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Nani Roma ganó al Dakar, y también al "zorro" del desierto
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LA PUGNA PSICOLÓGICA PARA LOGRAR EL TRIUNFO

Nani Roma ganó al Dakar, y también al "zorro" del desierto

Roma no solo tuvo que afronta la dura pugna en las pistas y la arena, sino manejar la presión psicológico que Peterhansel supo crear en torno al catalán.

Foto: Nani Roma, visiblemente emocionado tras ganar el Dakar (Reuters).
Nani Roma, visiblemente emocionado tras ganar el Dakar (Reuters).

Nada más cruzar la línea de meta,Nani Romadetuvo suMini.Acababa de ganaren ese momento el Dakar. Pero no pudo salir del coche acelebrarlo. Bajó la cabeza y se tapó los ojos con dos dedos mientras lloraba. No eran solo de alegría, sus lágrimas eran laválvulade descompresión ante lo vivido en los días anteriores, losúltimos de unDakarque se convertía en una cuesta cada vez más empinadaa medida que se acercaba el final de la prueba.

Una semana después, Roma ha vivido un torbellino de celebraciones y reconocimiento. Y con el tiempo, ha remansado, poco a poco, la íntima sensación deque su triunfo no fue solo un mero éxito deportivo,porquetambién lo fue en el planopersonal y psicológico. Porque se logró contra "Mister Dakar", la leyenda de la prueba, el francés Stephane Peterhansel.Pero también frente a sí mismo.

Un "zorro" de experiencia, dentro y fuera de la pista

“Nani es un piloto que se rompe con la presión…”. Buen amigo, pero también duro rival,Peterhansel, conocía un rasgo queha marcado en ocasionesla carrera deportiva deRoma, y así le definía en un reportaje realizado por la organización. Ytensóla cuerda hasta el límite, hasta intentar romper al piloto catalán en su particular lucha dentro y fuera de la pista. Porque el duelo entre los dos pilotos deMinifuedeportivo, perotambién psicológico. Y Peterhansel descubrió a unpiloto diferente, y al que no pudo romper.No fueporque no lo intentó, ya que durante sus últimos díasdesplegó toda su “zorrería”, en el sentido de la gran experiencia que atesora, tanto en las pistas, como fuera de ellas.

“¿Táctica? ¿Qué táctica? Nos pidieron que fuéramos un poco más lentos los próximos días y cumplir con las clasificaciones actuales. La orden viene de arriba, básicamente el juego se ha terminado. Nos hemos divertido durante los últimos cinco días, fue todo un placer. Estuvimos a 40 minutos y llegamos a 2, pero la fiesta se acabó”. Así respondióPeterhansel a una televisión francesa antes de la salir a la undécima etapa. El día anterior había reducido la diferencia a solo 2:15frente a los 33 que le habían separado de Nani Roma enSalta.

Nani roma celebra su primera victoria en el dakar como piloto de coches.

En el equipo cambiaban de discos y pastillas de frenos cada dos días, tal era el ritmo que estaban siguiendo los Mini. El día anterior, por la noche,un preocupadoSven Quandt (responsable del equipo) pidió a sus pilotos que “bajaran el ritmo” porque temía que ninguno llegaría aValparaíso. “Lo que se dijo es que se bajara el ritmo, porque mi jefe (Sven Quandt)podría haber parado la carrera cuatro días antes del final. Otro manager con menos pasión por las carreras la hubiera detenido antes, no se hubiera arriesgado a dejar tres coches en el desierto”, desvelaba después de la prueba Roma.

Una estrategia doble

Pero Peterhansel movió sus piezas y presentó el tema de forma endiablada a la prensa. Por un lado, haciendo públicas las palabras del jefe. Por otro,adoptandoel papel de víctima. Por el contrario, en la pistaimpusohasta el final un fuerte ritmo en carrera que en nada parecía correspondera las instrucciones de su equipo. Creaba así en los días que restaban un ambiente de gran presión por parte de la prensa francesa en torno a Roma, cuestionandola posibilidad de su triunfo. A la vez,Peterhansel seguía atacandosin bajar el ritmo, a la espera de que elpiloto catalán, como en el pasado, se rompiera ante la presión.

