“Al final, en países como España, el deporte está mejor visto que el arte, por lo que ha cogido una magnitud diferente. Llevo 22 años antes de ser considerado deporte, he viajado por medio mundo, he estado en 50 países, pero, aun así, había algo, un arraigo de la calle y la gente no llevaba a comprender. Ahora que es deporte y es olímpico, simplemente por ese cambio de concepto, porque al final breaking es lo mismo hecho aquí, en los Juegos Olímpicos, en el parque o en el teatro, es como ‘wow’ para la gente. A nivel nuestro, el breaking es breaking, sigue siendo lo mismo”, defiende Grazy. Como es lógico, hay detractores dentro de la cultura urbana, que no ve con buenos ojos esta ‘deportización’ del hip-hop.
La influencia estadounidense engloba al breaking, por ello, casi todos los términos técnicos del deporte son anglicismos: “Todo el baile de arriba se llama top rock; todos los movimientos de pies se llaman footwork; todos los movimientos circulares y acrobáticos se llaman power moves; los congelados son freezes. De arriba a abajo se llama go downs. Cuando cuentas una historia al bailar se llama storytelling”.
Al final, es un baile que busca emocionar, ser capaz de contar un relato a través de movimientos. Llevar esta filosofía a una tabla de evaluación de un juez es un pase importante y no exento de polémica. “Siempre digo lo mismo: la esencia va a ser la misma para el que quiera, pero al final lo que lo cambia son las personas. Trabajo de esto. He estado en el Circo del Sol, he competido en el Red Bull del mundo… he hecho muchas cosas y para mí no ha cambiado absolutamente nada. Si hubiese estado en los Juegos Olímpicos, no cambia nada. Creo que a la gente que quiera, seguirá manteniéndolo, ya sea por diversión, por deporte, por arte o por profesión. No creo que cambie mucho. Lo único que nos da son cosas buenas: llegan más patrocinadores, más marcas, más hospicios, subvenciones del Estado… para mí todo es positivo”, explica el b-boy español.