"No va a ser el único oro": España, una medalla que pesa y una generación para ilusionarse
La Selección femenina de waterpolo se proclamó campeona olímpica por primera vez en su historia. Ahora, se mantiene una camada con la que es posible que lleguen más éxitos
Les aseguro que fue una proposición espontánea y me resultó imposible negarme. "Cógela si quieres", me dijo Paula Crespí cuando le pregunté si de verdad pesaba el oro. Y les digo que es realidad y no leyenda: el metal pesa lo suyo. Tenía la Torre Eiffel dibujada y grabadas las palabras París y waterpolo. Con los años, se mostrarán de nuevo las imágenes y ellas habrán cambiado, pero la medalla seguirá ajena al devenir de la vida.
La Selección española de waterpolo femenino ganó su primer oro olímpico en París ante Australia (11-9). Las chicas dejaron atrás los traumas, los que acompañaron al equipo tras las derrotas en Londres y Tokio. Hay platas que carecen del sabor de la amargura, pero aquellas lo tenían. Anni Espar, Laura Ester, Maica García y Pili Peña soñaron muchas veces con una medalla que ya es historia del deporte español.
Las chicas se pasearon por La Défense Arena con su medalla colgada y con la caja en la que guardaban su diploma olímpico. Estaban radiantes, con una felicidad de las que da gusto ver. De hecho, algunas, como Martina Terré, estaba al borde de las lágrimas, casi sin capacidad para explicar qué había ocurrido en esa tarde parisina.
Los australianos, cuya presencia en los bares en la previa fue abrumadora, fueron eclipsados en cuanto los españoles entraron al estadio. Había banderas por todos lados. Y camisetas. Y cánticos. Hasta las jugadoras se dieron la vuelta en la tarima, tras recibir las medallas, para celebrar el triunfo con la afición.
La alegría de Miki Oca
El éxito fue tan impactante que Miki Oca optó por tirarse al agua directamente en lugar de esperar a que se lo llevaran sus chicas, ritual habitual. Antes de que el técnico ganara su segundo oro olímpico (el primero fue en Atlanta 96), las jugadoras se dieron cariñosos abrazos con las australianas, contentas por esa plata a pesar de la derrota.
El señorío no fue exclusivo de las jugadoras. En un pasillo del estadio, Miki Oca estaba descalzo, con la ropa empapada y una toalla, entre risas con Rafa Aguilar, director técnico de la Federación. Por allí pasó Ben Rippon, seleccionadora australiana, y le tendió la mano a ambos antes de darles la enhorabuena.
Bea Ortiz se marchó al doping corriendo mientras Anni Espar explicó qué acababa de ocurrir: "Todas soñábamos con este oro. Repetir finales no es fácil. Estados Unidos y nosotras somos las únicas que hemos llegado a tantas en los últimos años. Hemos estado excelentes en el ciclo olímpico. Mantener la competitividad durante tanto tiempo me hace estar orgullosa de este equipo".
Una victoria sufrida
El oro llegó, con el sufrimiento consustancial, a los triunfos españoles. "No significa nada ir tres goles arriba en una final. Eso sí, hemos estado más tranquilas que contra Países Bajos. Hemos sabido cómo mantener la ventana", dijo Espar.
Había transcurrido apenas una hora desde que concluyó el encuentro, pero para Crespí habían sido años. "Si te tengo que hacer un repaso del partido, no puedo", explicó entre risas. "Hemos tenido cabeza, porque sabíamos que sería un duelo largo. Fuimos fieles a nuestro juego".
La ventaja de cuatro goles a falta de poco más de un minuto dejó el oro mucho más cerca. Lo cuenta Crespí: "Se veía venir cuando tuvimos esa diferencia, no te voy a decir que no. No se puede asegurar nada, pero esa ventaja nos ha permitido respirar".
Una medalla inexplicable
La amalgama lograda por Miki Oca, esa mezcla entre veteranas y noveles, ha culminado en el esperado oro olímpico. Habla Espar: "Era clave conseguir la unión en el equipo con las más jóvenes. Hemos estado muchos meses trabajando. Esta generación va a dar muchas alegrías, no es la única medalla de oro que se va a conseguir".
La medalla es "difícil de explicar si no vives lo que hay detrás", relata Crespí, que deja un mensaje: "Este grupo es magnífico y ojalá podamos seguir compitiendo juntas. Pero ahora quiero descansar, no estoy pensando en competir". Déjenlas que se vayan. De fiesta. De vacaciones. Con sus medallas. Ya habrá tiempo para que triunfen otra vez.
Les aseguro que fue una proposición espontánea y me resultó imposible negarme. "Cógela si quieres", me dijo Paula Crespí cuando le pregunté si de verdad pesaba el oro. Y les digo que es realidad y no leyenda: el metal pesa lo suyo. Tenía la Torre Eiffel dibujada y grabadas las palabras París y waterpolo. Con los años, se mostrarán de nuevo las imágenes y ellas habrán cambiado, pero la medalla seguirá ajena al devenir de la vida.
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