Cisneros, un modelo en el rugby español único que se consolida a base de confiar en la cantera
El Club de Rugby Complutense Cisneros es uno de los equipos más antiguos de España. Su éxito radica en la importancia que dan a las generaciones más jóvenes del equipo
Recién cumplidos los 80 años de edad, el Club de Rugby Cisneros goza de muy buena salud. Su apuesta por dar continuidad a un modelo basado en el producto nacional sin imitar otros más exitosos que obtienen réditos deportivos que a veces pueden ser solo flor de un día, ha acabado por dar la razón a una junta directiva encabezada por su presidente, Gonzalo Barbadillo. Toca sacar pecho y con razón. Los números avalan su gestión. Es el primer club en conseguir un póker de representantes a nivel nacional la próxima temporada. En chicos estarán presentes en División de Honor A y B, así como en categoría sub 23. A su vez, las chicas también no paran de dar alegrías, ya que este año han conseguido ascender a la máxima categoría del rugby.
La fórmula del éxito parece bastante simple. "Aquí no defraudamos a nadie", espeta Barbadillo. De hecho, presume de que en Cisneros "nunca se promete algo que no vayamos a poder cumplir". El club es consciente de la realidad actual del rugby en España que no da para grandes dispendios económicos o para formular ensoñaciones que se esfuman como el viento. "Por eso mismo, tampoco podemos prometer mucho, porque nuestro modelo es una rara avis en la élite de rugby patrio".
La filosofía de un club, que junto a la Santboiana, es el que más temporadas ha jugado en la elite de rugby español, es firme, y al mismo tiempo, efectiva. Parte de una base irrefutable. En España, resulta bastante habitual que la mayoría de los jugadores tanto de DHA como en DHB no cobren dinero y, si lo hacen, la cantidad es tan ridícula que solo les podría servir para malvivir unos pocos años. Es más que evidente que, cuando cuelgan las botas, nadie tiene ni la formación adecuada ni los ingresos necesarios para garantizarse un cierto confort económico que le permita abordar con cierta tranquilidad su inserción en el mundo laboral lejos del rugby. "Es que eso ni siquiera ocurre en Argentina, donde hay un nivel muy alto", se apresura a decir Barbadillo. Las excepciones son los equipos de Francia, Gran Bretaña e Irlanda. Por tanto, la supervivencia de los clubes españoles pasa por gente altruista, socios que arrimen el hombro, patrocinadores y/o, en determinados casos, subvenciones de organismos públicos.
Un ejemplo de compromiso
Llama la atención el caso del Cisneros. Compite en una liga donde hay bastantes jugadores profesionales –la mayoría venidos de fuera–, mientras que en su club cada uno se paga su ficha, e incluso los jugadores se rascan los bolsillos para invitar en los terceros tiempos al equipo rival. Nadie cobra. Es cierto que ofrecen seis becas de alojamiento para chicas y chicos de 18 años financiadas por la Universidad Complutense. En muchas ocasiones, son jóvenes que, teniendo el nivel suficiente para aspirar a jugar en la máxima categoría, "no podrían venir sin esa beca, porque su situación familiar no se lo permite". Ahora bien, se trata de jugadores que llegan al club con una edad "que no puedes saber hasta dónde pueden llegar porque luego el salto a División de Honor es muy grande".
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La política de contrataciones no se negocia. Al menos, de momento. Cisneros elude formar deportistas que malvivan en Madrid durante unos años y que luego, cuando se retiren, "se queden tirados en la calle sin oficio ni beneficio". La tentación de abandonar el amateurismo se reproduce cada cierto tiempo, "aunque al final siempre hemos acabado mordiéndonos la lengua". Y, claro, eso al final pasa factura porque supone la fuga de jugadores que quieren cobrar un sueldo, o bien se van a clubes franceses a mejorar a nivel deportivo. Lo bueno es que la ratio de permanencias en el primer equipo ha subido del 50 por ciento de hace unos pocos años hasta llegar al 90 por ciento la pasada temporada. Y eso no es por casualidad, sino porque la base del equipo son jugadores formados en la cantera, incluidos los que han llegado a los 18 años desde otros puntos del país, a quienes se les ha dado una oportunidad desde una edad muy temprana.
"Aquí –como dice Barbadillo-, no ponemos un techo de hormigón a los jugadores". No hay vuelta atrás en lo que a su política deportiva se refiere. Les hace más fuertes. A más fuga de talentos, más jugadores de cantera para el primer equipo. De momento, cuenta con 60 fichas de jugadoras seniors y otras 240 de chicos. Eso le permite un amplio margen de maniobra para dar oportunidades a todo el que se la merezca. Los números no desmienten al presidente madrileño. Durante la pasada temporada, de los 23 jugadores del primer equipo de DHA que se incluyen en la convocatoria del primer equipo en cada un partido, solo uno de ellos era extranjero.
La importancia de los más jóvenes
Hay más ejemplos prácticos de su apuesta por la cantera. En el partido de cuartos de final del último campeonato de liga que disputó contra el VRAC de Valladolid, 14 de los convocados eran sub 23. Aquel encuentro dejó marcado a Barbadillo. "Viajamos mucha gente desde Madrid y, por primera vez en este siglo, creo que los dominamos a pesar de que la totalidad de ellos son profesionales", recuerda. "Éramos plenamente conscientes de que era como enfrentar a David frente a Goliat", reitera.
Los de Cisneros estuvieron a punto de dar la campanada frente al equipo español más laureado en lo que va de siglo. Su presidente solo lamenta la mala suerte que tuvieron a los largo de los 80 minutos de juego en los tiros a palos. "Ganar allí es muy complicado y salí del campo llorando a mares. No era la primera vez, porque los chavales merecían dar la campanada". Esos fallos fueron su condena. "Aún así, nos sentimos muy orgullosos de competir de tú a tú frente a un rival mucho más poderoso a nivel económico que nosotros y que pone todos sus recursos en su primer equipo masculino", añade.
