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El negro de los All Blacks se destiñe: un mal mando para el peor momento de su historia
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DE MOMENTO, SIN SOLUCIONES

El negro de los All Blacks se destiñe: un mal mando para el peor momento de su historia

La selección de rugby de Nueva Zelanda atraviesa una situación paupérrima a nivel histórico, quintos en el 'ranking', con todo el país pidiendo el relevo del seleccionador Ian Foster

Foto: Los All Blacks celebran un triunfo. (EFE/Kim Ludbrook)
Los All Blacks celebran un triunfo. (EFE/Kim Ludbrook)

Cuenta Mark Reason, periodista del medio neozelandés 'Stuff', que cuando Steven Hansen decidió dejar el puesto de seleccionador, "a los cuatro jinetes del apocalipsis (Steve Tew, el propio Hansen, Graham Henry y Brent Impey) se les ocurrió apostar por la absurda teoría de la continuidad". "Y ahí surgió la figura de Ian Foster. Hasta el Liverpool entendió que años después de Bill Shankly o Bob Paisley necesitaban a alguien de fuera para innovar y eligieron a Jürgen Klopp". Steve Hansen había sustituido a su exjefe Graham Henry, y ahora era Ian Foster el que suplía a su predecesor, Steve Hansen. La cúpula de la New Zealand Rugby Union mantenía su apuesta de continuidad mientras medio país prefería a Scott Robertson, técnico de los Crusaders. Los dirigentes hablaron con él y exigió trabajar con su propio 'staff', formado por su ayudante Jason Ryan, el técnico Leon MacDonald y Jason Holland. Ante la amenaza de perder su dominio de los All Blacks, la NZR apostó por el continuismo.

En diciembre de 2019, Ian Foster se autodefinió en la rueda de prensa de su presentación como "alguien innovador". "Sé dónde quiero llevar al equipo para que crezca y recupere el maná". Desde entonces, los All Blacks han encajado la primera derrota ante Argentina de su historia, han perdido una serie ante Irlanda en suelo neozelandés, también por primera vez en la historia, y han sufrido la derrota más dura ante Sudáfrica desde 1928. Todo eso ha provocado el descenso de los neozelandeses al quinto puesto en el 'ranking' mundial, el cual lideraron ininterrumpidamente desde 2010 a 2018. Nunca habían caído tan bajo, hasta el punto de presentar la mejor ratio de victorias en cualquier deporte conocido (72%) antes de la llegada de Foster. Con él en el banquillo suman 16 triunfos, un empate y ocho derrotas. Lo preocupante es que cinco de esas derrotas han llegado en los seis últimos partidos, encadenando tres tropiezos seguidos, algo que no ocurría desde 1998.

placeholder Los All Blacks, en un encuentro ante Sudáfrica. (EFE/Kim Ludbrook)
Los All Blacks, en un encuentro ante Sudáfrica. (EFE/Kim Ludbrook)

Los neozelandeses habían alcanzado la excelencia en su juego. Y mantener el listón a esa altura era una utopía que invitaba a rebajar las expectativas con un equipo al que se le ha seguido exigiendo la sublimidad en medio de un relevo generacional. El problema es que los All Blacks han pasado de esa magnificencia a la mediocridad. La marcha de jugadores excelsos como Kieran Read, Dan Carter o Richie McCaw ha sido parcheada con jugadores que ni siquiera son especialistas de la posición en la que juegan, como el 'flanker' Ardie Savea, que deja de ser un jugador dominante al ser desplazado de sitio para actuar de '8'. Su primera línea sufre sistemáticamente contra sudafricanos, irlandeses y cualquier equipo con especialistas en el viejo oficio de la melé. Y atrás el panorama aún es más alarmante.

