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Carolina Marín se rompe cuando volaba a la gran final y sus lágrimas son las de toda España
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Carolina Marín se rompe cuando volaba a la gran final y sus lágrimas son las de toda España

La volantista española, que estaba firmando un partido brillante, vio cómo se esfumó su sueño olímpico después de que su rodilla derecha no aguantase tras una mala caída

Foto: Carolina Marín, tras caer lesionada. (EFE/Miguel Gutiérrez)
Carolina Marín, tras caer lesionada. (EFE/Miguel Gutiérrez)

¡No puede ser! Eso es lo que pensaron los aficionados españoles cuando vieron que Carolina Marín, que estaba volando para meterse en la gran final olímpica, se lesionaba gravemente su rodilla y tenía que decir adiós a su sueño. Había ganado el primer set con solvencia y dominaba el segundo con mucha tranquilidad cuando, en un golpe que parecía intrascendente, su rodilla dijo basta. Sus lágrimas y gritos hacían presagiar que algo muy serio había ocurrido.

La volantista española, que ya había sufrido dos roturas de cruzado en sus rodillas, era consciente que lo que acababa de suceder era realmente grave. La manera en la que se retorcía en la pista, cómo lloraba y cómo golpeaba con su puño lleno de rabia el suelo, dejaban fríos a unos espectadores que estaban viendo cómo la onubense volaba hacia la final. Sabía que acariciaba la medalla y la rodilla, otra vez la maldita rodilla, la dejaba a las puertas de un nuevo éxito.

Pese a estar varios minutos retorciéndose de dolor, la española lo quiso intentar, pues sabía que estaba solo a once puntos de meterse en la final. Se colocó una rodillera, se ató la zapatilla y regresó a la pista. Había ganado el primer set (21-14) y dominaba el segundo (10-6). Ahora, intentaba no rendirse. Pero solo necesitó dos puntos para descubrir que no podía seguir. Se tiraba al suelo y, envuelta en un mar de lágrimas, lloraba sabiendo que tenía que retirarse.

Fernando Rivas, su entrenador, acudía a consolarle, también roto de dolor. Ambos fundidos en un abrazo, no podían contener las lágrimas en uno de los momentos más dolorosos de la carrera de la española. Tras el oro de Río y varias lesiones de por medio, sabía que en París tenía la oportunidad de resarcirse después de unos años complicados. Pero, justo en el momento en el que lo acariciaba con la punta de los dedos, la maldita rodilla dijo basta en París.

A pesar de ello, decidió salir de la pista como lo hacen los grandes. Rehusó utilizar una silla de ruedas y, tirando de pundonor, se puso en pie, acudió a la pista, se despidió del público, agradeciéndole su apoyo y, caminando con mucha cautela, se marchó a los vestuarios, con los ojos rojos hartos de llorar, más por el hecho de quedarse sin una medalla que ya acariciaba que por la grave lesión. La espectacular ovación para despedirla mostraba lo que la grada sentía en ese momento.

El final más doloroso posible

La española tenía claro que el partido ante la asiática no iba a ser sencillo, por lo que, desde el principio, sabía cómo tenía que atacar a su rival: era fundamental moverla de lado a lado, cambiar las profundidades siempre que fuera posible y, sobre todo, sacar a relucir esa derecha cruzada que tanto éxito le ha dado durante estos días. Marín era consciente de que tenía que llevar la iniciativa y, sobre todo, no dar a su rival oportunidades cerca de la red, donde era muy peligrosa.

Carolina Marín volaba y dominaba todas las facetas del juego, logrando en varias ocasiones importantes rentas que, por más que trabajaba, era incapaz de enjugar. A la española se la veía cómoda, convencida y con todos los resortes bien ajustados, mientras que la china intentaba buscar soluciones que frenaran a la española. Pero la onubense estaba haciendo un bádminton de mucho nivel, imposible de frenar por la asiática que, por momentos, se desesperaba.

Según fue avanzando el primer parcial, el marcador iba aumentando para la española, a la que se le veía con un juego muy fluido y físicamente muy superior a su rival. Así, Marín, pese a un pequeño bache de juego en el tramo final, se hacía con el primer set por la vía rápida, con un contundente 21 a 14. Prácticamente sin cometer errores y encontrando muchos lugares por los que hacer daño a su rival, la española golpeaba primero. Si seguía a ese nivel, tendía un hueco en la final olímpica.

placeholder Las lágrimas de rabia y de dolor de Carolina Marín. (Europa Press)
Las lágrimas de rabia y de dolor de Carolina Marín. (Europa Press)

Ella sabía que tenía que reaccionar si no quería que se le escapara el partido... pero pronto comprendió que no tenía nada que hacer. Carolina Marín estaba brillante, imparable y jugando a un nivel realmente elevado y el 10 a 6 del marcador reflejaba que necesitaba un milagro. Pero, entonces, llegó lo inesperado. En un golpe de derecha profundo en la red, la rodilla de Carolina Marín no aguantaba el impacto contra el suelo y provocaba el grito de la española.

Marín caía al suelo con claros gestos de dolor, consciente de la gravedad de lo sucedido. Sus gritos y lágrimas encogían el corazón de los españoles. La deportista nacional sabía que era el adiós y, aunque con pundonor lo intentó, fue imposible seguir. Se retiró como una guerrera, con la frente alta y con bonitos gestos hacia el público. Tenía la final asegurada, pero su rodilla no quiso darle la oportunidad. Y las lágrimas de Carolina Marín son ahora las de toda España.

¡No puede ser! Eso es lo que pensaron los aficionados españoles cuando vieron que Carolina Marín, que estaba volando para meterse en la gran final olímpica, se lesionaba gravemente su rodilla y tenía que decir adiós a su sueño. Había ganado el primer set con solvencia y dominaba el segundo con mucha tranquilidad cuando, en un golpe que parecía intrascendente, su rodilla dijo basta. Sus lágrimas y gritos hacían presagiar que algo muy serio había ocurrido.

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