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Aaron Judge, el bateador que desacreditó a golpes los cálculos de la NASA
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nunca se vio un jugador tan alto y pesado

Aaron Judge, el bateador que desacreditó a golpes los cálculos de la NASA

El novato de los Yankees impactó la bola dos veces en un techo que estaba proyectado para nunca ser alcanzado. Es la gran sensación de la temporada por su inmenso tamaño y sus números

Foto: Aaron Judge, bateando para los Yankees. (EFE)
Aaron Judge, bateando para los Yankees. (EFE)

Los estadios deportivos son las catedrales del siglo XXI. Se invierten en ellos cientos de millones de euros, se convierten en monumentos y, con cierta frecuencia, se costean con dinero público. Cuando alguien quiere proyectar un edificio así abre concursos, llama a los más prestigiosos ingenieros y no escatima esfuerzos. Si hay que llamar a la NASA para que haga cálculos, se hace.

Eso fue, exactamente, lo que pensaron los dueños de los Florida Marlins cuando en 2010 estaban proyectando su nuevo estadio. Querían que fuese techado, que es la moda en Estados Unidos, pero no se detuvieron ahí. Como iba a ser un campo de béisbol pensaron que tendrían que calcular todo para que nunca un jugador consiguiese dar en el techo en un batazo. Llamaron a Houston y allí empezaron a hacer operaciones aritméticas, pensando en la densidad del aire y la velocidad a la que puede llegar a viajar una bola. Un trabajo sencillo para la gran agencia americana, acostumbrada a mandar naves al espacio.

Llegaron a la conclusión de que valdría con que el techo se colocase a 64 metros de altura en su punto más alto, situado sobre la segunda base. En las zonas más pequeñas y lejanas sería suficiente con algo menos, alrededor de 40 metros. Con eso, pensaban, conseguirían que nunca nadie diese un golpe con la bola en medio del juego. La Liga, de todos modos, pidió al equipo que aclarase qué pasaría si eso sucedía. Las normas, en el béisbol, cambian en cada estadio. Los Marlins decidieron que si alguien daba al techo no contaría como un 'home run' sino que simplemente pondría la bola en juego. Algo un poco absurdo, si alguien era capaz de desafiar a la física debería ser recompensado, al menos, con la carrera conseguida.

Pasaron los años y nadie lograba darle al techo, como por otra parte era de esperar. Lo que ocurre es que el tiempo todo lo cambia y un jugador, Aaron Judge, fue capaz de callar a todos los ingenieros de la NASA de un par de golpes. Era el día previo de exhibición del partido de las estrellas y él aparecía en el concurso de bateo. Jugador de los Yankees, es la gran historia de la temporada en la MLB. Lo consiguió, por supuesto. No solo una vez sino dos, pues en el calentamiento, sí, en el calentamiento, ya fue capaz de golpear el techo con la fuerza de su bate. Los ingenieros de Houston callan, ese techo estaba pensado para que los humanos no lo alcanzasen. Pero Aaron Judge, como ser humano, es uno algo especial.

Para empezar a hablar, es el bateador más alto y más pesado que jamás ha jugado en la liga. Mide 2.01 y pesa 128 kilos, magnitudes ambas que se salen con mucho de lo que es corriente en un jugador de posición. Los ha habido cercanos en una cosa u otra, pero nunca antes se vio alguien que combinase esa altura y ese peso. Solo hay que verle comparado con su compañero Ronald Torreyes para saber que lo suyo no es normal. Utiliza el bate con la facilidad con la que Harry Potter coge la varita mágica.

placeholder Torreyes y Judge.
Torreyes y Judge.

Es curioso, además, porque Judge pareció salir de ninguna parte. Tiene 25 años, pero aún es un novato. No es tan extraño esto en el béisbol, pero normalmente de los jugadores como Judge, que se apropian de la liga desde sus primeros días, se suele empezar a oír hablar años antes. Como en el resto de deportes, por otra parte, en los mentideros se señala a los elegidos, los que tienen el futuro por delante para arrasarlo. Del bateador de los Yankees poco o nada se sabía. Sí, primera ronda del draft, un buen periplo universitario. Pero poco más.

Entonces llegó él y le dio por contradecir todas las convenciones. Es claro favorito para el premio al novato del año, pero no solo eso. También aspira a ser el mejor jugador de la temporada. ¿Cuántas veces un jugador ha logrado ambos premios en su primer año? Pues solo dos y uno de ellos, Ichiro Suzuki, tiene truco, porque llevaba años siendo profesional en Japón. Es decir, era un falso novato con muchos tiros pegados a sus espaldas.

