho con él mismo, que no hubo un solo día en su carrera en el que no pensase en ser un mejor tenista. El terrícola que terminó ganando en la hierba de Wimbledon, en el cemento de Australia y de Nueva York.
Un canibal que tenía ángel desde su adolescencia pero no se conformó con lo que venía de fábrica sino que se empeñó cada día en ser un mejor jugador. Y lo logró. Más aún, cuando las cosas empezaron a ir mal, cuando incluso se le dio por amortizado entre lesiones y pérdida de confianza, él retomó su juego, encuadró su tenis en la excelencia y volvió. Hasta el punto de llegar a Madrid como favorito, a serlo también para Roland Garros. Nadal nunca deja de luchar, y esto no es solo la casta del guerrero, simplificación constante con él, también es una pelea eterna por la excelencia.
En esa escalera hasta ser un jugador mejor también se incluyó la necesidad de volear mejor, algo que consiguió hace tiempo aunque, quizá, no siempre se le haya reconocido como debiera. Nadal, que por naturaleza es un jugador de fondo de la pista, hace años que domina el arte de acercarse a la red tanto por su inteligencia para encontrar huecos donde no parece haberlos como por una capacidad mayor de la que se acredita para atacar sin que la bola toque al suelo. "Hace años que mejoré la volea y el hecho de estar jugando bien te ayuda a ir hacia adelante y a tomar decisiones de subir a la red. Cuando eso ocurre mis estadísticas de veces que subo a la red son muy favorables. Pero para subir tengo que tener confianza y tengo que poder dominar desde el fondo de la pista", analiza el jugador español.
No siempre fue así, al Nadal que no llegaba a los 20 años le costaba dominar esas bolas. Ahora da clases al respecto. La constante evolución de un jugador que nació ungido para ser de los mejores. La rebeldía de la estrella, que lo es y que ahora, en Madrid, aspira a dejarle a su público un año más su mejor versión. Porque de eso siempre se trató con Rafa, intentar ser cada mañana el mejor jugador del circuito.
Rafa Nadal se sienta en la mesa de la sala de conferencias de la Caja Mágica y el ruido es inconfundible. Una ráfaga de fotografías acapara el sonido de la habitación. Son minutos con el mismo traqueteo, con las cámaras de última generación exprimiéndose al máximo y los objetivos funcionando a pleno rendimiento. Porque en todo el mundo Nadal es una presencia especial, pero en Madrid es algo más que eso, no entra tanto un tenista como una leyenda local. Su visita a la parte pública se ha hecho un poco de rogar. Una otitis se la obligado a retrasar un poco sus rutinas. Nada grave, solo molestias.