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Nishikori y Cilic abren un interrogante: ¿se avecina un cambio de ciclo en el tenis?
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sin top-10 en la final del us open desde 1997

Nishikori y Cilic abren un interrogante: ¿se avecina un cambio de ciclo en el tenis?

Desde 1997 no había una final en Nueva York sin un tenista del top-10 de la ATP. Entonces se enfrentaron Rafter y Rusedski, con victoria para el australiano

Foto: El número uno cedió en el US Open (AP).
El número uno cedió en el US Open (AP).

Todo deporte son ciclos. El tenis, por supuesto, no iba a ser menos que cualquier otra disciplina. Bien saben sobre esto de los ciclos los seguidores más acérrimos de los Chicago Bulls, que vivieron jolgoriosos los seis anillos de Michael Jordan y ahora, muchos años después, ven en la llegada de Gasol una pequeña posibilidad de volver a acercarse a una final de NBA. El Real Madrid ganó seis Copas de Europa en una década y no volvió a levantar una en 32 años. Y el mismísimo Roger Federer parecía invencible en Nueva York y el mejor tenista de todos los tiempos se llevó su último trofeo de allí en 2008. El propio suizo perdió con Cilic, y el número de uno lo hizo con Nishikori. ¿Se está planteando, sigilosamente, un cambio de ciclo en el tenis?

Por norma general, en un torneo participan más de cien tenistas, pero después de muchas rondas, a las finales siempre suelen llegar los buenos, los mejores del planeta. En estos años, ver a cualquiera de los cinco o seis primeros en las finales de Grand Slam es lo habitual, y si es Nadal contra Djokovic, es hasta natural. En cualquiera de los grandes torneos del circuito mundial, aparecen también Roger Federer, Andy Murray o David Ferrer. Pero últimamente se están presentando en las grandes citas tenistas que aparentemente tienen menos nombre y que no por ello se achantan ante semejantes retos, sino que son capaces de superar a los top-5.

El primero que se coló en la fiesta de los mejores fue Stanislas Wawrinka este mismo año, el año de las revelaciones, en la final del Abierto de Australia. Era el octavo cabeza de serie, es decir, no era de los principales candidatos, pero sí podía estar en la pelea, pero cuando le tocó Djokovic en los cuartos de final, cualquiera habría apostado a que caería. Pero soportó la presión, su teórica inferioridad y aguantó un partido a cinco sets para ganar. En semifinales venció también a Berdych, pero en principio Nadal tenía que ganar la final, y no sucedió tal cosa. Wawrinka ganó su primer grande al mallorquín.

En el US Open, las novedades se dan incluso menos que en cualquiera de los otros tres grandes. Desde 1997 no había una final del último major de la temporada sin al menos uno de los diez primeros favoritos al torneo. Ocurrió hace 17 años, cuando Patrick Rafter, cabeza de serie número 14, se encontró en el partido por el título a Greg Rusedski, que llegaba como el 20º favorito para llevarse el Abierto de Estados Unidos. No llegaron a ese choque ni Sampras, ni Agassi, ni ninguno de los otros tenistas que copaban los primeros puestos en la lista ATP de esa temporada. El torneo, finalmente, se lo llegó Rafter, el primero de su doblete consecutivo.

En cambio, hay que avanzar dos años en el tiempo para ver una situación similar en Melbourne. En aquella ocasión, dos tenistas de dos países poco habituales en estas lides, Yevgueni Káfelnikov y Thomas Enqvist, que eran décimo y 21º en la lista de favoritos para llevarse el primer abierto de 1999. El título acabó yéndose a Rusia. Y un caso similar lo protagonizan dos jugadores españoles, pero en Roland Garros, tierra propicia para el triunfo nacional. Albert Costa, 19º, y Juan Carlos Ferrero, 11º, protagonizaron la final española en la que el catalán se llevó el gato al agua.

Y la situación más paradigmática para reflejar esta serie de finales ‘extrañas’ e inesperadas hay que buscarlo en Wimbledon. En la temporada 2001, Goran Ivanišević ganó su primer trofeo dorado sobre el césped de Londres siendo el 125º favorito, es decir, una sorpresa tremendamente mayúscula. Pero es que su rival tampoco era uno de los que ocupaba los primeros puestos del ranking. De nuevo, en este caso, el protagonista vuelve a ser Patrick Rafter, aunque en esta ocasión, perdió el torneo.

Revertir el ‘orden establecido’ en el tenis no es cosa fácil, como vemos. Casi siempre, los que se cuelan en las grandes citas eran los invitados esperados, pero la sangre nueva siempre debe ser bienvenida, no sólo para que sigan creciendo jugadores prometedores como Nishikori o Cilic, sino para que los Djokovic, Nadal, Ferrer, Murray y Federer se den cuenta de que tienen una competencia muy seria para ganar los Grand Slam y se tengan que poner, en consecuencia, las pilas para devolver al tenis la jerarquía de siempre.

Todo deporte son ciclos. El tenis, por supuesto, no iba a ser menos que cualquier otra disciplina. Bien saben sobre esto de los ciclos los seguidores más acérrimos de los Chicago Bulls, que vivieron jolgoriosos los seis anillos de Michael Jordan y ahora, muchos años después, ven en la llegada de Gasol una pequeña posibilidad de volver a acercarse a una final de NBA. El Real Madrid ganó seis Copas de Europa en una década y no volvió a levantar una en 32 años. Y el mismísimo Roger Federer parecía invencible en Nueva York y el mejor tenista de todos los tiempos se llevó su último trofeo de allí en 2008. El propio suizo perdió con Cilic, y el número de uno lo hizo con Nishikori. ¿Se está planteando, sigilosamente, un cambio de ciclo en el tenis?

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