El juego era inteligente. Si Roma ganaba en buena lid,podía atribuir su triunfo a lo que él presentó inicialmente como “órdenes de equipo” ante la prensa francesa. Si en las tres etapas que restaban hasta el final Roma se quedaba en una duna o sufría problemas, eran tan cortas las diferencias que Peterhansel se llevaba la victoria.

“Cuando se pone el casco se transforma, no sabe ni quiere perder, lo lleva fatal”

El francés tenía motivos para sentirse frustrado ante la petición de Sven Quandt para que sus pilotos bajaran el ritmo. Durante cinco etapas, reconocía: “nunca en mi vida había rodado tan rápido en un Dakar”, y poco a poco recortabala diferencia de un Roma más prudente y bajo mayor presión ante la perspectiva de su primera victoria en coches. Pero llegó un punto en el que Peterhansel hubo de asumir la misma dinámica que tantas veces le había beneficiado en el pasado. Cuando los responsables de un equipo quieren lograr el triunfo a toda costa, sin importar el piloto. Y como animal enjaulado, movió todas sus bazas para romper a Nani Roma.

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“Cuando se pone el casco se transforma, no sabe ni quiere perder, lo lleva fatal”, coincidenalgunos de sus compañeros de equipo. “Ya dije que no había “órdenes de equipo, pero nadie me creyó”, se defendía Roma quien, sin embargo, luchó y dominó contra esa naturaleza apasionada y emotiva a la quegolpeaba Peterhansel.

Y Nani se enfrentó a la prensa francesa

En la etapa clave deAntofagasta aEl Salvador, de 605 kilómetros,el piloto españolparó el golpe en el desierto deAtacamay devolvió la diferencia hasta los 5´32 minutos. Cuando durante la etapa Roma se puso en cabeza, intentó aflojar el ritmo suyo y de sus rivales como el equipo demandaba.Peterhanselimprimió más velocidad si cabe, peropinchó dos veces. Fuera del coche, paralelamente,Roma se encaróa la prensa francesa directamente: "¿Pero qué pasa? ¿Es que no puedo ganar el Dakar? ¿No queréis que gane? Ya está bien..." vino a decirles. Le podía haber salido el tiro por la culata. Pero, sin embargo, las aguasen este frente se calmaron.

Todo quedó abierto para el último día. Veintiseis segundos les separaban ante el día final. La jornada anterior, el mismo piloto que días atrás declaraba que todo había terminadose había puesto líder por 26 segundos. Roma salía por detrás, cuatro minutos. Iba a atacar a muerte. Tenía todo a su favor para ganar. Sven Quandt dijo: “Hasta aquí hemos llegado. Stephane, ahora sí te paras…”. Profesional como es, obedeció. Perono sin antes haber agotadotodas sus bazas para romper a Nani Roma. El españolhabía ganado cuatro pruebas durante la temporada, se había preparado física y psicológicamente como nunca para el Dakar, tenía los mejores resultados hasta que se pidió prudencia a sus pilotos. No se rompió y“Mister Dakar” no pudo con Nani Roma. Ahora, con Hubert Auriol, son los únicos pilotos que comparten victoria en coche y moto en la historia de la prueba. Desde hace una semanaNani Roma ya se sabe otro piloto. Y quizás, también, una persona diferente.

Nada más cruzar la línea de meta,Nani Romadetuvo suMini.Acababa de ganaren ese momento el Dakar. Pero no pudo salir del coche acelebrarlo. Bajó la cabeza y se tapó los ojos con dos dedos mientras lloraba. No eran solo de alegría, sus lágrimas eran laválvulade descompresión ante lo vivido en los días anteriores, losúltimos de unDakarque se convertía en una cuesta cada vez más empinadaa medida que se acercaba el final de la prueba.