El bajo estado de forma de Aaron Smith

Foster no ha sabido mantener la fluidez y presión asfixiante que generaban en cualquier parte del campo. En el '10' tiene un problema grave. Hasta el punto de que el propio Beauden Barrett, jugador atléticamente intachable pero tácticamente más cuestionable, instó al seleccionador a que le alinease de '10'. Sugerencia que ni Henry ni Hansen, quien apostó por utilizarlo como '15', habrían admitido y que retrata la desorientación de Foster, quien este sábado alineará a Richie Mo’unga como apertura tras el tremendo golpe que sufrió Beauden en una disputa aérea con los sudafricanos la semana pasada.

Su socio en la bisagra, Aaron Smith, jugador diferencial en otra época, tampoco atraviesa por su mejor momento y el seleccionador no ha sido capaz de activar un relevo solvente. Y la línea es caótica. El escurridizo Rieko Ioane, finalizador destacadísimo en el ala, se pierde condenado a jugar de centro, donde debe meter el hombro ante centros descomunales que embisten como trenes de mercancías. Jordie Barrett, el menor de la saga, no termina de imponer sus dos metros en los balones aéreos y tampoco desequilibra por su comprensión táctica del juego. A lo que se suma que cuando Beauden cae al puesto de '15', Jordie y Will Jordan, ambos zagueros naturales, terminan ocupando las alas sin ser ninguno de ellos finalizadores natos como lo eran los legendarios Lomu y Kirwan, o tan siquiera a la altura de los recientes Joe Rokocoko o Julian Savea.

placeholder El equipo neozelandés, en acción durante un encuentro. (EFE/Kim Ludbrook)
El equipo neozelandés, en acción durante un encuentro. (EFE/Kim Ludbrook)

Los All Blacks actuales son incapaces de dominar las fases estáticas del juego. Llamando poderosamente la razón la pérdida de autoridad en la 'touch', hasta no hace mucho la mejor plataforma de relanzamiento de los de negro y una suerte que dominaban de forma casi obscena. Hoy sufren en el pasillo, sufren en la melé y sufren en las abiertas, donde no encuentran un '6' fiable ni un '8' puro dominante. No hay jugadores diferenciales en el equipo. Y lo que es peor, ni siquiera hay jugadores dominadores sobre los que construir una propuesta de juego. Demasiadas vías de agua para un equipo que hasta hace poco volaba por encima de los rivales.

Una amenaza menos para los rivales

Lejos de mantener su aura, el equipo ha perdido incluso la confianza. Los jóvenes All Blacks que defienden la zamarra del helecho son sometidos por unos rivales que les han perdido el respeto (en el buen sentido). El pasado sábado, Sudáfrica salió a dañar la autoestima kiwi a base de presionarles en todas las fases del campo. Algo que hasta hace no mucho hacían los neozelandeses con los 'springboks'. Durante la primera parte, Pollard, el apertura sudafricano, bombardeó al 'back three' kiwi con patadas altísimas que destrozaron al tridente del fondo neozelandés.

En una de esas disputas aéreas, Jordie Barrett saltó a por un balón y fue derribado en el aire por su capitán, Sam Cane. Algo que podía haber sido un error puntual. Si no fuese porque dos minutos más tarde dos compañeros de equipo en los Crusaders, Scott Barrett y Will Jordan, chocaban en las alturas perdiendo la pelota y habilitando el ataque rival. Perdida la excelencia, el equipo navega a la deriva. Y no solo no ha encontrado el maná que prometía Foster, incluso ha perdido la esencia de su juego: el factor lúdico que les caracterizaba. Lo advertía Mo'unga horas después de caer ante Sudáfrica. "Ellos convierten los partidos en batallas y nosotros no podemos entrar en eso. Debemos seguir saliendo a disfrutar porque es ahí donde somos diferentes a todos". Hasta hay quien les achaca falta de convicción en la 'haka', la danza sagrada.

placeholder Los All Blacks celebran un título. (EFE/Kim Ludbrook)
Los All Blacks celebran un título. (EFE/Kim Ludbrook)

Nueva Zelanda ha dejado de ser una amenaza latente para los rivales. Lejos quedan esos partidos en los que remontaban viniendo de atrás y arrasaban a los contrarios en el minuto 60 con la entrada de la segunda unidad. Los All Blacks mostraron al mundo que al rugby moderno se juega con 23, no con 15. "Sabes que por mucho que vayas ganando, van a aparecer en cualquier momento y te remontan", advertía resignado Sexton en Dublín en noviembre de 2013 tras ver cómo los All Blacks daban la vuelta a un 19-0 para ganar 22-24 en la última jugada y completar un año perfecto con 14 victorias en 14 partidos.

