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Dominio suizo en aguas del Mar Menor: necesitamos un equipo local
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Una semana de regatas

Dominio suizo en aguas del Mar Menor: necesitamos un equipo local

Los vientos permitieron que el sábado se disputaran cinco mangas, mientras que el viernes el clima permitió que hubiera tres y el jueves sólo una

Foto: Imagen de la regata que surcó el Mar Menor. (M.C)
Imagen de la regata que surcó el Mar Menor. (M.C)

A mediados de los años ochenta las ostras eran una plaga en el Mar Menor. De manera un poco imprudente, porque, en teoría, antes de ser consumidas deben someterse a una corriente de agua desinfectada, los bañistas las recogían y se las comían directamente, sin depurar. Nunca causaron ningún problema y, aunque se estudió la posibilidad de establecer en Murcia una industria para la explotación de estos moluscos, con instalaciones como las que existen en Tarragona, los bivalvos desaparecieron tan misteriosamente como habían aparecido.

Foto: El Mar Menor, escenario de la regata. (M.C.)
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Todavía algunos vecinos se acordaban de las ostras —y de un tiempo perdido de aguas más cristalinas— cuando, este sábado, la flota de catamaranes GC32, a la salida del Puerto de Lo Pagán, se acercó a la zona, bastante somera, de las Encañizadas, en la que se sigue pescando. En regata, el navegante realiza constantemente estimaciones sobre su posición, intentando relacionarla con la de las balizas y con la del resto de la flota. Desde tierra, orientarse es aun más difícil y resulta muy complicado seguir un evento así. Por supuesto, es posible, a millas de distancia, disfrutar del perfil espectacular de estos barcos voladores, o de la atracción que supone cualquier vela mayor que flamea, se tensa y rompe el horizonte, pero ningún espectador podrá apreciar la salida de la regata o conocer el orden de llegada si no dispone de una lancha —también la toma de fotografías la exige y, en este mismo caso, nos hemos ganado la bronca de algún equipo por cruzarnos con los veleros—. Quizá por eso la vela es un deporte con pocos seguidores entre quienes no la practican.

placeholder Los barcos 'voladores' en el Mar Menor. (M.C)
Los barcos 'voladores' en el Mar Menor. (M.C)

Eso sí, quienes pudieron asistir a la tercera jornada de la final de la GC32 Racing Tour desde alguno de los barcos de la organización disfrutaron de una mañana (los catamaranes zarparon temprano) fría pero muy intensa. Los GC32 se encuentran especialmente cómodos con vientos entre los quince y los veinte nudos y estos fueron los que soplaron desde el Noreste durante todo el sábado, permitiendo la realización de cinco mangas (o vueltas al recorrido); mientras que el jueves fueron tres y el viernes tan solo una. En esta ocasión, los daneses del Rockwool Sailing Team se hicieron con la primera de las mangas mientras que las cuatro restantes se repartieron (dos y dos) entre los austríacos de Red Bull, con posibilidades matemáticas de ganar el circuito y los suizos de Alinghi, líderes de la clasificación general. “Aunque tengamos una buena diferencia de puntos [el puesto en cada manga equivale a ese mismo número de puntos, que se suma a los anteriores; gana el que acumule menos]; esto no se acaba hasta que cruzas la última línea de llegada —declara Pierre Yves del equipo Alinghi—, lo comprobamos en Villasimius [Cerdeña]”, donde perdieron el Campeonato del Mundo en la última ceñida.

placeholder La regata en Lo Pagán. (María Caparrós)
La regata en Lo Pagán. (María Caparrós)

Una ceñida que une el Optimist con la élite

"Suelo navegar en Nacra 17 [una clase de catamarán de vela ligera] —nos comenta Anders Brandi Yde, tripulante danés del Rockwool— pero es muy importante dominar diferentes barcos y he probado de todo. Compartir conocimientos entre clases ayuda mucho a mejorar. De pequeño, como todos los niños, competía en Opimist". Casi todos los navegantes presentes en el Club Náutico de Lo Pagán coinciden en esto. El Optimist, una embarcación minúscula, de formas cuadradas y muy poco hidrodinámicas —tiene aspecto de caja—, con flotadores hinchables a la vista y un timón rudimentario, casi parece un artefacto playero, pero permite a niños de entre seis y catorce años enfrentarse a la navegación en solitario.

