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Rafa Nadal no quiere ser modelo a seguir, pero lo ha sido para Carolina Marín
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el tenista prologa el libro de la volantista

Rafa Nadal no quiere ser modelo a seguir, pero lo ha sido para Carolina Marín

El tenista se muestra más maduro cerca ya de los 30 años y más relajado tras los buenos últimos resultados. Prefiere no tener que cruzarse con Djokovic en el torneo

Foto: Nadal, con Carolina Marín y Fernando Rivas.
Nadal, con Carolina Marín y Fernando Rivas.

Nadie está preparado para ponerse en la piel de Rafa Nadal. Todo aquel que le analiza, le sigue y trata de entenderle tiene por el camino el muro de las sensaciones, de no saber lo que es que un estadio entero coree tu nombre, ni levantar un trofeo ante las cámaras de todo el mundo, ni cobrar decenas de millones por vivir pegado a una raqueta. No hay manera de vivir lo que vive alguien así, aclamado, querido, idolatrado. Alguien a quien no se le distinguen fallos, y no porque no los tenga, sino porque ha traspasado esa línea en la que lo real, el día a día, siempre queda por debajo de lo ya vivido. No importa que gane o que pierda, porque los recuerdos siempre están ahí para deformar el presente. Tiene comprada todas las bulas con su enorme carrera.

Nadal es un icono o, como muchos dicen, un ejemplo a seguir. Hay, en el periodismo y en la sociedad, una pequeña disfunción que iguala el éxito conla ética, que entiende que ser un enorme tenista -o baloncestista, o futbolista- te hace un referente moral. No tiene por qué ser así, y es el propio Nadal quien, con cabeza, no acepta tan fácilmente el personaje de guía. "No me planteo ser un modelo a seguir, cuando uno se siente un modelo a seguir pierde la naturalidad y se puede volver arrogante", explica Nadal. Está a solo unos meses de cruzar la barrera de los 30, lleva 15 siendo profesional y todo eso, lógicamente, deja un poso que permite ver las cosas con más calma.

"Intento hacer las cosas lo mejor que sé y si después, siendo yo, soy un buen modelo a seguir encantado y si no, que no me sigan. Uno no puede vivir pensando en ser un modelo a seguir", enfatiza en rueda de prensa el balear. El caso es que, queriéndolo o no, lo es. Y no hay que ir muy lejos para tener pruebas. Basta con escuchar las primeras entrevistas que concedía Carolina Marín, hoy doble campeona del mundo. No había que rascar mucho para sacarle quién era su ídolo: Rafael Nadal. Hoy ese referente, el personaje a quien admiraba en su juventud, prologa el libro que cuenta su historia y que ha coescrito con su entrenador, Fernando Rivas.

En la jornada de este martes estuvieron dialogando un rato. Dos de los mejores emblemas del deporte español. El mejor tenista y la chica que demostró que para ser muy buena con la raqueta y el volante no necesitas haber nacido en Asia. Su madurez también tiene un mayor reconocimiento por los de al lado. Él siempre fue disciplinado con los compromisos, pero ahora los toma con más filosofía, con mayor interés. Tiene que ver con la madurez personal, también con los buenos resultados. Nadal va por días, pero ahora mismo parece más relajado, más conforme al ver que los entrenamientos -muchos y muy duros, él siempre fue un extremo trabajador- empiezan a dar sus frutos.

Saber gestionar las cosas que suceden, especialmente cuando no son positivas, también curte. Nadal siempre fue contundente en sus opiniones, y en eso no ha cambiado, pero actualmente tienen un punto más de reflexión, más fondo. Le pasa, sobre todo, en su batalla por el dopaje, en su intento de demostrar que él no es sospechoso y que quien le acusa, como la exministra francesa Roselyn Bachelot, miente. De hecho, con todo lo ocurrido, se ha puesto a la cabeza de los que piden que se publiquen todos los análisis a los que se someten, algo que no se hace y que puede tener problemas respectivos a la privacidad del deportista.

Duro contra el dopaje

"Que los que hacen las cosas mal lo paguen. Las cosas que no se hagan bien que salgan a la luz. La especulación daña la imagen del deporte y del deportista. El deporte tiene que ser limpio y también parecerlo, para que lo sea, la transparencia tiene que ser total", cuenta Nadal, que está molesto con la probable destrucción de las bolsas de la Operación Puerto por man dato judicial. "Parece que se van a destruir según que tipo de pruebas, para el deporte español eso es una terrible noticia".

Todo esto no quiere decir que Nadal tenga dudas sobre la limpieza de su deporte. "Es una opinión personal, creo que tenemos un buen sistema, creo en él, además independiente del circuito. Creo que los jugadores están totalmente limpios, pero es bueno que el público salga también de cualquier tipo de dudas", dice con mucha seguridad.

Y en esta sinceridad tan radical también entra reconocer que ver a Djokovic en la final es una buena noticia, pero que si puede estar él y no el serbio, pues mucho mejor. "A mí me gustaría ganar los máximos partidos posibles, no vengo aquí a contar mentiras, soy honesto con lo que digo. Si yo estoy en la final prefiero enfrentarme a otro que no sea Djokovic, si te enfrentas al mejor jugador del mundo las opciones son menores", cuenta. Y eso, que tantas veces niegan los deportistas, no deja de ser una cuestión de lógica: mejor cuanto menos duro.

Nadie está preparado para ponerse en la piel de Rafa Nadal. Todo aquel que le analiza, le sigue y trata de entenderle tiene por el camino el muro de las sensaciones, de no saber lo que es que un estadio entero coree tu nombre, ni levantar un trofeo ante las cámaras de todo el mundo, ni cobrar decenas de millones por vivir pegado a una raqueta. No hay manera de vivir lo que vive alguien así, aclamado, querido, idolatrado. Alguien a quien no se le distinguen fallos, y no porque no los tenga, sino porque ha traspasado esa línea en la que lo real, el día a día, siempre queda por debajo de lo ya vivido. No importa que gane o que pierda, porque los recuerdos siempre están ahí para deformar el presente. Tiene comprada todas las bulas con su enorme carrera.

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