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"Gracias a dios el coche aguantó": los ángeles de la guarda de la familia Plaza en el Dakar
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LAS AVENTURAS DE UN PADRE Y SU HIJA

"Gracias a dios el coche aguantó": los ángeles de la guarda de la familia Plaza en el Dakar

El veterano dakariano Manolo Plaza ha vuelto al Dakar con su hija Mónica por tercera vez. Sin embargo su aventura terminó demasiado pronto y casi en tragedia

Foto: Manolo y Mónica Plaza, padre e hija, siguen fieles al Dakar (Mónica Plaza)
Manolo y Mónica Plaza, padre e hija, siguen fieles al Dakar (Mónica Plaza)

“Cuando entones corrí mi primer Dakar, mi hija tenía tres meses y medio, y desde siempre pensé que me haría ilusión algún día competir con mi hija”. Manolo Plaza es un “Legend” para el Dakar, como sus organizadores etiquetan a los veteranos. Pero cuando la prueba emigró a Sudamérica, el conquense decidió parar su trayectoria dakariana. Hasta que su hija Mónica le enredó, ya casi sesentón, para volver a la arena y las dunas. Empezaron una aventura juntos que les ha proporcionado innumerables avatares y reforzado sus vínculos. Pero que pudo haber terminado de forma trágica el pasado martes.

Los Plaza se han convertido en una de las parejas más queridas en el Dakar, como en su día lo fuera Manolo, el padre, uno de los mejores especialistas de dunas de su época africana, ya catorce de ediciones a sus espaldas. Cada uno de las tres que han vivido juntos ha deparado un buen rosario de historias. Sin embargo, el peligro es inherente al Dakar, pero otro tema es probarlo en carne propia y con tu hija o padre al lado.

Rebanarse un dedo reparando

Mónica quiso competir por su cuenta hace dos años, pero al fallar su proyecto el padre acudió en su ayuda y decidió volver al volante. Arañando por aquí y por allá lograron el presupuesto justo para poder estar presentes en el Dakar. Ni caravanas, ni lujos, tienda de campaña para los dos y una carrera lo más frugal posible. Pero esta edición fue demasiado corta. Todo empezó a complicarse sobremanera el segundo día de la prueba, cuando Mónica tuvo que perseguir de la forma más rocambolesca al camión de las asistencias, después de que su padre casi se dejara un dedo en las reparaciones.

“En el kilómetro 8 nos tragamos un peligro y creo que a consecuencia de ello se rompió el trapecio con tan mala pata que lo llevábamos, pero el amortiguador se dobló también y no podíamos reparar nosotros”, explica el padre a El Confidencial. Empezaron los problemas más inesperados, ese rosario de pequeños obstáculos que en el Dakar acaban convirtiéndose en un muro gigante. Porque el padre se rebanó el dedo. “Mientras hacíamos la reparación para desmontar el trapecio me pillé con el gato el dedo y me arrancó la yema, me tocó el tendón pero sin llegar a romperlo. Esperamos al médico y luego el helicóptero, porque me tenían que limpiar mejor la herida. Me propusieron llevarme al hospital, con lo que me dejaban fuera de carrera, o vendármelo y por la noche ir al centro medico para que me limpiasen los puntos”. Manolo Plaza no estaba dispuesto a abandonar bajo ningún concepto.

Y Mónica salió a por el camión

Con un espectacular vendaje, hizo lo que pudo para ayudar a Mónica. continuaron la reparación. Pero faltaba el repuesto del amortiguador, sin el que resultaba imposible continuar. Manolo Plaza no podía ocultar sus emociones ante las cámaras por la frustración de un abandono tan prematuro. De repente, a lo lejos pasó el camión con las asistencias, pero sin verles. Mónica salió corriendo tras el vehículo a la desesperada, sin éxito.

