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David Goffin, el 'groupie' de Federer que amenaza con ser una estrella de la ATP
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número 32 tras ganar cinco torneos en un trimestre

David Goffin, el 'groupie' de Federer que amenaza con ser una estrella de la ATP

En 2012 abrazó a su ídolo tras arrancarle un set en Roland Garros. Dos años después, ocupa el número 32 del ranking gracias a un espléndido momento de forma

Foto: David Goffin en uno de los encuentros que le han encumbrado a 70 puestos en el ranking en poco más de tres meses.
David Goffin en uno de los encuentros que le han encumbrado a 70 puestos en el ranking en poco más de tres meses.

Cuando Roger Federer hizo su aparición en el profesionalismo, David Goffin (Rocourt, 1990) era un niño de 8 años que apenas levantaba unos palmos de suelo. Pese a su afición por el golf, su sueño era ser tenista profesional, deporte que empezó a practicar en su Bélgica natal dos años antes. Catalogado desde una que era un crío como ‘joven promesa’, en septiembre de 2008, con 17 años, se convirtió en tenista profesional. Tras foguearse en torneos Futures y Challengers, en octubre de 2010 disputó su primer torneo ATP en Montpellier. Fue el inicio de una progresión contenida que tuvo su punto álgido en la edición de Roland Garros de 2012. Tras disputar 14 partidos en el circuito ATP con 50 por ciento de victorias, se plantó en París para disputar el primer Grande de su vida. Ganó a raquetas consolidadas como Radek Stepanek, Arnaud Clement y Lukasz Kubot. Superados los escollos, en octavos de final aguardaba… sí, su admirado Roger Federer.

Por entonces, a sus 21 años, el belga se convertía en el primer ‘lucky loser’ que alcanzaba la cuarta ronda de un Grand Slam desde 1995, cuando su compatriota Dick Norman hizo lo propio en la hierba de Wimbledon. Para neófitos en la materia, el término ‘perdedor afortunado’ define al jugador que, tras haber caído en la previa de un torneo, aprovecha la ausencia de un jugador del cuadro principal para ocupar su lugar. ¿Bajo qué parámetros? Sencillo: al acabar la previa, los perdedores se ordenan en función de su ránking para, llegado el caso, plantarse en la primera ronda dispuestos a dar la sorpresa. Sin embargo, en los Grand Slam desde Wimbledon 2005, los puestos de ‘lucky loser’ se sortean entre los cuatro mejores perdedores.

“Claramente es el mejor momento de mi vida. Nunca antes había jugado en un estadio tan grande ante el mejor jugador que hubiera podido tener como oponente. No lo olvidaré jamás. Ahora solo espero que haya muchos más”. Aunque terminó cediendo en cuatro mangas (5-7, 7-5, 6-2 y 6-4), el duelo nos dejó una estampa entrañable. A la conclusión del choque, el ‘groupie’ y su mito compartieron una charla distendida junto a la red de la Suzanne Lenglenn. El set que había arañado al mejor de todos los tiempos, el descaro exhibido en el polvo de arcilla galo y su condición de Top-100 al lunes siguiente pasaron a un segundo plano. Había jugado contra su ídolo. Un sueño hecho realidad. “No, la verdad que todavía no soy consciente. Quizá la semana que viene. Ahora acabo de jugar contra Roger y no me lo puedo creer. Cuando era más pequeño tenía la habitación forrada con posters suyos”, reconocía con inocente sonrisa. Tras la charla a pie de tierra, el bueno de Roger, quien tuvo palabras de halago para su pupilo en la distancia, le agarró de la cabeza con un gesto cariñoso.