Las diferencias entre los equipos que reciben fuertes subvenciones con el resto, es abismal. Algunos pueden ingresar en sus arcas hasta 300.000 euros de organismos públicos y, claro, la competición se resiente. El problema, según Barbadillo, es dónde van a parar esas ayudas que en muchos casos son para fichar jugadores, mayormente extranjeros, de cara a reforzar la primera plantilla "cuando algunos de estos clubes no tienen ni segundo equipo". También hay algún conjunto de entre los favoritos a ganar el título "que se las ve y se la desea" para sacar un equipo sub 23, tal y como establece la Real Federación Española de Rugby (RFER), "y eso nos da mucha rabia, porque muchos clubes han cometido el mismo error malgastando el dinero y no generando base para el futuro".
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El modelo Cisneros es diferente, ya que el dinero que recibe no se acerca ni de broma a esos 300.000 euros. De hecho, el primer equipo tan solo recibe 25.000 euros en subvenciones del Ayuntamiento y la Comunidad, que los invierte para formar jugadores, reforzar el cuerpo técnico y realizar acciones encaminadas a fomentar la práctica del rugby. Los madrileños tienen claro que, si solo se fijan objetivos a muy corto plazo y se gasta con alegría tanto las aportaciones de los patrocinadores como el dinero recibido en fichar jugadores extranjeros capaces de hacerte ganar una liga, los problemas pueden llegar cuando se cierre el grifo de las subvenciones o cuando los ingresos se reduzcan de forma considerable. Pasó en Santander, en Gernika o hace años con La Vila. Nadie está a salvo de caer en la trampa. El Club de Rugby Cisneros estuvo a punto de hacerlo hace no demasiado tiempo, tal y como afirma Barbadillo. "Vino un patrocinador que puso mucho dinero y se comprometía a traer a cuatro o cinco estrellas del momento".
Nadie tenía dudas de que, con aquellos fichajes, el club se hubiera convertido en un serio aspirante al título, lo mismo que ahora si apostara por incluir para la próxima temporada a 4 o 5 extranjeros. Sin embargo, la propuesta decayó. No se trataba de obtener notoriedad a cualquier precio en un periodo de tiempo relativamente corto, sino de respetar una tradición vigente desde hace ocho décadas. Ahora bien, su postura no es una cabezonería. Si el rugby se convierte en algo capaz de atraer a marcas que vean una oportunidad de inversión en este deporte, tanto en los equipos como en la propia liga, podrían dar su brazo a torcer. "Lo que no vamos a hacer es quedarnos en el romanticismo si las perspectivas de negocio y mejora continua son reales".
Curiosidades del equipo madrileño
El caso es que hay jugadores internacionales de la talla de Gonzalo Vinuesa, Guillermo Moretón, Nicolás Fernández-Durán, Pepe Borraz y otros muchos que no cobran por jugar. En el caso de fichar jugadores de fuera, es obvio que tendrían que haber percibido un salario. Llegados a este punto, a juicio del club, se produciría un hecho "discriminatorio". El propio Barbadillo reconoce que sería una cuestión "imposible" de explicar a los jugadores de la cantera "que se han dejado la piel y el alma por el equipo": por qué ellos no cobran "y los que acaban de llegar, sí". De cara a la próxima temporada, también podrían haber renunciado a que su segundo equipo ascendiera a División de Honor B como lo han hecho otros 16 por motivos económicos. La Junta Directiva ni se lo planteó, lo mismo que con el equipo de DHA de las chicas. "Ya conseguiremos cuadrar las cuentas, porque no podíamos tirar por la borda un derecho que los chavales habían conseguido sobre el terreno de juego y que, al mismo tiempo, redundará en una mejora competitiva".
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Como curiosidad, llama la atención que un club tan reacio a los cambios tenga un fondo de armario interminable en lo que a indumentaria se refiere. Un estudio elaborado por su exjugador Juan Antonio Carreter, Kikás, revela que la primera camiseta, con ocasión de un partido disputado el 18 de mayo de 1944, era de un color parecido al lila o al morado, con una franja blanca a la altura del estómago. A lo largo de los años, las hubo lisas azul celeste con una enorme C en el pecho o rayadas, nunca arlequinadas. En 1973, la equipación fue blanca a raíz de una gira por Irlanda. El origen de la actual camiseta, según Kikás, viene de una noche "de más de una cerveza" fruto de un diseño de los hermanos Miguel y Paco Casariego que incluía el color blanco. Lo que ocurrió es que la máquina solo podía tintar la camiseta de dos colores. Como era verano, no había nadie en Madrid y la temporada se echaba encima, la decisión correspondió a José Ferreira, Charro. Fue él quien preguntó si los cuellos y los puños podían ir de blanco. El final de la historia, ya se conoce.
Recién cumplidos los 80 años de edad, el Club de Rugby Cisneros goza de muy buena salud. Su apuesta por dar continuidad a un modelo basado en el producto nacional sin imitar otros más exitosos que obtienen réditos deportivos que a veces pueden ser solo flor de un día, ha acabado por dar la razón a una junta directiva encabezada por su presidente, Gonzalo Barbadillo. Toca sacar pecho y con razón. Los números avalan su gestión. Es el primer club en conseguir un póker de representantes a nivel nacional la próxima temporada. En chicos estarán presentes en División de Honor A y B, así como en categoría sub 23. A su vez, las chicas también no paran de dar alegrías, ya que este año han conseguido ascender a la máxima categoría del rugby.
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