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El resurgir de Federer: puede volver a ser el número uno con 33 años y batir a Agassi
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el suizo se reencuentra tras la amargura de 2013

El resurgir de Federer: puede volver a ser el número uno con 33 años y batir a Agassi

Roger recupera el número dos tras un año y cinco meses. Podría acabar 2014 como número uno y superar a Agassi como el tenista de mayor edad en lograrlo

Foto: Roger Federer celebró por todo lo alto su primer triunfo en el Masters 1000 de Shanghai.
Roger Federer celebró por todo lo alto su primer triunfo en el Masters 1000 de Shanghai.

Roger Federer está de vuelta. El pasado domingo, el tenista suizo se impuso en la final del Masters 1000 de Shanghai al francés Gilles Simon (7-6 y 7-6). Una semana que arrancó con remontada y sudores fríos y acabó siendo una demostración de experiencia y saber estar en los momentos calientes. Se estrenaba en la ciudad más poblada de China a medias, puesto que en 2006 (James Blake) y 2007 (David Ferrer) ya logró vencer en la final de la Copa de Maestros. De esta manera, el ganador de 17 Grand Slam lograba su título ATP número 81, el vigésimo tercero de Masters 1000. Por delante, el hombre con más ‘Majors’ en su palmarés sólo es superado en victorias en el circuito profesional por el estadounidense Jimmy Connors (109) y el checo Ivan Lendl (94). Una alegría que, además de los 632.500 euros del premio, le coloca este lunes como nuevo número 2 de la ATP por delante de Rafael Nadal y le brinda la posibilidad matemática de acabar 2014 como número uno y destronar a Djokovic. El broche de oro que confirmaría el despertar de un genio que hace menos de un año parecía languidecer irremediablemente.

No era mi objetivo hasta ahora, porque estaba demasiado lejos. Pero es cierto, que si logro ganar la Copa Másters en Londres sería diferente", reconocía tras la victoria sobre Simon. Toca echar cuentas. En estos momentos, Federer se encuentra a 990 puntos del serbio en la Carrera hacia Londres, la que se tiene en cuenta para dirimir el puesto que ocupan los tenistas en el ranking. Por delante, a Federer le quedarían por disputar Basilea (500 puntos), el Masters 1.000 de París (1000), la Copa Masters de Londres (1500) y la final de la Copa Davis ante Francia, donde conseguiría 150 puntos si gana sus dos partidos y 75 si consigue levantar su primera ensaladera junto a sus paisanos. Contando con que Djokovic no va a sumar en Basilea ni en la Davis, un triunfo en Londres podría hacer realidad algo impensable hasta hace nada.

"Ahora voy a volver a Suiza y ahí veré cuáles son mis prioridades en este momento: si el ranking, o París, el Másters... Hay que elegir, y después tal vez ver cuánta energía queda al final", insistía, como si el tema de ser el número uno no le robara el sueño y hubiera otras prioridades en su lista. En caso de acabar el año a lo grande, Federer superaría a Andre Agassi y se convertiría en el tenista de más edad en alcanzar el número uno. En 2003, el estadounidense llegó a liderar el ránking con 33 años, 3 meses y 27 días. Federer, que hoy suma 33 años, 2 meses y 4 días, lo sería más tarde que el hombre que en su autobiografía ha reconocido que llegó a odiar el deporte que le hizo grande. Un nuevo récord en su prolífica carrera que se encuentra al alcance de la mano y confirmaría el resurgir del gigante dormido.

Federer sabe que si las lesiones le respetan podremos seguir disfrutando de su grandeza algunos años más. Algo que de momento (crucemos los dedos) ha sido así. "No he tenido un calambre desde 1999. […] Nunca perdí por el estado físico, especialmente al final de mi carrera donde he trabajado duro. Yo hice eso. He sido muy afortunado e inteligente al entender cómo tengo que trabajar y cuándo tengo que trabajar. Así que estoy muy contento de haber estado libre de lesiones durante tanto tiempo. Espero que todavía pueda mantenerme unos buenos años en el circuito", declaraba el domingo. Por su inigualable técnica y su infinito repertorio sobre una pista de tenis, es raro ver Roger Federer correr de un lado a otro de la pista con la lengua fuera. No le hace falta. La técnica supera al físico y, a diferencia de Nadal y otros jugadores cuyo juego depende en gran medida de la potencia física, le permite evitar la sobrecarga y la extenuación que sufren otros tenistas.

Tres años subido en una montaña rusa

Allá por mayo de 2011, en su blog de ESPN, la ilustre tenista argentina Paola Suárez, inseparable compañera de fatigas de Vivi Ruano en el dobles, lamentaba profundamente el bache deportivo por el que atravesaba uno de los jugadores que más admiración le despertaban. “¿Le quedan muchos años de tenis en su mejor versión? Tampoco, de hecho esta ya no es su mejor versión, pero aún así es lo suficientemente peligroso como para seguir optando a ganar grandes torneos. Calidad y experiencia le sobran para hacerlo. Es decir, Roger todavía puede ganar algún Grand Slam más. Volver al número 1 sería muy difícil salvo lesiones de sus rivales, o que se diera que Nadal y Djokovic bajaran el nivel que vienen demostrando desde que comenzó 2011”, reflexionaba basándose en los resultados del suizo. Aquel año, pese a conseguir cuatro títulos (Copa de Maestros de Londres, Masters 1000 de París, Basilea y Doha) y perder dos finales (Roland Garros y Dubai) se quedaba sin aupar un Grand Slam por primera vez desde 2002.

