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Carolina Marín: "Para mí es hoy más importante disfrutar. La vida me ha dado otra oportunidad"
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Carolina Marín: "Para mí es hoy más importante disfrutar. La vida me ha dado otra oportunidad"

Una mujer que reconoce llevar una vida distinta de la del resto, pero que no cambiaría por nada del mundo. Una campeona que ya no piensa solo en ganar. "Lo he trabajado muchísimo, ahora quiero disfrutar", afirma

Foto: Entrevista a Carolina Marín. (Ana Beltrán)
Entrevista a Carolina Marín. (Ana Beltrán)

Carolina Marín (Huelva, 1993) está tumbada en el suelo de una de las salas del Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Fuera, en la pista del atletismo, entrenan cuerpos bajo un sol de justicia que parece no afectarles. Marín, que hace dos semanas acaba de ganar su sexto campeonato europeo de bádminton, estira hombros y piernas supervisada por su fisioterapeuta y por su entrenador, Fernando Rivas. Minutos antes, se ha despedido de su psicóloga. Entre todos hacen un equipo compacto y perfectamente engrasado, como se ve en el documental de Amazon Prime dedicado a la deportista titulado 'Puedo porque pienso que puedo'. En esos cuatro capítulos se habla de las lesiones que han afectado a sus rodillas, de su ausencia en los Juegos Olímpicos de Tokio, de la muerte de su padre cinco meses después de un accidente laboral que ocurrió poco antes del confinamiento, de la presión que vive un deportista de élite.

Marín saluda con un apretón de manos y cierta frialdad en el gesto. Nos han avisado que tiene 40 minutos para la charla y las fotos. Enseguida se relaja y asoma una mujer centradísima y también risueña, en cuya funda de móvil aparecen Mickey y Minnie Mouse y la forma en la que la llaman los suyos: "Caro". Una mujer que reconoce llevar una vida distinta de la del resto, pero que no cambiaría por nada del mundo. Una campeona que ya no piensa solo en ganar. "Lo he trabajado muchísimo, ahora quiero disfrutar", afirma.

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Foto: Ana Beltrán.

PREGUNTA. Con usted siempre pasa lo mismo. Vence a las rivales, gana campeonatos y medallas, dicen que brilla y que es superdotada. ¿Cómo hace para que todo eso no abrume demasiado?

RESPUESTA. Es cierto que, cuando una empieza a ganar, crecen las expectativas de todo el mundo. Eso te genera una presión, pero lo debes controlar; por eso lo he trabajado muchísimo. Y, aunque no me creo una burbuja como tal, me centro de puertas para adentro en lo mío, en la parte física con los entrenamientos y en la parte emocional —los miedos, las inseguridades— con mi psicóloga. Ese nivel de exigencia me lo he quitado porque quiero ganar, claro, pero para mí es hoy más importante disfrutar. Porque la vida me ha dado una segunda oportunidad después de dos lesiones y afortunadamente no solo sigo jugando, sino que puedo competir. Estoy muy agradecida de que la gente hable de mí con esas palabras tan bonitas. Creo que soy de las pocas deportistas que no reciben insultos (sonríe).

P. Hace poco declaraba la exgimnasta Almudena Cid que ha encontrado belleza en el dolor. Usted ha pasado por lesiones físicas en las rodillas y emocionales tras el fallecimiento de su padre. ¿Se siente identificada con esa frase? ¿Cómo hace para que las emociones no invadan su concentración?

R. Déjame que te diga una cosa. ¿Hay deportistas de alto nivel que digan que no entrenan con dolor? Yo eso, sinceramente, no me lo creo, porque las medallas son muy bonitas y, cuando subes al podio, es lo que ve todo el mundo, pero nadie sabe lo que hay de puertas para adentro, por lo que tú estás pasando. Hay problemas familiares, ausencias, y molestias físicas, un cuerpo que se resiente. A veces, me levanto por la mañana y casi no puedo ni caminar, pero tienes que seguir entrenando y trabajando.

Pero también es cierto que los deportistas de alto nivel tenemos una tolerancia al dolor diferente, un techo más alto que el resto. Esto tiene sus cosas buenas, porque aguantamos mucho, pero a veces las molestias se traducen en lesiones. Yo he aprendido a base de cabezazos, y llega un punto en el que lo vas gestionando, porque mi cuerpo de 28 años no se recupera igual que cuando tenía 25 o 20, ni mucho menos. En dos años, he tenido dos lesiones muy importantes, te lo acabas tomando de otra forma, con más paciencia de la que tenía antes.