Ausencia de soluciones tácticas y mentales

Hasta ese partido de 2013, Irlanda nunca había logrado ganar a los All Blacks en su historia, después de 28 partidos. Desde entonces, la decoración ha cambiado sustancialmente. Hoy los del trébol, con Sexton aún al mando, han ganado a los de negro cinco de los ocho últimos partidos, incluida una serie en suelo neozelandés hace dos meses con triunfos históricos y la sensación de que eran mejores que los kiwis. Nueva Zelanda no solo perdió la serie en su casa, también perdió las formas. El día después de caer ante los irlandeses se canceló, sin causa justificada, la rueda de prensa del seleccionador a minutos de su celebración. Algo que enervó a la cúpula directiva de la NZRU, ya que fue un desplante sin precedentes que se entendió como señal de debilidad del equipo y de Foster.

No es la primera crisis de los All Blacks ni será la última. Pero sí parece la más seria, por estructural. En 2004, los kiwis vivían años difíciles y NZR decidió reconstruir el proyecto fichando, entre otros, al entrenador de desarrollo mental Gilbert Enoka, quien creó el concepto 'the being of team', el sentido de equipo, la razón de ser del grupo. Enoka fichó a Bede Brosnahan, un especialista en psicología deportiva, que enseñó a los jugadores a abstraerse de la presión durante el juego. Brosnahan trabajó individualmente con cada jugador para implementar una pauta que le permitía mantener la atención. Kieran Read aprendió a fijar la vista en un punto lejano cuando se paraba el juego y siempre trataba de buscar ese punto en las interrupciones. Richie McCaw se concentraba mirando sus botas y sus tobillos. "En situaciones de presión, el inconsciente pasa de un estado de recursos a uno de bloqueo, de una posición de claridad a una de pensamiento defensivo. Entras en un bucle negativo y la percepción crea sentimientos de tensión, lo que genera sobreexcitación, exceso de agresividad o pánico. La situación nos controla a nosotros, tomamos decisiones pobres y nos atascamos. Entonces decimos que tenemos la 'cabeza roja'. Nuestro trabajo es que los jugadores mantengan la 'cabeza azul' y generen pensamientos productivos".

placeholder Los jugadores de Nueva Zelanda, durante la celebración. (EFE/Kim Ludbrook)
Los jugadores de Nueva Zelanda, durante la celebración. (EFE/Kim Ludbrook)

Hoy, los All Blacks son un equipo de 'cabezas rojas' en el que cada jugador hace la guerra por su cuenta. El seleccionador no ofrece soluciones tácticas ni mentales para sacarles de ese bucle y el equipo ha ido menguando alarmantemente. Algo que no sería un problema grave, todos los equipos sufren baches, si no fuera porque los All Blacks son los embajadores de Nueva Zelanda en el mundo. La presión que soportan los jugadores, en muchos casos jóvenes que acaban de ser reclutados, es gigantesca. No les está permitido fallar.

Los despectivos comentarios en las redes sociales

A ese respecto, la psicóloga deportiva Sara Chatwin advertía en el medio 'Te Ao Maori': "Su confianza está en un punto bajo, no puedes experimentar esta cantidad de derrotas sin que tu confianza no se vea golpeada. Hay que implementar estrategias para reconstruir esa confianza. No solo a nivel de equipo. Comienzas a nivel individual, observas a todos y cada uno de los jugadores y lo que está sucediendo, lo que te ayuda a mejorar la autoestima del equipo y su confianza. La comunicación en la organización también necesita un replanteamiento". Y añadía un consejo especialmente útil en estos momentos complicados para los jugadores: "No deben atender las críticas feroces, particularmente las de las redes sociales. Porque esa es una forma muy accesible y fácil en la que la gente puede llegar a los atletas y hacerles daño. No seas parte de eso, cierra tus cuentas. Solo deja que la gente de comunicación se ocupe de eso".

