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Bouchard sale victoriosa del reto con su enemiga "la tramposa" Sharapova
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se impuso por 7-5, 2-6 y 6-4

Bouchard sale victoriosa del reto con su enemiga "la tramposa" Sharapova

La canadiense llevaba un año pésimo, pero su motivación contra la rusa le recordó que es una enorme tenista cuando se pone. En un partido vibrante la 'wild card' cayó eliminada

Foto: Bouchard y Sharapova se saludan al terminar el partido. (Reuters)
Bouchard y Sharapova se saludan al terminar el partido. (Reuters)

Las miradas eran frías como el acero y nada tenía que ver que una fuese rusa y la otra canadiense. Entre Eugenie Bouchard y Maria Sharapova hay ojeriza. Probablemente no la hubo antes pero, como tantas otras broncas, en algún momento tenía que empezar. La joven canadiense no entiende que su rival esté jugando en este torneo como si nada. No acepta que consiga una invitación cuando ha mancillado su deporte con una sanción por dopaje. Que los rectores de este deporte se rindan a Sharapova sin más, que casi le rían la gracia. No quiere, en definitiva, que las cosas sean como realmente son.

"Es una tramposa, y no pienso que a una tramposa, en cualquier deporte, se le deba permitir volver a jugar de nuevo. Sería injusto con las otras jugadoras que sí cumplen las normas. Pienso que la WTA está mandando el mensaje equivocado: haz trampas y te recibiremos con los brazos abiertos". Esta frase de Bouchard es, probablemente, la más dura entre todas las que han tenido las compañeras de Sharapova estas últimas semanas. Ha habido otras que han torcido el gesto, pero ninguna fue tan tajante. Tampoco sorprende, la canadiense es, a sus 23 años, uno de los versos sueltos del circuito. Y lo mismo defiende los vestidos vaporosos de Nike que carga contra una rival a la que no considera legal.

"Mi tenis habla por sí mismo, es en eso en lo que me centro. No tengo nada que decir, estoy por encima de eso". Esta es la respuesta de Sharapova, siempre ajena a todo lo que ocurre a su alrededor. Su estrategia de relaciones públicas ha pasado por las revistas de moda más célebres del mundo, un poco de contrición, un mucho de no asunción de culpa y un intento constante de hacer como si nada de esto hubiese pasado. Las invitaciones de los torneos, lo más polémico en este proceso, no la preocupan. Es Sharapova, no es una más. Eso, en realidad, es el nudo de este asunto. Otra no tendría invitaciones y, consecuentemente, no hubiese levantado tanto polvo a su alrededor.

Pero ella, la gran Masha, tiene cinco torneos de grand slam y ha sido la deportista femenina con más ingresos en los últimos años. El carisma, la imagen, la capacidad para destacar en un mundo donde hay muchas iguales. Un puesto, por cierto, al que un día aspiro Bouchard. Con 20 años hizo final en Wimbledon y parecía que se iba a comer el mundo. Perfil publicitario, además, no le falta. Ahí se paró todo, ahora, con 23 años, son más comentados sus constantes cambios de entrenador, sus lagunas mentales y su amor por la moda que su tenis.

Y eso que, cuando le sale la tarde, su tenis está ahí. Golpes no le faltan parta jugar a este deporte, aquel resultado de Wimbledon es anómalo, porque no lo ha ratificado después con otros grandes torneos, pero no engaña. Nadie llega tan lejos sin dominar la raqueta. A veces, sin embargo, no se puede o no se sabe. O se necesita una motivación para el día a día que no se encuentra con tanta facilidad.

Querer ganar sobre todas las cosas

Claro que los hados del torneo de Madrid hicieron posible que, en segunda ronda, se vieran las dos recientes enemigas. Era un duelo enorme en la noche de Madrid, y eso que el campeonato acaba de empezar. Motivación no faltaba, ni para Bouchard, que no entiende lo que pasa, ni para María, que quiere demostrar que sigue siendo la mejor. En realidad, a la rusa nadie la recuerda sin dejarse todo en la pista. Porque sí, dio positivo por meldonio, pero el carácter ganador no le venía tanto de esa trampa como de una historia entera de ferocidad y hambre competitiva.

Lo que se vio, consecuentemente, fue un partidazo. Dos tenistas que se miraban poco y mal, dos jugadoras que a su máximo nivel son enormes. Una pelea a todo poder que terminó del lado de Bouchard. Quizá fue cosa de la confianza personal o casi una 'vendetta' personal. La canadiense parece querer erigirse como el talismán del deporte limpio y en eso estuvo. Pocos momentos de dudas, sin sus habituales desconexiones, agarrándose a la tierra batida, que no es su mejor superficie pero en este caso serviría de contexto para su primera victoria ante Sharapova.