Foto: Carolina Marín logra su sexto oro europeo. (EFE/Rodrigo Jiménez)

P. ¿Por qué el bádminton? No es precisamente un deporte de masas…

R. Yo bailaba flamenco desde los tres años, porque en Huelva era de las cosas que más se hacían. A los ocho años, mi amiga Laura me contó que había conocido este deporte y me animó a jugar en el polideportivo de al lado de casa. Como yo digo que sí a todo, fui con ella. Estaba acostumbrada a ver tenis, y me encontré con esas raquetas tan largas, volantes de plástico en vez de pelotas… Era todo tan raro y yo tan competitiva que me fui enganchando.

Porque no veas lo mala que era. Ves un vídeo mío de pequeña y era imposible que alguien dijese que de eso iba a salir una campeona. Por eso he tenido que trabajarlo y meterle muchísimas horas. Quizá mi talento tenía más que ver con mi carácter, con no rendirme.

P. ¿Cuándo asomó el otro talento, el deportivo?

R. Cuando tenía 12 años, me pasaron al club de Huelva y es ahí cuando tuve que dejar el flamenco, porque salía mucho a competir por toda España. Y ya con 14 años vine a Madrid. Fue poco a poco, pero a base de mucho esfuerzo.

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Foto: Ana Beltrán.

P. Me interesa mucho la relación con sus padres. En el documental, admiten que no sabían lo que era el bádminton y su madre dice que le costó aprender a escribirlo. ¿Qué diría que tiene de uno y de otro?

R. Uff, mucho. Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en ellos es la palabra 'agradecimiento'. Mi situación familiar no era la mejor. Soy hija única, mis padres llevaban poco tiempo separados y mi padre lo estaba pasando muy mal por eso. Cuando le hablaron de la oportunidad de que su hija se viniera a entrenar al Centro de Alto Rendimiento, primero dijo que no, pero a los tres segundos me llamó para decirme que sí. Eso lo había hecho en otras ocasiones, pero, en este caso, ese cambio de opinión fue mucho más difícil para él.

Mi madre me dijo una frase que se me quedó grabada y que voy a utilizar cuando tenga mi propia familia: "Mira, hija, dentro de lo malo, tú te vas. ¿Va todo bien? Pues genial. ¿Que no? Las puertas de casa siempre estarán abiertas". Huelva siempre va a estar esperándome porque, además, allí está mi familia.

Afortunadamente, mis padres al final cedieron y creo que eso no lo hace cualquiera. Son luchadores, muy trabajadores, de una economía media tirando a baja. Mi colegio estaba al lado de casa, pero pocas veces podían venir a buscarme, eran mis vecinos o amigos quienes lo hacían porque siempre estaban trabajando.

P. Hoy es la mejor en un deporte aún minoritario en España. ¿Qué cambios ha notado en estos años?

R. Recuerdo cómo al principio, si me montaba en un taxi para ir al aeropuerto o al tren, en cuanto me veían el raquetero me preguntaban si jugaba a tenis. Ahora eso ya no pasa y, además, se me reconoce. Creo que haber popularizado la palabra 'bádminton' ya es un paso importante que hemos dado.

El principal cambio lo noté con los Juegos Olímpicos de Río. (Es la primera jugadora no asiática que subió a lo más alto del podio y la medalla de oro fue la primera para el bádminton español en unos Juegos). Me llegaron a decir que la red y los volantes que venden en Decathlon se agotaron, y me hizo mucha ilusión. Otro cambio importante es que a veces salgo a pasear y me he encontrado a padres jugando con sus hijos. Me he acercado a saludar y hasta he jugado con ellos. Aún no he visto lo de China, con personas de 80 años practicándolo. Eso me encantaría verlo aquí. Y los medios de comunicación hacen seguimiento ahora, pero fíjate todo lo que hemos tenido que conseguir para llegar a eso.

Foto: Carolina Marín, durante el último Yonex All England, disputado en marzo en Birmingham. (Reuters)

P. ¿Ese grito que da mientras juega de dónde viene?

R. Así soy yo (sonríe). Es como quien dice buenos días por la mañana, vamos. Es mi carácter, la liberación que necesito, el signo que demuestra a la rival que estoy ahí enfrente, que me sienta. Soy un lobo en la pista, cuando muerdo el cuello no lo suelto. Quiero que se sienta.

P. La primera vez que supe de usted fue a raíz de un titular en que resaltaban sus logros en el deporte y, sin embargo, "¡no tiene novio!". ¿Cómo lleva este tipo de comentarios tan desafortunados?

R. Lo primero que hago cuando leo estas cosas es reírme. No tengo novio o a lo mejor sí lo tengo y tú no lo sabes porque mi vida personal no se la cuento a nadie. Es mejor obviar algunas cosas, aunque a veces he leído cosas que me han cabreado mucho porque lo veo muy injusto. Soy mujer y deportista, y qué.