En los últimos días, las redes sociales han registrado una oleada de críticas feroces hacia los jugadores y el seleccionador. Julian Savea, campeón del mundo con los All Blacks en 2015, ha denunciado la voracidad de esas críticas: "Estoy conmocionado y perturbado por los comentarios que he visto en las redes sociales. En un país donde la salud mental es un gran problema, uno pensaría que la gente sería más amable y pensaría sus palabras antes de hacer comentarios sobre la integridad de alguien. Sobre todo, cuando no los conocen personalmente. Además, me avergüenzo por cómo se está tratando y arrastrando a un ser humano como Ian Foster en los medios en Nueva Zelanda".

placeholder La 'haka' de los All Blacks antes del encuentro. (EFE/Kim Ludbrook)
La 'haka' de los All Blacks antes del encuentro. (EFE/Kim Ludbrook)

Savea, que sufrió amenazas de muerte a su hija cuando se marchó a jugar a Francia, señala a unos medios de comunicación neozelandeses "duros con el equipo y con el seleccionador", cuyo relevo es solicitado de forma clamorosa por prensa y aficionados. La derrota de la semana pasada dejó un doloroso diagnóstico para el 'New Zealand Herald': "Los All Blacks juegan mal al rugby. Es tiempo de cambio. Al 'Herald' le disgusta tener que pedir que se vaya, pero Foster, un hombre decente fuera de foco en un negocio brutal, debe irse".

La actitud de Foster tampoco ayuda. El seleccionador declaró, tras caer ante los 'bokkes' 26-10, resultado maquillado por un ensayo final de los de negro: "Sentí que en algunas áreas realmente cambiamos nuestro juego hacia adelante. En un juego dominado por la defensa, defendimos bien, pero nos faltó en ataque y vamos a tener que estudiar eso". Declaraciones, tras una derrota que algunos medios calificaron de "humillante", que no gustaron a los dirigentes de su Federación.

El ambiente alrededor de los All Blacks está tan crispado que uno de sus rivales más feroces, el '8' sudafricano Duane Vermeullen, ha salido en su defensa advirtiendo de que nadie debe darles por muertos todavía. "Por primera vez en su historia están en el número cinco del 'ranking' mundial y eso los empujará a salir con más fuerza este sábado. Cuando estás deprimido, duele. Pero es algo habitual en el rugby. Que nadie olvide que son los All Blacks. Y por débil que sea su pulso ahora, su corazón sigue latiendo".

Cuenta Mark Reason, periodista del medio neozelandés 'Stuff', que cuando Steven Hansen decidió dejar el puesto de seleccionador, "a los cuatro jinetes del apocalipsis (Steve Tew, el propio Hansen, Graham Henry y Brent Impey) se les ocurrió apostar por la absurda teoría de la continuidad". "Y ahí surgió la figura de Ian Foster. Hasta el Liverpool entendió que años después de Bill Shankly o Bob Paisley necesitaban a alguien de fuera para innovar y eligieron a Jürgen Klopp". Steve Hansen había sustituido a su exjefe Graham Henry, y ahora era Ian Foster el que suplía a su predecesor, Steve Hansen. La cúpula de la New Zealand Rugby Union mantenía su apuesta de continuidad mientras medio país prefería a Scott Robertson, técnico de los Crusaders. Los dirigentes hablaron con él y exigió trabajar con su propio 'staff', formado por su ayudante Jason Ryan, el técnico Leon MacDonald y Jason Holland. Ante la amenaza de perder su dominio de los All Blacks, la NZR apostó por el continuismo.

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