El remero que renunció al ayuno: "El cuerpo solo te pide agua cuando estás bajo mínimos"
Optó por no ir a los Juegos Olímpicos de Tokio porque estaba cansado de estar deshidratado. La Federación aceptó sus condiciones y regresó para soñar con las medallas en París 2024
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Estamos parados en la villa olímpica, en uno de los accesos, con Rodrigo Conde (Moaña, Pontevedra, 1997). No entiende por qué no le permiten moverse hacia el edificio de España. Va con el uniforme español y con su entrenador, Pol, cuando acepta conversar con El Confidencial.
Rodrigo disfruta de sus últimos instantes antes de abandonar la villa olímpica rumbo a Vaires-sur-Marne, el espacio en el que se disputará el remo, ubicado a una hora de París. Le tocará regresar cuando finalicen la competición para disfrutar de esta maravillosa experiencia.
Son sus primeros Juegos Olímpicos, porque renunció a Tokio. La estricta dieta que tenía que seguir, aunque él no la califica así, lo apartó de la cita olímpica. Tenía que pesar, como máximo, 70 kg y así llegó su renuncia. La Federación finalmente aceptó sus condiciones para entrenar y ahora está en París, con el sueño de ganar una medalla en doble scull.
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PREGUNTA. Usted renunció a Tokio 2020 porque estaba deshidratado como consecuencia de la estricta dieta que llevaba. ¿Cómo fue aquello?
RESPUESTA. Hay determinados deportes que te exigen un peso máximo, porque los deportistas buscamos el límite en todo. En remo eran los 70 kg y la forma que tenía de llegar era deshidratándome mucho a través de entrenamientos muy abrigados, duchas de agua hirviendo, ponerme muchas capas de ropa… La gente de deportes de contacto está acostumbrado a hacerlo, también los remeros de peso ligero. Aquello, sin embargo, se transformó en algo demasiado pesado: me notaba en baja forma, estaba cansado, con mucha sed… Dije hasta aquí y por eso no estuve en Tokio.
P. ¿70 kilos es un peso recomendable para alguien que practica remo?
R. No, no, para nada, ese es el que debe tener alguien que está en la modalidad de peso ligero. La media de la embarcación debe ser 70 kilos, así que si uno pesa 71, el otro no puede pasar de 69. Pero nadie te regala un kilo.
P. ¿Cómo se tomó la Federación su renuncia?
R. Habían sido ellos los que me habían apretado hasta que yo opté por parar. Yo tenía una forma de llegar a ese peso, que me había funcionado desde que era sub-23. Seguramente no era la mejor, porque solía estar por encima de esa cifra y me deshidrataba mucho. Desde que empezó 2021, me exigieron que estuviera muy por debajo del peso que yo solía estar y se me hizo bola todo. Como me cambiaron mi forma de trabajar, acabé cansado de ellos y renuncié. El día que tomé la decisión, vinieron para decirme que me iban a dar otra oportunidad; que me iban a dar más tiempo para que bajara de peso.
P. ¿Tan mal se sentía para renunciar a unos Juegos Olímpicos?
R. Sí, sí. Yo sentía que eso me estaba estancando como deportista, porque era incapaz de sacar mi mejor versión. Cuando estuve al margen de esa dieta, me cuidé como un atleta y entrené a mi manera. Con esa estrategia, fuimos subcampeones del mundo en doble scull.
P. Usted dijo que "era soportable pasar hambre". ¿Cómo llegó a eso?
R. Llegaba un momento en el que no tenías ganas de comer. Cuando estás bajo mínimos, el cuerpo solo te pide agua. El estómago se me cerraba y no tenía hambre. Recuerdo que los días siguientes a la competición me empachaba mucho a poco que comiera, porque mi cuerpo no estaba acostumbrado a comer tanto. Llegó un punto en el que el hambre no era importante y la sed sí. Si estás deshidratado, lo pasas realmente mal.