"Cuando un niño se sube a un Optimist, si lo pasa bien y tiene la suerte de dar con un buen centro y con un buen técnico, termina enganchado" indica Eduardo Gallego, Director Técnico del Real Club de Regatas de Cartagena. Fue el caso de Jesús Ros, regatista ya citado, que resume así sus comienzos: "En la escuela de vela aprendes lo básico, las primeras maniobras y, en general, a amar el mar. Luego pasas a un club náutico donde todo es distinto. Aprendes sobre reglamento, sobre trimado en profundidad, mucha táctica…".

Así que, con pocas excepciones, los deportista de alto nivel fueron niños que regatearon en Optimist con el apoyo de un Club Náutico de su entorno (los socios deportivos suelen estar exentos de pagar cuotas o pagan unas muy inferiores a las que satisface quien amarra allí su yate).

placeholder Imagen de la prueba. (María Caparrós)
Imagen de la prueba. (María Caparrós)

El mar es el lugar de la suerte

En literatura, el mar es el lugar del hombre abandonado a su suerte, un espacio donde se producen experiencias casi religiosas —'Moby Dick' sigue siendo el mejor ejemplo, pero también la reciente 'El mar indemostrable' de Cé Santiago—. El navegante se enfrenta en solitario —o casi: insistiendo en el mito, cada tripulación bien sincronizada podría equivaler a un único individuo— a tantos peligros como remaches y grilletes equipa su embarcación; y en la vida cotidiana —salvo para los practicantes de otros deportes extremos— cuesta encontrar situaciones más comprometidas que un hombre al agua durante una travesía o un vuelco que se complica en vela ligera (aunque, en este último caso, la ayuda suele llegar enseguida). La vela enfrenta a cada uno con sus propios límites, diría un cursi. ¿Perciben algo de esto los niños, que, embutidos en sus neoprenos, salen a entrenar en sus optimist durante el invierno? Eduardo cree que sí: "La vela tiene algo que no existe en otros de deportes, y es que en muchas ocasiones hay que lidiar con elementos que no son controlables por uno mismo. Nuestro medio en muchos casos es complejo: viento, olas, mareas, corrientes… y en muchas clases, además, es vital el correcto estado del material. Por eso la vela desarrolla cualidades en las personas que la practican, empezando por la capacidad de análisis de muchos factores, o la estrategia para enfrentarse a situaciones límite. En cualquier caso, somos los técnicos los que debemos despertar esas cualidades y entrenarlas día a día. El navegante no nace, se hace".

Muchos jóvenes regatistas se desenganchan cuando les toca dar el salto a otras clases. Influyen varios motivos, como que el Optimist se queda pequeño cuando llega la adolescencia —un periodo accidentado para cualquier afición, que si no se consolida desaparecerá para siempre— o que, según Gallego "falta un plan estratégico por clases". "Algunos chavales están navegando en clases en las que no puede progresar porque no se adaptan a sus condiciones físicas y se desmotivan; pero su club solo tiene capacidad para centrarse en una sola clase juvenil".

En cualquier caso, también hay opciones fuera de la vela ligera y su enorme variedad de clases, como integrarse en el equipo de un crucero. Este fue el camino que tomó Jesús, que recuerda que para él supuso "un cambio de mentalidad porque pasas de pensar y actuar en solitario a hacerlo en un barco con nueve personas más". "En el crucero tienes una posición específica, no te puedes meter en el trabajo del compañero, pero tienes que estar siempre atento por si necesita de tu ayuda".

placeholder Los deportistas, antes del comienzo de la prueba. (María Caparrós)
Los deportistas, antes del comienzo de la prueba. (María Caparrós)

Suena la última bocina

En cuanto a la diferencia entre regatas costeras (como la que se está disputando estos días en el Mar Menor) o de altura (que exigen navegar durante días o semanas, la más importante es la Volvo Ocean Race), Ros explica: "En offshore [altura] las maniobras son más lentas y la táctica se planifica a largo plazo. En cambio, en inshore las maniobras son de segundos, tienes barcos muy cerca y cada metro es importante. Hay regatistas profesionales que han ganado la Copa América o los Juegos Olímpicos y no destacan tanto en regatas de altura. Y lo contrario".

