"No me habléis de Pichardo". Las tres zancadas de Jordan Díaz hasta la eternidad
Salió de Cuba para marcharse a Guadalajara en busca de un sueño y ahora es campeón olímpico. El español superó a su némesis portuguesa y sumó el cuarto oro en estos JJOO
Fue una batalla histórica, califíquenla así, sin reparos. Dos centímetros es una distancia mínima, irrisoria, pero fue suficiente para conseguir un oro olímpico. El que logró Jordan Díaz, en un duelo para el recuerdo frente a su némesis, Pedro Pichardo. "No me habléis de él", dijo en zona mixta tras dar tres zancadas lo catapultaron a la gloria en el Stade de France. Pero ha habido otras tantas en su vida fundamentales para que se desatara la euforia en París.
Primera zancada. Fue una decisión audaz, de las que implica dejarlo todo. Porque Díaz optó por desertar de Cuba, por alejarse de los tiempos difíciles que se vivían en la isla. En Valencia cogió un avión a Zaragoza, en un vuelo que lo llevó a casa de su tío y a cambiar su vida por completo. Era, además, un viaje rumbo a la gloria.
Ana Peleteiro jugó un papel fundamental al ayudarlo en su aterrizaje en España. La llegada, eso sí, no fue de color de rosa. Fueron dos años de espera, en ese afán de la burocracia de retener al talento; de dejarlo sin volar. Pero Díaz esperó su momento, que llegó en el Europeo de Roma, su primera competición con España. Ese fue el vuelo previo a París.
Segunda zancada. Es una rivalidad que marcará época, es un duelo entre titanes. Es el rey que ha visto amenazado su trono. "Hoy he perdido el oro", dijo Pichardo a sus 31 años. Quizá tuvo en mente que esta era su última oportunidad para el triunfo en unos Juegos Olímpicos, que Los Ángeles queda muy lejos. En el deporte la edad es poco relevante y Díaz, a sus 23 primaveras, es campeón olímpico.
La rivalidad con Pichardo
Son rivales desde el Europeo de Roma, cuando Pichardo sintió la amenaza. "No vuelvas a hablar de mí", le dijo en el hotel a Díaz, que había expresado lo siguiente: "Si Pichardo salta 18 metros, yo saltaré 18.01". Ambos saltaron más de 18 metros en Italia, y nunca antes dos atletas habían superado esa marcha en una final internacional.
Eran gestos diferentes, de los que viven sensaciones radicalmente opuestas. Pichardo estaba enfadado con el Gobierno de Portugal. "Apenas tenemos apoyo. Menos mal que, en mi caso, tengo el patrocinio de Puma". Díaz era feliz, a pesar de su cansancio. "No me puedo ni mover. Menos mal que no me ha superado en el sexto, porque no tenía fuerzas".
Tercera zancada. Fue la que dio en el Stade de France, justo después de que los operarios limpiaran el agua que había caído en París durante la tarde. La que le hizo colocarse en 17.86 metros, marca imbatible para el mismísimo Pichardo, contrariado al ver que el joven endiablado fue mejor que el viejo diablo.
El cuarto oro español
Fue el abrazo con Iván Pedroso, relevante artífice de este éxito. "No os puedo decir ni qué me ha dicho cuando he ganado", comentó entre risas. Porque en Guadalajara se ha construido un clan en el que se entrenan medallistas olímpicos, casi todos campeones. Un espacio en el que la exigencia sería desproporcionada para algunos, pero es bastante rentable para otros.
Jordan Díaz catapultó a España en un día que empezó regular con la escalada, el balonmano y el fútbol femenino. Pero apañado con dos oros, el de fútbol masculino y el de triple salto, cuya importancia es vital: ya se ha conseguido más en París (cuatro) que en Tokio (tres).
Ahora Jordan puede comprarse ese reloj guapo, como bien indicó en la entrevista con El Confidencial antes de los Juegos Olímpicos. No se olvidará de la hora a la que ganó en París. Ni de la carrera con la bandera de España. Ni de las fotos que se hizo con los aficionados que le gritaban desde la grada. Ni del dolor de sus piernas. Todo ha merecido la pena.
Fue una batalla histórica, califíquenla así, sin reparos. Dos centímetros es una distancia mínima, irrisoria, pero fue suficiente para conseguir un oro olímpico. El que logró Jordan Díaz, en un duelo para el recuerdo frente a su némesis, Pedro Pichardo. "No me habléis de él", dijo en zona mixta tras dar tres zancadas lo catapultaron a la gloria en el Stade de France. Pero ha habido otras tantas en su vida fundamentales para que se desatara la euforia en París.
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