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De Casa de Piedra al campo base de Plaza Argentina: a las puertas de lo sublime
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De Casa de Piedra al campo base de Plaza Argentina: a las puertas de lo sublime

Lo sublime, la emoción más poderosa que el ser humano puede sentir. Quizás los alpinistas seamos sus guardines. La expedición está a sus puertas

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Rocas audazmente colgadas y, por decirlo así, amenazadoras, nubes de tormenta que se amontonan en el cielo y se adelantan con rayos y con truenos, huracanes que van dejando tras de sí desolación,… reducen nuestra facultad de resistir a una insignificante pequeñez, comparada con su fuerza. Pero su aspecto es tanto más atractivo cuanto más temible, con tal que nos encontremos nosotros en lugar seguro y llamamos gustosos sublimes a esos objetos porque elevan las facultades del alma por encima de su término medio ordinario y nos hacen descubrir en nosotros una facultad de resistencia totalmente distinta, que nos da valor para poder medirnos con todo el poder aparente de la naturaleza." Immanuel Kant, Crítica del juicio.

Lo sublime, la emoción más poderosa que el ser humano puede sentir. Quizás los alpinistas seamos sus guardines. Fernando, Eusebio, Miguel, José Ángel y Daniel han llegado a las puertas de lo sublime.

Fernando comunicó desde Casa de Piedra el domingo a las 18:45 hora Aconcagua, 22:45 hora peninsular, para seguir dándonos buenas sensaciones. Habían llegado sin novedad, la mejor noticia que podemos tener de una expedición de montaña. Acababan de montar las tiendas y se disponían a cenar. Se acabó el asado. Nuestro guía sigue durmiendo al raso. Ha confesado que le gusta. Con Fernando todo parece fácil, pero no debemos olvidar que están ya a 3.300 metros de altitud. El Mulhacén, el pico más alto de la península ibérica tiene poco más de 3.400m. La meteo sigue siendo agradable. El cielo se había cerrado, lloviznaba ligeramente con un viento suave.

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De Casa de Piedra al campo base de Plaza Argentina. Ayer lunes comenzaron la jornada de aproximación más dura de las tres. Los arrieros dejarán las cargas en Plaza Argentina y regresarán. Para ellos es un día muy largo, por eso madrugan y nuestros andinistas lo hacen también. La distancia es menor que las anteriores, unos doce kilómetros, pero salvarán un desnivel de mil metros. Alcanzarán una altitud de 4.200 m que ya se empieza a notar. Segúnnos informó Fernando saldrán a las siete de la mañana con la previsión de llegar a las tres de la tarde. Los arrieros les ayudan a cruzar a lomos de mula el rio Vacas, que baja muy cargado. Una vez hayan descargado, los arrieros desandarán el camino y vuelven con las mulas a Pampa de Leñas.

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Nada más comenzar a andar vadearán el rio Vacas y se adentrarán en la quebrada del Relincho. La marcha remonta por la margen derecha hasta un sector donde el valle se abre. Ahí cruzaran el arroyo. Si va cargado toca descalzarse y ponerse sandalias. El agua está realmente helada. Continuarán por la margen izquierda hasta el campo base. Cuando lleguen al punto más elevado, antes de descender suavemente hasta Plaza Argentina, verán un sublime panorama kantiano. La cara sur un gigantesco paredón de hielo y rocas de tres kilómetros de altura. A su derecha la cara este, sobresaliendo el glaciar de Los Polacos.

El Relincho es una ruta cómoda para la marcha, pero es la parte más peligrosa para las mulas cargueras. Hay pasos realmente comprometidos para estos animales que llevan fardos de treinta kilos a cada lado.

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Déjenla descansar ¡che!... ¡que descanse!

“La dejamos. Y ahí estaba, humeante, sepultada hasta el resuello, la cabeza como un brote en la nieve. A los tirones, a los gritos, sacándole el peso pudo salir. Empapada, por las verijas, la carga.

Quiso afirmarse y se desbarrancó. En vano tratamos aún de aguantarla por las riendas, denodadamente. Colgó un instante -péndulo grotesco- del cogote largo. Y cayó dando vueltas. Blandamente, muy abiertos los ojos, desperdigando la carga por la cuesta helada. Destripándose como pelele cayó...”

Diario Noticias Gráficas del 5 de octubre de 1953, Algunos de los sucesos de la expedición invernal al Aconcagua por el Glaciar de los Polacos.

Rocas audazmente colgadas y, por decirlo así, amenazadoras, nubes de tormenta que se amontonan en el cielo y se adelantan con rayos y con truenos, huracanes que van dejando tras de sí desolación,… reducen nuestra facultad de resistir a una insignificante pequeñez, comparada con su fuerza. Pero su aspecto es tanto más atractivo cuanto más temible, con tal que nos encontremos nosotros en lugar seguro y llamamos gustosos sublimes a esos objetos porque elevan las facultades del alma por encima de su término medio ordinario y nos hacen descubrir en nosotros una facultad de resistencia totalmente distinta, que nos da valor para poder medirnos con todo el poder aparente de la naturaleza." Immanuel Kant, Crítica del juicio.

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