Pero entonces, ¿cómo de amplia es la zancada que separa al navegante aficionado del profesional? ¿Es muy complicado dar ese paso incierto, a veces un empujón, que convierte la vocación en trabajo? Jesús advierte de que "dedicarse profesionalmente al mundo de la vela es muy difícil a día de hoy". "Hay muy poca gente dentro de la élite y no son tantos los proyectos que existen. Este deporte no está para nada promocionado y se depende de unos pocos armadores privados. Hay muy poco apoyo institucional". ¿Y qué buscan esos armadores? Eduardo responde: "Gente polivalente. Es muy normal tener deportistas ingenieros o informáticos, o especialistas en composites [materiales compuestos]; hoy en día nuestro deporte depende de la tecnología y del proceso de datos. Las embarcaciones de altura requieren preparación en Meteorología, conocimientos estratégicos y mucha resistencia mental".

Mientras charlábamos, desde el embarcadero de la Escuela de Vela Socaire, zarparon varios veleros: los más grandes iban cargados de niños, vimos tres o cuatro Laser, un rápido Hobie Cat 17 (parece una versión a escala y simplificada de los GC32) y hasta algún Snipe (clase doble muy popular en regatas de aficionados). Las pequeñas velas blancas de los Optimist del Club de Santiago de la Ribera también brillaban bajo el sol de noviembre, en pleno entrenamiento. ¿Y los impresionantes catamaranes de la GC32 Racing Tour, que deberían estar disputando sus últimas mangas?

placeholder Los participantes de la prueba. (María Caparrós)
Los participantes de la prueba. (María Caparrós)

De lejos, no parecían demasiado cómodos: foques que se izan y se recogen, cambios en el recorrido, revuelo en las zodiacs de los equipos… Las condiciones de viento (entre cinco y diez nudos) ideales para que los alumnos de una escuela disfruten y aprendan no lo son tanto para los foils, que para hacer despegar a la embarcación dependen de que ésta haya alcanzado cierta velocidad previa. Finalmente, hubo viento suficiente para que se disputara la última manga del GC32 Racing Tour. Una tercera posición sirvió a los suizos de Alinghi para hacerse con la victoria absoluta. Los austríacos del equipo Red Bull fueron los segundos, mismo puesto que han ocupado en la clasificación general, y el Black Star, barco también suizo, fue el primero en cruzar la línea de llegada, algo que le ha servido para cerrar el pódium de este campeonato dominado por dos países sin salida al mar.

Por la noche, una enorme grúa desmontará los mástiles de los GC32, es decir, los desarbolará, y las embarcaciones serán desarmadas minuciosamente por sus respectivos equipos, que las almacenarán en contenedores y las transportarán hasta los gélidos lagos en las faldas de los Alpes donde suelen entrenar. Estos profesionales no volverán a competir hasta la próxima primavera pero, mientras tanto, durante el invierno, los clubes y las escuelas de vela del Mar Menor seguirán funcionando con unas condiciones de viento y temperatura, que son la envidia, por ejemplo, de Erik Maris, armador y timonel del Zoulou. Él, como los demás, está "deseando volver pronto para seguir navegando en esta mar tan plana" y felicita a la organización de la regata. Es una buena señal. Ahora que parece que el futuro de la laguna se decide en los despachos, conviene recordar el papel que la vela, un deporte limpio y sostenible, podría jugar en su recuperación. Si las cosas se hacen bien, cuando, dentro de pocos años, este campeonato u otro similar vuelva a disputarse en aguas del Mar Menor, podría ganarlo un hipotético equipo local. Para entonces, es posible que haya ostras para celebrarlo.

A mediados de los años ochenta las ostras eran una plaga en el Mar Menor. De manera un poco imprudente, porque, en teoría, antes de ser consumidas deben someterse a una corriente de agua desinfectada, los bañistas las recogían y se las comían directamente, sin depurar. Nunca causaron ningún problema y, aunque se estudió la posibilidad de establecer en Murcia una industria para la explotación de estos moluscos, con instalaciones como las que existen en Tarragona, los bivalvos desaparecieron tan misteriosamente como habían aparecido.

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