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El transgresor 'catenaccio' de Italia siembra la polémica en el rugby
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LO PRACTICÓ ANTE INGLATERRA EN TWICKENHAM

El transgresor 'catenaccio' de Italia siembra la polémica en el rugby

Una genialidad táctica para algunos, treta barata para otros, que, sin embargo, ya se había puesto antes en liza tanto en el rugby a siete como en el Super Rugby sin tanta polémica

Foto: Joe Launchbury frente a Edoardo Padovani en el pasado encuentro.
Joe Launchbury frente a Edoardo Padovani en el pasado encuentro.

El pasado fin de semana la selección italiana de rugby sorprendió a medio mundo oval cuando renunció a disputar la pelota en las melés abiertas (rucks) para evitar que se formara el fuera de juego. Una genialidad táctica para algunos, treta barata para otros, que, sin embargo, ya se había puesto antes en liza tanto en el rugby a siete como en el Super Rugby sin tanta polémica.

En primer lugar a Italia hay que reconocerle la osadía de jugársela a los ingleses en Twickenham. La historia del deporte la escriben quienes transgreden lo establecido. Quienes tienen capacidad para jugar con los difusos márgenes del reglamento: la norma y su espíritu. Sorprender y ganar. O quienes, simplemente por superioridad física o mental, mejor preparación o conocimiento táctico del juego se arrogan la épica y la estética que sólo se les concede a los mejores.

["Decir en alto "tengo cáncer" es duro". Jillion, com en el rugby: a luchar y luchar"]

Lo hizo Dick Fosbury en los Juegos Olímpicos de 1968 para ganar la medalla de oro en salto de altura. Cuando muchos que no habían visto su novedosa técnica de salto –hoy la única que se emplea- pensaron que aquel atleta de Oregón estaba loco. Lo normal era tratar de superar el listón con estilos tan variopintos e ineficientes como el rodillo ventral o el popular a tijera. Pero Fosbury innovó, soportó a los escépticos y se impuso como alguien que revolucionó el atletismo.

Abdul-Jabbar o Cruyff, 'nuevas reglas'

Por aquellos años, Lew Alcindor, más tarde conocido como Kareem Abdul-Jabbar, tiranizaba la competición de baloncesto universitario con los Bruins de UCLA. Para evitar que el longilíneo pívot dominase los tableros, sobre todo el contrario, a la NCAA no se le ocurrió otra idea que prohibir el mate so pena de falta técnica. De esta manera, desde 1967 a 1976 estuvo en vigor la 'Lew Alcindor Rule'. Pero no sirvió para nada. Poco después llegaron más jugadores tan altos como Jabbar o con una potencia de salto superior que evidenció que el baloncesto había cambiado para siempre.

Johan Cruyff, quizás, y por acabar con los ejemplos antes de meternos en harina con el rugby, fue quien llevó al extremo su conocimiento de la norma. En 1982, de vuelta en el Ajax de Ámsterdam, el Flaco se puso de acuerdo con su compañero Olsen para hacer un gol de penalti con dos pases de por medio. Algo que repitieron el año pasado ante el Celta de Vigo, Lionel Messi y Luis Suárez. Entonces, como con los jugadores del Barcelona, no faltaron a la cita aquellos que pensaron que la acción del penalti indirecto era desleal con el juego del fútbol y que faltaba al respeto a los jugadores rivales. Lo cierto es que algo así está contemplado en el reglamento.

Sirvan las anécdotas precedentes para ilustrar lo que los chicos de Conor O'Shea pergeñaron en Twickenham ante Inglaterra. Como decíamos, Italia renunció a disputar los rucks para impedir que, de esta manera, acabara la situación de placaje y con ella el juego abierto donde no hay fuera de juego. Se agazaparon esperando el error del rival que, noqueado, no sabía lo que tenía delante. Catenaccio rugbístico en el templo de los inventores del juego.

"Soy el árbitro, no tu entrenador"

Fue conmovedor escuchar los pitidos de la parroquia sajona cada vez que un jugador azzurro renunciaba a empujar y bordeaba el inexistente agrupamiento para presionar a los ingleses. Los italianos, por si fuera poco, se marcharon al descanso por delante en el marcador. Y fue más conmovedor, aun, escuchar al árbitro, el francés Roman Poite, como les explicaba a los capitanes de Inglaterra que él era el simple árbitro, no su entrenador –I’m the referee, not your coach- cuando cándidos, Haskell y Harley se le acercaron para preguntar qué podían hacer ante la inexistencia de contacto y de disputa por la pelota.

Y ahí está la duda. Italia, para evitar la refriega física ante una muy superior Inglaterra en esa parcela, tocó los límites del reglamento para unos y, para otros, faltó al espíritu del deporte renunciando al combate por la posesión.

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Las leyes del rugby dicen que las señas de identidad del juego, el pase atrás, los placajes, la continuidad y la disputa por la pelota se mantienen vivas mediante melés, touches, mauls, abiertas y patadas. En ocasiones, podría ser mucho peor, reglamento en mano y espíritu del juego en el corazón, el hundir tres melés seguidas para castigar a la primeria línea contraria nada más arrancar el partido. Y es algo que se hace día sí, día también y nadie pone el grito en el cielo.

Hacer lo que estaban pensando...

La tarde anterior al choque en La Catedral, el seleccionador italiano y sus ayudantes tuvieron la tradicional entrevista con el árbitro del partido. En ese encuentro entre el juez y cada una de las partes se suele discutir lo que hacen mal los equipos para que el encuentro se celebre sin ser un festival de faltas, golpes de castigo y, en consecuencia, infumable para los jugadores y espectadores. Pues bien, el señor Poite dijo a O'Shea y sus ayudantes que podían hacer lo que estaban pensando pero sin faltar al espíritu del juego, esto es, sin cazar desprevenido, al medio de melé antes de que éste levantara la pelota. En todo lo demás: jueguen.

A la reacción del público local se sumó la de su seleccionador, el australiano Eddie Jones, cuando pidió que se les devolviera el dinero a los espectadores porque lo que habían presenciado esa tarde no era rugby, sino otra cosa. Jones podría haber dado alguna clave de por qué sus jugadores tardaron 60 minutos en enterarse de lo que estaba pasando como si no conocieran el reglamento pero prefirió tirar balones fuera. Y eso que finalmente y tras mucho penar ganaron el encuentro para seguir liderando el Seis Naciones. Pero la polémica estaba ya servida.

La reacción de la prensa local y la de los expertos en la televisión, horrorizados y balbuceantes ante lo que veían fue sintomática. Rápido han salido mandatarios pidiendo un panel de expertos que analice las consecuencias de esta estrategia. El rugby su deporte. Lo inventaron ellos y no conciben que Italia o cualquier otro hurgue en sus concepciones. En la Rugby School, para más inri, lo ilustran, precisamente, con la leyenda de William Webb Ellis. Aquel del que dicen que, con gran indiferencia por las reglas de fútbol que entonces se jugaba, corrió por primera vez con la pelota entre las manos. Qué tío, un transgresor aquel Ellis. Un genio.

El pasado fin de semana la selección italiana de rugby sorprendió a medio mundo oval cuando renunció a disputar la pelota en las melés abiertas (rucks) para evitar que se formara el fuera de juego. Una genialidad táctica para algunos, treta barata para otros, que, sin embargo, ya se había puesto antes en liza tanto en el rugby a siete como en el Super Rugby sin tanta polémica.

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