Pero se sobrepuso y volvió por sus fueros con un 2012 donde cayeron seis victorias (Wimbledon, Cincinnati, Madrid, Indian Wells, Dubai y Rotterdam) y alcanzó cuatro finales (Copa de Maestros de Londres, Basilea, Juegos Olímpicos y Halle). Resultados que, tras el triunfo en Wimbledon, le valieron para sumar 16 semanas más al frente de la clasificación y dejar la cuenta en 302, la mejor marca de todos los tiempos por delante de Pete Sampras (286). Sin embargo, no había que estrujarse demasiado los sesos para darse cuenta de que no estábamos ante el mismo Federer que gobernó con mano de hierro durante 237 semanas consecutivas (del 2 de febrero de 2004 al 17 de agosto de 2008) el tenis mundial. A finales de octubre, la ciudad que alumbró al genio vio como Del Potro desposeía a su hijo predilecto del triunfo y, por el mismo precio, del número uno.

Se iniciaba así una de las épocas más complicadas de su carrera. 2013 fue un año maldito. Los más osados no dudaron en anunciar a los cuatro vientos el fin de una de las dictaduras más estilosas que ha vivido el mundo del deporte. Nadie reconocía al hombre que había logrado estar presente en diez finales de Grand Slam consecutivas. En la chistera, la media sonrisa que puede provocar ganar Halle a un jugador destinado a competir siempre por las cotas más altas. Una final en Basilea y otra en Roma completaron el inesperado (por escaso) botín de Federer. Un hundimiento fraguado en eliminaciones tempraneras ante rivales de poca monta en una de las peores crisis de juego que se le recuerdan. Su falta de confianza quedaba patente a la hora de levantar partidos a priori sencillos. Sergiy Stakhovsky (por entonces 115 del mundo) le apeó en segunda ronda de Wimbledon; Federico Delbonis (por entonces 114 del mundo) le privó de la final en Hamburgo y Daniel Brands (por entonces 55 del mundo) se deshizo de él en octavos de Gstaad.

Sin iniciativa y con la capacidad de resolución deshilachada, aquellas no fueron los varapalos más llamativos de Federer. En el Masters de Madrid el japonés Kei Nishikori le endosaba un 6-4, 1-6 y 6-2 en cuartos. Después, en la tierra de París, Jo-Wilfried Tsonga (7-5, 6-3 y 6-3) también le ponía de patitas en la calle en la antepenúltima ronda del torneo. Para rematar la faena, dos derrotas, probablemente las más dolorosas de un periodo lleno de rabia e impotencia, llegaron de la mano de Rafel Nadal. La primera tuvo lugar en los cuartos de final de Indian Wells (6-4 y 6-2), con el suizo alegando andar tocado físicamente. La segunda, arrolladora, tuvo como escenario el Foro Itálico. El español barrió literalmente de la arcilla romana a Federer en poco más de una hora y 20 minutos (6-1 y 6-3). Palos que le sirvieron para abandonar el Top-5 (ocupó el número 7 el 19 de agosto de 2013) por primera vez desde el febrero de 2003. Tras acabar el año inmerso en una medianía inusitada, el 2014 empezó igual de mal. Federer cayó durante poco más de un mes hasta el número 8 del ránking. Un escarnio que las victorias de los últimos meses (Shanghai, Cincinnati, Halle y Dubai), unidos a la superación de ‘anus horribilis’ en forma de bochorno en algunos de los grandes torneos del circuito, han conseguido enmendar.

En agosto de 2009, Federer superó a Andy Roddick en una final de Wimbledon para la historia (5-7, 7-6(6), 7-6(5), 3-6, 16-14 en cuatro horas y 18 minutos de juego). El bueno de Roger lograba así su sexto título en la hierba del All England Club de Londres. Una victoria que suponía el decimoquinto Grande de su carrera y le convertía en el tenista con más majors de la historia por delante de un tal Pete Sampas (14). El suizo accedía por la puerta grande al olimpo del tenis. “Tiene 15. Sólo tiene 27 años, aún vendrá muchas veces aquí y al US Open, puede llegar a 18 o 20 si se mantiene sano. Es uno de los grandes, es una maravilla". ‘El rey del swing’ lo tenía claro. Nosotros también. Tras algún claroscuro tan comprensible como transitorio, el mito ha vuelto para hablar en presente.

Roger Federer está de vuelta. El pasado domingo, el tenista suizo se impuso en la final del Masters 1000 de Shanghai al francés Gilles Simon (7-6 y 7-6). Una semana que arrancó con remontada y sudores fríos y acabó siendo una demostración de experiencia y saber estar en los momentos calientes. Se estrenaba en la ciudad más poblada de China a medias, puesto que en 2006 (James Blake) y 2007 (David Ferrer) ya logró vencer en la final de la Copa de Maestros. De esta manera, el ganador de 17 Grand Slam lograba su título ATP número 81, el vigésimo tercero de Masters 1000. Por delante, el hombre con más ‘Majors’ en su palmarés sólo es superado en victorias en el circuito profesional por el estadounidense Jimmy Connors (109) y el checo Ivan Lendl (94). Una alegría que, además de los 632.500 euros del premio, le coloca este lunes como nuevo número 2 de la ATP por delante de Rafael Nadal y le brinda la posibilidad matemática de acabar 2014 como número uno y destronar a Djokovic. El broche de oro que confirmaría el despertar de un genio que hace menos de un año parecía languidecer irremediablemente.

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