Entonces al padre se le ocurrió una idea, fruto de la chispa del dakariano con experiencia. "Mira ver si podeis alcanzarle con un coche, pregúntales si pueden llevarte", le dijo a su hija quien, no corta ni perezosa pidió ayuda a unos espectadores que miraban la escena. Mónica se subió al todoterreno y salieron el persecución de su ángel salvador. “Imagínate con un todo terreno detrás de un camión de carreras”, comentaba el padre, asustado, con su hija dentro del todo terreno. Las imágenes mostraban al coche en paralelo al camión casi para cerrarle el paso. "Vamos a continuar", decía Manolo, con las emociones a flor de piel de nuevo.

El camión volvió hasta el lugar donde reparaban su montura. Los tripulantes les tranquilizaron, les ayudarían a seguir. Manolo Plaza contenía las emociones por tercera vez mientras abrazaba a los tripulantes del camión de asistencias. Se habían librado del abandono que pareció inevitable cuando el camión no les localizaba, pero no de hacer los últimos 150 km que restaban todos entre dunas, y de noche. Al menos, seguían en carrera. Desgraciadamente, no por mucho tiempo.

placeholder Incluso los móviles quedaron destrozados tras ser los Plaza embestidos por un camión (Mónica Plaza)
Incluso los móviles quedaron destrozados tras ser los Plaza embestidos por un camión (Mónica Plaza)

Hasta los móviles rotos

El destino no quiso acompañar en esta ocasión para terminar el Dakar como el año pasado. Aunque les ayudó de otra manera. Al día siguiente les esperaba una experiencia más dura. “Salimos genial, el coche iba fenomenal, avanzando muy bien sin problemas. Pero a unos veinte kilómetros antes de llegar al repostaje, en el 180 en las dunas, sin darme cuenta se me echó un camión encima, no había activado el sentinel, ni nada. Ni siquiera vi el camión que me había tocado, porque tampoco paró”. El sentinel es el sistema de seguridad que permite a los vehículos avisarse entre sí cuando el más rápido intenta superar a otro más lento que le precede. De repente, los Plaza se encontraron embestidos por un gigantesco camión de competición.

“El golpe fue tremendo, con tan mala pata que dobló el arco de seguridad hacia adentro más de treinta centímetros, con el paragolpes doblado, y menos mal que no llegó a tocar las piernas de Mónica. Para que te hagas una idea, es que aparte del arco doblado, el salpicadero estaba partido”. Tal fue el impacto, que la cruz lateral se metió en el habitáculo, y pegó en el cabezal del baquet de Mónica. Milagrosamente, toda la parte doblada del coche no tocó el cuerpo de la copiloto. "Luego seguimos, pero tuvimos que parar porque la transmisión estaba tocada”.

En sus dos Dakares anteriores, padre e hija superaron todo tipo de obstáculos. Pero la montura había quedado muy dañada, sobre todo la jaula de seguridad, lo que definitivamente suponía el abandono. Tal fue el golpe, que incluso los dos teléfonos móviles quedaron destrozados. “Una putada, porque el susto fue tremendo, y lo único dar gracias a dios porque el coche aguantó. El pilar lateral de la puerta lo metió treinta puntos… Perdona treinta centímetros, estaba pensando en los puntos que me dieron en el dedo”, terminaba entre bromas Manolo Plaza. El próximo año, si pueden, si encuentran el dinero, padre a hija volverán de nuevo al Dakar.

“Cuando entones corrí mi primer Dakar, mi hija tenía tres meses y medio, y desde siempre pensé que me haría ilusión algún día competir con mi hija”. Manolo Plaza es un “Legend” para el Dakar, como sus organizadores etiquetan a los veteranos. Pero cuando la prueba emigró a Sudamérica, el conquense decidió parar su trayectoria dakariana. Hasta que su hija Mónica le enredó, ya casi sesentón, para volver a la arena y las dunas. Empezaron una aventura juntos que les ha proporcionado innumerables avatares y reforzado sus vínculos. Pero que pudo haber terminado de forma trágica el pasado martes.

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