P. ¿Qué cosas?

R. Recuerdo un titular que me hizo mucha gracia porque era totalmente inventado. Decía: "Carolina Marín se va a vivir con su novio y con su perro a un piso de no sé cuántos metros en el centro de Madrid". Mira, él sí tenía un perro, pero ni me había ido a vivir con él ni con todos los respetos viviría yo en el centro de Madrid porque me gustan más las afueras, la tranquilidad.

También el año pasado, aprovechando uno de los fines de semana libres que tuve, me fui a Ibiza. Me hicieron un reportaje desde un barco, sin que me diera cuenta, y titularon que estaba con amigos y con mi novio. Imposible porque no tenía novio. Te tienes que reír.

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Foto: Ana Beltrán.

P. Le confieso que, cuando empecé a ver 'Puedo porque pienso que puedo', me dieron ganas de estrangular a su entrenador. Menos mal que se me pasó al terminar.

R. Me lo dicen mucho, y a él también (risas). Sí es cierto que en el documental se ve la parte dura de Fernando, pero es una de las cosas que queríamos mostrar.

P. Usted reconoce que tienen peloteras muy gordas.

R. Lo nuestro no ha sido fácil, pero llevamos trabajando juntos más de 15 años, esto es más que un matrimonio. Es una persona dura y es difícil estar a su lado y aguantar, pero precisamente si no fuera por eso no habría conseguido lo que he conseguido. Nos entendemos, tenemos rifirrafes, a veces discrepamos, pero nos comunicamos siempre. Y se ha quedado sin muchos veranos por estar aquí conmigo para que no me dispersara. Date cuenta de que, cuando llegué a Madrid, las personas que entrenaban conmigo me doblaban la edad. Como era gente que estaba a punto de retirarse, salían por ahí a cenar, de fiesta… Él no quería que me fuera por esa mala vida. Como lo que él quiere yo también lo quiero, los dos trabajamos para conseguirlo.

P. ¿Qué le gusta hacer cuando le dejan ser una persona normal?

R. Yo soy deportista 24 horas, pero, una vez que salgo por esa puerta, soy una niña muy risueña, me encanta estar con mis amigos, mi familia, de risas, y haciendo un poco el loco. Pero de puertas hacia dentro soy seria, concentrada, estoy muy metida en lo mío. En todo caso, soy una persona que ríe y que llora, como todo el mundo.

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Foto: Ana Beltrán.

P. ¿Cuándo es la última vez que ha llorado?

R. Hace poco, dos semanas, durante el campeonato europeo. Nadie lo sabía, pero era de sufrimiento.

P. Después de esa victoria, ¿cuál es su próximo reto?

R. En junio nos vamos todo el mes a jugar torneos en Indonesia y Malasia, y en julio iremos a entrenar en altura a Sierra Nevada durante tres semanas para preparar el Mundial de agosto en Japón.

P. ¿Cómo se ve dentro de 10 años? ¿Habrá logrado desengancharse de este deporte?

R. Soy lo que soy gracias al bádminton y al deporte, así que no sería capaz de desvincularme. Pero el día que cuelgue la raqueta sé que necesitaré un tiempo para mí de disfrute que no he tenido en los 20 años que llevo en esto. Por ejemplo, un año sabático para viajar mucho y conocer sitios, porque lo único que conozco son aeropuertos, hoteles y pabellones, nada de los países en sí. Y también me gustaría ayudar a los niños que quieran dedicarse a esto a mostrarles el camino, decirles que se puede. Pero hay que guiarlos porque sabemos que hay una edad complicada, en la que tienen que decidir entre el deporte o los estudios, los amigos y la fiesta, que es lo normal. Aunque yo no cambiaría mi vida por la de una persona normal.

Carolina Marín (Huelva, 1993) está tumbada en el suelo de una de las salas del Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Fuera, en la pista del atletismo, entrenan cuerpos bajo un sol de justicia que parece no afectarles. Marín, que hace dos semanas acaba de ganar su sexto campeonato europeo de bádminton, estira hombros y piernas supervisada por su fisioterapeuta y por su entrenador, Fernando Rivas. Minutos antes, se ha despedido de su psicóloga. Entre todos hacen un equipo compacto y perfectamente engrasado, como se ve en el documental de Amazon Prime dedicado a la deportista titulado 'Puedo porque pienso que puedo'. En esos cuatro capítulos se habla de las lesiones que han afectado a sus rodillas, de su ausencia en los Juegos Olímpicos de Tokio, de la muerte de su padre cinco meses después de un accidente laboral que ocurrió poco antes del confinamiento, de la presión que vive un deportista de élite.

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