Hay un detalle más que hace que Judge sea diferente, y esto tiene menos que ver con él que con la suerte. Juega en los New York Yankees, el equipo más célebre, más odiado y más seguido. La realeza en el béisbol juega con línea diplomática y andaba un poco huérfana. La pasada temporada se despidió Derek Jeter, el último gran aristócrata del deporte estadounidense. Se necesitaban nuevas estrellas en un equipo que gasta como ninguno porque es como ningún otro. Buscaron en el mercado, tenían pensado esperar un par de años a que quedase libre Bryce Harper. Pero entonces salió Judge e hizo una primera mitad de temporada para la historia.

Las estadísticas son muy locas. Va camino de romper el récord de home runs hecho por un novato, ya ha todo el de los Yankees, a Joe DiMaggio ni más ni menos. A una leyenda que estuvo casada con Marilyn Monroe, porque ese es el nivel. Además, falla poco, aunque también es cierto que en las últimas semanas está fallón y alguno empieza a preguntarse si lo que ha ocurrido en la primera mitad de la temporada, realmente sorprendente, ha sido solo un oasis en el desierto o la medida real que puede dar el ogro.

Los números son la figura central en el béisbol. Desde que empezó el moneyball todo parece condensarse en un maremoto de estadísticas que determinan si un jugador es bueno o es malo, si es útiil o hay que traspasarlo. No hay deporte que dependa más de la aritmética que este, pero en ocasiones no puede entenderse solo a golpe de guarismo. Judge son las cifras, sí, pero también la experiencia de uso.

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Jul 21, 2017; Seattle, WA, USA; New York Yankees right fielder Aaron Judge (99) exchanges high fives in the dugout after hitting a three-run home run against the Seattle Mariners during the fifth inning at Safeco Field. Mandatory Credit: Joe Nicholson-USA TODAY Sports

Reventando estadísticas

Porque verle batear es una experiencia única, diferente a todo lo demás. Hace tres años la MLB colocó en todos los estadios una nueva forma de análisis de los batazos. Statcast se llama la máquina y mide la distancia a la que va la bola, la velocidad que llega a coger, la velocidad del bate, el ángulo de salida de la pelota... cada equipo disputa al año 162 partidos de liga regular, así que no se puede decir que las muestra no es exactamente pequeña. Pero da igual, Judge ha roto todos los récords posibles. Es le hombre que más lejos ha tirado la bola y que de una forma más veloz la ha golpeado. Sus 'home runs' no se limitan a sacar la bola a la grada, lo hace con una violencia casi imposible en un ser humano.

Judge, además, es el yerno soñado. Un chico tímido al que no parece haber cambiado la apabullante fama que le ha venido encima en los últimos meses. Es muy complicado parecer un niño bueno en un equipo como los Yankees, siempre acosado por la prensa sensacionalista de la gran ciudad y teniendo que lidiar con un grado de celebridad como no se da igual en el deporte mundial. Ser jugador de los Bombarderos del Bronx es diferente a cualquier otra cosa, pero a Judge nada parece haberle cambiado. Él sigue igual.

Es un chico dulce, aunque parezca un poco animal. Lo demostró la pasada madrugada, en el Safeco Field de Seattle. Es uno de los campos más grandes de la liga y nadie ha conseguido tirarla fuera de las gradas, más allá del recinto. Judge tampoco lo hizo, pero dio muestras de que algún día lo logrará, pues se quedó solo a tres filas de mandar la bola a las calles de la ciudad de Kurt Cobain. Un golpe sensacional, sin duda. ¿qué dice Statcast al respecto? Pues nada, porque al parecer la bola fue tan fuerte que la máquina fue incapaz de medirla. No había pasado esto nunca desde que se implantó en la liga este sistema. Pero pasa un poco como con la NASA, las cosas se hacen pensando en la gente normal, no en Aaron Judge.

Los estadios deportivos son las catedrales del siglo XXI. Se invierten en ellos cientos de millones de euros, se convierten en monumentos y, con cierta frecuencia, se costean con dinero público. Cuando alguien quiere proyectar un edificio así abre concursos, llama a los más prestigiosos ingenieros y no escatima esfuerzos. Si hay que llamar a la NASA para que haga cálculos, se hace.