Después de semejante excitación, este tenista menudo que apenas llega al 1,80 siguió su maratón de viajes y torneos, alternando los grandes eventos con torneos que menores. En octubre de 2012 fue número 42 durante una semana. Su puesto en el ránking fluctuaba con asiduidad pero dentro de unos parámetros (puesto 113 en noviembre de 2013) razonables. Pero todo cambió tras la derrota en la primera ronda de Wimbledon. Andy Murray, vigente campeón, ganó con autoridad (6-1,6-4 y 7-5) al número 105 del ranking. Tras no participar en el Open de Australia y caer en la primera ronda de Roland Garros ante Melzer, el verano sirvió para regresar al panorama Challenger y empezar a trazar una senda ascendente que le ha llevado a convertirse en el tenista del momento.

Scheveningen (Holanda), Poznan (Polonia) y Tampere (Finlandia). Tres torneros Challenger del tirón. 15 partidos, 15 victorias, ningún set en contra en 21 días. Eso sí, en su bolsillo, apenas 17.400 euros, cantidad irrisoria si pensamos que por caer en primera ronda de Roland Garros te llevas 24.000. Con 23 años era el momento de estrenarse en los torneos serios. No hubo que esperar demasiado. La semana siguiente (27 de julio) llegó el torneo ATP 250 de Kitzbühel (Austria). Otros cinco triunfos, entre ellos uno ante Philipp Kohlschreiber, 77.000 euros en la hucha y experimentar por primera vez el sabor de la victoria en ATP. En tierras americanas, merodeando el puesto 50 del ranking, el listón subió y la racha tocó a su fin: cuartos de final en Winston-Salem y tercera ronda en el US Open.

Tocaba sacar a relucir el patriotismo y, a diferencia de la vil desbandada de nuestras principales figuras, Goffin acudió al rescate para que Bélgica siguiera estando en el Grupo Mundial. En la eliminatoria por la permanencia junto a los mejores, los ucranianos Illya Marchenko y Sergiy Stakhovsky fueron poca cosa para un hombre desatado. En semejante estado de gracia nadie le podía detener. La pasada semana acudió a la ciudad francesa de Metz. Tras eliminar a Florent Serra y Tobias Kamke, en cuartos apareció la alargada sombra de Jo-Wilfried Tsonga. Pero el galo, en su tierra y en indoor, vio cómo el fuego de la raqueta de Goffin quemaba sus opciones de victoria. Cayó en el primero 1-6, se repuso en la muerte súbita del segundo y terminó venciendo en el tercero por 7-5. Las semifinales ante el alemán Jan-Lennard Struff y la final ante el luso Joao Sousa fueron rodadas.

Segundo título ATP, y quinto en menos de tres meses con un balance de 34-2. El premio: un número 32 con visos de mejorar en el futuro y 511.330 euros en lo que va de 2014, el 40% de lo que ha ganado en un lustro como profesional. El objetivo de estar entre los 20 mejores tenistas del planeta reluce ahora más cerca que nunca. ‘A Star, and Maybe a Future One’ (Una estrella, y quizá una futura). Así titulaba en su día el New York Times la crónica del evento entre la figura consolida y uno de sus más fieles seguidores dentro del circuito. Dos años después, la futura estrella prosigue su camino hacia el firmamento del tenis sin mirar atrás.

Cuando Roger Federer hizo su aparición en el profesionalismo, David Goffin (Rocourt, 1990) era un niño de 8 años que apenas levantaba unos palmos de suelo. Pese a su afición por el golf, su sueño era ser tenista profesional, deporte que empezó a practicar en su Bélgica natal dos años antes. Catalogado desde una que era un crío como ‘joven promesa’, en septiembre de 2008, con 17 años, se convirtió en tenista profesional. Tras foguearse en torneos Futures y Challengers, en octubre de 2010 disputó su primer torneo ATP en Montpellier. Fue el inicio de una progresión contenida que tuvo su punto álgido en la edición de Roland Garros de 2012. Tras disputar 14 partidos en el circuito ATP con 50 por ciento de victorias, se plantó en París para disputar el primer Grande de su vida. Ganó a raquetas consolidadas como Radek Stepanek, Arnaud Clement y Lukasz Kubot. Superados los escollos, en octavos de final aguardaba… sí, su admirado Roger Federer.

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