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El rugby que viene y que no habíamos visto: adiós a la 'compra' de internacionales
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NUEVAS REGLAS DE LA WORLD RUGBY

El rugby que viene y que no habíamos visto: adiós a la 'compra' de internacionales

World Rugby pone coto a la ‘compra’ de jugadores por parte de las selecciones mientras que en las competiciones de clubes donde estaba el corazón sólo queda la cartera

Foto: Los Jaguares de argentina contra Western Force en un partido del Super Rugby. (EFE)
Los Jaguares de argentina contra Western Force en un partido del Super Rugby. (EFE)

El pasado enero el histórico club de rugby London Welsh desapareció por impagos. El equipo había nacido en 1885, casi a la par que el propio rugby, y junto a London Scottish y London Irish, formaba la trinidad de 'exiliados' que juegan a esto en el corazón de la City.

Apenas dos meses después, al otro lado del canal de la Mancha, Racing 92 lanzaba una OPA hostil contra su némesis parisina Stade Français que, en horas bajas y telarañas en la cuenta corriente, sólo podía decir que sí a formar un mega club en la Île-de-France. La resistencia de jugadores y aficionados, sin embargo, lo impidieron. En los últimos años Grenoble, Montauban y Burgoin fueron obligados a descender por motivos económicos. El tope salarial en Francia es de 10 millones de euros -similar al de la Premiership inglesa, que son 7 millones pero en lo suyo- pero tales cantidades están reservadas para fichar talentos del Sur y no para promover jugadores franceses. Los ridículos continuados de la selección en el Seis Naciones dan buena cuenta de ello.

Arrancó, mientras, el Super Rugby. Y, pese a la excelencia de las franquicias neozelandesas, en Sudáfrica y Australia suenan tambores de guerra. El sistema de conferencias no engancha a los aficionados mientras que el aumento de equipos ha dispersado el talento por un lado y, por el otro, ha estirado el chicle del presupuesto. Allí también hay voces discordantes sobre lo que hacer. La SANZAR pretende una reducción de equipos para elevar el nivel de la competición mientras que los dirigentes locales, aun a sabiendas de que es una recomendación cabal, se resisten a ello. Western Force o Melbourne Rebeles en Australia y Sothern Kings y Cheetahs en Sudáfrica, cuentan los días antes de pasar por el cadalso.

Más. Hace apenas dos semanas, la Unión de Rugby de País de Gales tomó el control total de la franquicia Newport Gwent Dragons -de la que ya era accionista- para poder operar en la reforma de su estadio. Ellos solos no podían asumir el coste de un equipo profesional. Cardiff Blues se puso a la cola y ya ha comenzado las negociaciones con el ente federativo para cederle, bien temporal, bien permanentemente, la propiedad de la franquicia a la propia federación con la reforma de Arms Park en el horizonte. Las otras dos franquicias, Ospreys y Scarlets, también quieren parte del pastel porque el ritmo de fichajes de sus rivales en las competiciones continentales es insostenible.

En Escocia, pese a que incomprensiblemente sólo uno de sus jugadores de élite, Stuart Hogg, está convocado para la gira de los British and Irish Lions por Nueva Zelanda del próximo mes, también pasan cosas, pero al revés. La SRU se muestra reluctante a vender los derechos de los Test Matches de noviembre a BT, a la sazón su principal sponsor, a costa de perder dinero. La BBC retransmite los encuentros en abierto y, dicen, eso es una manera de ir ganando terreno al fútbol. Con todo, corren riesgo de quedarse sin TV que programe sus partidos. La Heineken Cup murió hace dos años por motivos similares y el exceso de cuotas de poder de los clubes de la liga celta.

Si se une la línea de puntos, aparecen tres asuntos fundamentales a resolver y una World Rugby como parachoques de todos los problemas. Primero, un calendario demencial entre competiciones de clubes y selecciones que acaba por repercutir en el segundo ítem: la seguridad de los jugadores y el aumento de las lesiones. En tercer lugar, el éxodo de talento de países sin el potencial económico de Francia e Inglaterra. Asimismo, no se puede frenar la progresión de los países del Tier 2 y 3 (Tonga, Samoa, Fiji, EE.UU., Canadá, Uruguay, Japón, Georgia, Rumanía…España) porque como se ha visto en el caso de Italia la línea que separa la mediocridad con la élite es muy fina y se dibuja de fracaso en fracaso.

Un poco de luz y criterio de la World Rugby

Antes de la asamblea anual la World Rugby aprobó un calendario armonizado que entrará en vigor en 2020 y llegará hasta 2032 para prever ventanas de amistosos en verano y otoño donde no se corten competiciones como el Super Rugby y tanto el Rugby Championship como el Seis Naciones encuentren acomodo con las ligas locales. También el Mundial y las giras de los Lions. Además, se garantizan Test Matches de países del Tier 1 a las Islas del Pacífico, Japón, Canadá, Estados Unidos, Georgia y Rumania.

En la asamblea de la semana pasada, asimismo, se puso cerco a la norma 8 del reglamento. Aquella que determina la elegibilidad de jugadores foráneos por motivos de residencia. De 36 meses se ha pasado a 60 y las federaciones ya no podrán nombrar al equipo sub 20 como representativo. Así, los jugadores que, por ejemplo, jugaban el mundial juvenil con Inglaterra y acababan representando a Gales en categoría senior, se acabarán. La reforma de la norma entrará en vigor en 2021 pero los mimbres para proteger, sobre todo, a las naciones del Pacífico, están puestos.

Si bien esto no afecta directamente a los clubes de chequera alegre, sí que supone un freno a la hora de dar transfers y permite a las federaciones margen de maniobra a la hora de contratar a los jugadores. Algo que ya hace Gales con sus piezas clave para que permanezcan en sus franquicias o la propia Nueva Zelanda con sus proyectos de Mundial a Mundial.

Mientras, en España, a lo nuestro

La noticia de que San Mamés albergará las finales de la Champions y la Challenge Cups en 2018 fue recibida con alborozo. La EPCR, regente del rugby europeo de clubes tras el fiasco de la Heineken Cup, busca nuevos mercados y Bilbao y la FER lo supieron ver a tiempo. Si a eso le juntamos los buenos resultados de las selecciones de sevens, la esperanzadora temporada del XV de Santiago Santos de cara a Japón 2019 y los éxitos en las organizaciones de los campeonatos de cantera, el cuadro que podría resultar parece esperanzador. A un tris de ser algo más que ese deporte de universitarios licenciosos.

Pero no. El vodevil a costa de las retransmisiones de las semifinales de la División de Honor de este fin de semana entre VRAC Quesos Entrepinares y Sanitas Alcobendas y Silverstom El Salvador y U.E. Santboiana han vuelto a poner al rugby español en la tesitura del quiero y no puedo. Y aunque en las últimas horas se ha sabido que Eurosport cumplirá su contrato con la FER a la hora de retransmitir semifinales y final de liga y en el horario que determina el reglamento de la competición, el ridículo ha sido mayúsculo. Por la falta de diligencia de unos y la cerrazón de otros o viceversa. Cuando el problema del rugby español no es la TV ni si se juega una final de Copa ante 5.000 o 26.000 espectadores. Lo dijo Santiago Santos, el seleccionador, en una entrevista al diario Marca hace poco tiempo. Es la pérdida de talento. Algunos dirigentes no tienen ninguno.

El pasado enero el histórico club de rugby London Welsh desapareció por impagos. El equipo había nacido en 1885, casi a la par que el propio rugby, y junto a London Scottish y London Irish, formaba la trinidad de 'exiliados' que juegan a esto en el corazón de la City.