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La lección de vida de Kenny Noyes tras su accidente: "No hay que perder la esperanza"
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'Desafíos de Superbike, Moto2 & Glasgow 3'

La lección de vida de Kenny Noyes tras su accidente: "No hay que perder la esperanza"

Tras más de seis años de trabajo para recuperarse del gravísimo accidente sufrido, Kenny Noyes sigue esforzándose cada día y ha plasmado esa experiencia en un libro

Foto: Kenny Noyes, durante su recuperación. (Cedida)
Kenny Noyes, durante su recuperación. (Cedida)

El 5 de julio de 2015 la vida de Kenny Noyes se fundió a negro. Un accidente en una prueba del FIM CEV en Motorland Aragón le dejó en un coma profundo, en una situación crítica, con un pronóstico pesimista habida cuenta la severidad del traumatismo craneoencefálico que padecía, pero dos meses después Kenny despertó, y lo hizo sin saber quién era, dónde estaba y por qué se encontraba en cama, conectado a tubos y cables, y quiénes eran aquellas personas, su esposa, sus padres, su hermano, que durante esos dos meses, postrados junto a su cama del Hospital Clínico de Zaragoza, haciendo turnos en los periodos de visita a la UCI clínica, no dejaron de estimularle, de llamarle, de pedirle que regresara con ellos, hasta que un día Kenny abrió los ojos.

Han pasado seis años. La vida que Kenny disfruta hoy no es la misma que tenía entonces. Fue piloto de motos, campeón en España y en Estados Unidos, piloto del Mundial de Moto2, creó una escuela de conducción. Pero ahora su vida ha cambiado radicalmente porque ya no puede hacer eso que venía haciendo durante casi veinte años. Pero la vida sigue, y su trabajo ahora se centra en mejorar y recuperar su vida en la mayor plenitud de la palabra. En el proceso, Kenny, con la increíble y constante ayuda de Iana, su esposa, ha querido plasmar su experiencia en un libro, 'Desafíos de Superbike, Moto2 & Glasgow 3', editado por su propia familia, con el que intenta ayudar a las personas y sus familias que pasan por un trance similar.

placeholder Kenny Noyes, durante su carrera deportiva. (Cedida)
Kenny Noyes, durante su carrera deportiva. (Cedida)

“Las familias que pasan por esto tienen que saber que aunque sea una situación difícil, no hay que rendirse. Hay que seguir avanzando, aunque solo sea pasito a pasito, no hace falta intentar cosas grandes”, dice Kenny, esforzándose para hablar, porque una de las secuelas que le ha dejado el accidente es una lesión en el aparato estomatogmático, que regula los sistemas de la boca y el cuello. Pero se esfuerza en comunicarse. Pasito a pasito se avanza, aunque él reconoce que a veces forzó la situación para mejorar, “aunque poco a poco me di cuenta de que no hay que intentar forzar la situación, hay que ir a poquito”, confiesa.

Cuando se vive una situación tan dramática es fácil renegar de la causa que te ha llevado hasta allí, pero Kenny no reniega de las motos. Al contrario, siguen siendo su vida. Mantiene su escuela de conducción con la ayuda de Iana y el equipo de monitores y colaboradores que ya trabajaba con él. “Carlos Checa (N. de R.: el campeón del mundo de SBK) me dijo que lo importante es que te guste algo lo suficiente como para correr peligro, ya sea en moto, en bici o esquiando. Yo de mi vida con las motos no cambiaría nada, solo el accidente”, asegura Kenny.

Leyendo su libro alcanzas una visión de la vida que solo conocen personas que han pasado por situaciones tan dramáticas y extremas como la suya. Hablando de su estancia en el Instituto Guttmann de Barcelona, donde prosiguió con su proceso de rehabilitación meses después de salir de la UCI, Kenny cuenta las diferencias entre las dos zonas de la institución, una de carácter público, a la que fue destinado por la cobertura de su seguro deportivo, y otra de carácter privado, en la que los pacientes procedían de las aseguradoras médicas privadas. Su determinación y la de Iana le permitieron colarse en la “zona privada”, donde el tratamiento era completamente diferente al de la zona pública.

placeholder Kenny Noyes presenta su libro.
Kenny Noyes presenta su libro.