Sí, se habían cruzado cuatro veces antes y nunca había estado cerca de ganarla. Una vez la llevó al tercer set pero, hasta este torneo de Madrid, siempre se fue a casa cabizbaja y con la sensación de que era peor jugadora que su rival. Esta vez, como era algo casi personal, se lo tomó pronto de otra manera. Y no le importó verse abajo en el primer set, con una rotura de saque en contra que parecía prever un desenlace fatal. No, subió su nivel de tenis, intentó mover a Sharapova de un lado al otro y terminó llevándose el parcial.

Tampoco pareció dudar cuando, en el segundo set, Masha fue mejor. La rusa tiene un despliegue excepcional de tenis, una variedad y potencia de golpes casi inmejorable. Tanto es así que la semana pasada, en su vuelta tras la sanción, se metió en semifinales de Stuttgart sin grandes problemas. Como diciendo "aquí estoy yo, no creáis que me he perdido". Esa fue la sensación que dejó en el segundo set. Superados algunos problemas con el servicio, que es bueno pero irregular, desplegó su mejor tenis, el que la convirtió en una de las mejores jugadoras del circuito. Y ahí Bouchard poco pudo hacer. Economizar esfuerzos, si acaso, que quedaba un tercer ser por delante y ella se había autoimpuesto una misión.

Lo tenía muy claro, esta no iba a ser una más de sus muchas salidas tempraneras de un torneo. Está la 60 del mundo, una cifra ridícula para una jugadora que tiene potencial para estar entre las mejores. Le faltan motivos para engancharse al deporte, pero esta vez lo tenía enfrente. Sharapova, a la que ya había avisado que enfrentaría con más ganas. Afiló los dientes, empezó a moverse mejor que en el set anterior y, de nuevo, el tenis volvió a funcionar.

De un lado al otro, porque la rusa aún no está a tope. Le falta ritmo competitivo, no hay deportista que tras mucho tiempo parado vuelva con las mismas prestaciones que antes. Los entrenamientos son necesarios, ella los ha hecho, pero no dan todo lo que requiere el deporte profesional. Reencontrarse con las mejores rivales es lo que termina de afinar el juego, exactamente lo que no ha tenido Sharapova, a la que Vaisfalta movilidad en las piernas e intuición en este momento de su vuelta. Bouchard se aprovechó también de eso, reconoció los errores de su rival y se apresuró a correr a por ellos. Ni un solo respiro, ni una bola corta, todos los envíos fueron con intención.

Y ganó, vaya si ganó. Una victoria que, además, puede ser un punto de inflexión en su año, que estaba siendo horrible. En Madrid ya ha ganado dos partidos, cosa a la que no acostumbra. Este partido, además, es de calidad, porque la rival tiene nombre y puede animar a Bouchard a tomarse más en serio su profesión. Si puede jugar así ¿por qué va a hacerlo de otra manera? Es cierto, no siempre, es más, casi nunca, al otro lado de la red estará lo que ella considera una tramposa. No competirá por la limpieza del deporte ni para recordarle a los torneos que se equivocan y mucho haciéndole el juego a una sancionada por dopaje. Pero siempre podrá pelear por Eugenie Bouchard, por una carrera prometedora y una jugadora que lo puede hacer muy bien. SI se pone a ello conseguirá que se la recuerde más por su talento que por su Instagram. A tiempo está.

En cuanto a Sharapova, la celebridad, le queda camino por recorrer. Su objetivo en estos torneos era recordarle a todos que ella es inevitable, que las invitaciones le llegan porque es la mejor y así debe ser. Su manera de llamar la atención a Roland Garros o a Wimbledon, a los que quiere ir también con una 'wild card' era que su juego fuese tan elevado que nadie la quisiese tener lejos. En Alemania la imagen fue la mejor. En Madrid, no tanto.

Las miradas eran frías como el acero y nada tenía que ver que una fuese rusa y la otra canadiense. Entre Eugenie Bouchard y Maria Sharapova hay ojeriza. Probablemente no la hubo antes pero, como tantas otras broncas, en algún momento tenía que empezar. La joven canadiense no entiende que su rival esté jugando en este torneo como si nada. No acepta que consiga una invitación cuando ha mancillado su deporte con una sanción por dopaje. Que los rectores de este deporte se rindan a Sharapova sin más, que casi le rían la gracia. No quiere, en definitiva, que las cosas sean como realmente son.