En su libro, Kenny dice de ella: “Este edificio estaba al lado pero tenía otro ambiente, se podía respirar un aire más limpio. Sin tanto miedo a la muerte”. Lo que viene a decir es que en la parte pública de la Guttmann había gente mayor, gente en un estado muy malo, un entorno de poca esperanza, con muchos pacientes y pocos fisioterapeutas, creando un ambiente desesperanzador del que Kenny quería escapar. “En la zona privada todo era luminoso, parecía un gimnasio”, asegura. Reconoce que, en general, se hace necesaria una comunicación más clara con los pacientes que pasan por este trauma, aunque fue algo que lo vivió más directamente su familia que él.

En este punto interviene Iana: “Los médicos de urgencias son unos extraordinarios profesionales, hace unos años Kenny no habría sobrevivido, pero el avance de la medicina y lo que aprenden día a día a Kenny le salvó la vida. A partir de ahí, los especialistas, los neurólogos, etc, están acostumbrados a otros casos y la medicina se convierte en pura estadística, y con otros accidentes pasa lo mismo. Si la familia no recibe un consejo médico que te diga que hagas lo posible para estimularle, aunque sea un pronóstico pesimista, no sabrá qué hacer. Es importante implicar a la familia para que trabaje con el paciente, es algo que ya nos dijo la doctora Pilar Luque en Zaragoza, que no hay dos cerebros iguales y tampoco hay dos respuestas iguales”.

El libro también es una crítica al sistema de cobertura del seguro de accidentes deportivos, que todavía se rige por un baremo establecido por la ley de 1993. También trabajan en colaboración con varias fundaciones vinculadas a deportistas que han sufrido accidentes similares a los de Kenny, como la Fundación Lucas18. Su impulso ayuda a seguir adelante. “No hay que perder la esperanza”, dice Kenny. “No se deja de recuperar, mientras vivas estarás recuperando”, le dijo la neuropsicóloga que lo atendió en el Instituto Guttmann.

Foto: Pedro Acosta, durante unos entrenamientos en Montmeló. (EFE)

Hay una baza que juega a favor de Kenny en este trance: el hecho de ser piloto. Él no ha abandonado su espíritu de piloto: “Hay que entrenar cada día, es una carrera de varios años”, afirma con seguridad. “Ser piloto y deportista ayuda, pero es aplicable a cualquier persona, seguro. No al nivel de intensidad de Kenny, que es un poco psicópata, pero ayuda”, apunta Iana mientras Kenny no puede evitar las risas. Su vida habrá cambiado, pero conserva su buen sentido del humor.

Kenny ha mejorado notablemente, es capaz de desplazarse sin andador, de subir escaleras, de lograr avances funcionales cada día, pero su mayor dificultad está en la comunicación: “No poder hablar ni comunicarme ha sido lo más crítico. Es un problema más mecánico que mental. Tenemos muchos pequeños músculos en la garganta y la boca”. Otro cambio importante es la perspectiva que tiene ahora del mundo de la moto, de las carreras. Ahora consigue verlas con ganas, porque reconoce que llegó a sentirse muy frustrado de no poder estar ahí.

Tras más de seis años de lucha, Kenny aún tiene por delante un largo camino. ¿Con qué lección te quedas, qué has aprendido de este periodo de tu vida?, le pregunto: “Lo más importante es estar vivo cada día. Hagas lo que hagas, lo importante son las pequeñas cosas. Esas cosas que nos parecen insignificantes las valoras mucho”, concluye. Una verdadera lección de vida.

El 5 de julio de 2015 la vida de Kenny Noyes se fundió a negro. Un accidente en una prueba del FIM CEV en Motorland Aragón le dejó en un coma profundo, en una situación crítica, con un pronóstico pesimista habida cuenta la severidad del traumatismo craneoencefálico que padecía, pero dos meses después Kenny despertó, y lo hizo sin saber quién era, dónde estaba y por qué se encontraba en cama, conectado a tubos y cables, y quiénes eran aquellas personas, su esposa, sus padres, su hermano, que durante esos dos meses, postrados junto a su cama del Hospital Clínico de Zaragoza, haciendo turnos en los periodos de visita a la UCI clínica, no dejaron de estimularle, de llamarle, de pedirle que regresara con ellos, hasta que un día Kenny abrió los ojos.

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