P. ¿Por qué se pasa peor deshidratado que desnutrido?
R. No te sé explicar cuál es la diferencia entre ambos. Cuando tenía sed, la boca estaba pastosa, pegada, no podía dormir, estaba de mala leche todo el día, estaba mareado, sufría faltas de memoria y me quedaba en blanco…
P. ¿Se convirtió en otra persona cuando seguía esa dieta?
R. No me gusta que se le llame dieta, porque no lo era [risas]. Mi forma de bajar el peso en los últimos kilos no era una dieta. Simplemente, me pesaba por la mañana, entrenaba en ayunas y calculaba cuánto había perdido. Por ejemplo, sabía que si quería perder cinco kilos en diez días, tenía que perder 500 gramos diarios. Y calculaba lo que podía ingerir en las comidas respecto a lo que iba perdiendo en los entrenamientos.
P. ¿Cómo ha sido su día a día previo a París?
R. Tenemos diferentes épocas en el año. En la primera fase, entrenamos cinco o seis horas diarias, la llamada fase de volumen. Son entrenamientos más largos y tranquilos, de baja intensidad, para hacer base aeróbica. Eso es el 80% del remo. En la previa de las competiciones, hacemos picos de forma a través de series de mucha intensidad.
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P. ¿Y cambió algo antes de París?
R. Tres semanas antes de viajar, empezamos la fase de transformación. Son menos horas de entrenamientos, pero mucho más intensas. Cuando llegamos aquí, es volumen cero y poca intensidad, la que te van dando las regatas. El último día, solo hemos hecho ocho kilómetros.
P. Tenía pensado retirarse tras los Juegos Olímpicos de Tokio. ¿Se plantea hacerlo tras los de París?
R. Qué va, qué va. La situación previa a Tokio era completamente diferente. Ahora disfruto de lo que hago y soy un enamorado del remo. Esto va a ser mi vida para siempre porque, cuando deje de competir, voy a ser entrenador. Disfruto de esta pasión desde que tengo ocho años y no tengo pensado dejarlo de aquí a mucho tiempo.
P. ¿Puede un deportista cansarse del deporte?
R. Por supuesto. Ahora estoy muy bien, pero igual en dos o tres años no me apetece seguir. El deporte tiene una gran intensidad, porque requiere un esfuerzo importante y es complicado de gestionar. En algunas ocasiones, he pensado cómo seguía aquí, porque te pierdes muchas cosas, como el cumpleaños de un familiar. Ten en cuenta que entrenamos todos los días salvo el domingo, nuestro día libre.
P. Los deportes minoritarios son más exigentes que los mediáticos. ¿Verdadero o falso?
R. Verdadero. Cada deporte tiene su dificultad y sus requerimientos técnicos y físicos, pero los deportes minoritarios son más exigentes en la parte física que el deporte rey. El fútbol es más lesivo, por ejemplo.
P. ¿Cuál es la mayor renuncia que ha hecho por el deporte?
R. Recuerdo que, en 2016, en Navidad, me regalaron unas entradas para ver el concierto de AC/DC, el último concierto que, en teoría, se iba a hacer en España. Soy muy fan de ellos desde pequeño gracias a mi padre. La repesca olímpica era dos semanas después del concierto y la Federación no me dejó ir.
P. Antes de esta entrevista estaba con su psicóloga. ¿Qué cambios ha experimentado en los últimos años la salud mental en los deportistas?
R. Después de aquella época que pasé, todo es más rodado y sencillo. Trabajo con Malena (su psicóloga), que me ayuda mucho en aspectos comunicativos: cómo gestionar el diálogo con el equipo, las situaciones de tensión con los compañeros y los entrenadores… Eso es lo que más trabajamos. Ella dice que he mejorado muchísimo, porque siempre he sido bastante testarudo.
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P. Su experiencia en la villa olímpica ha sido efímera.
R. Sí, estuvimos dos días y tuvimos que movernos. Nos permitieron ir a la ceremonia inaugural, pero era una hora de ida y el mismo tiempo de vuelta hasta el hotel en el que estamos concentrados. Podrían haber organizado de otra manera la competición para que hubiéramos podido ir. Me fastidió bastante no ir, pero venimos con la idea de ganar los Juegos Olímpicos. Ni siquiera la seguí por televisión.
P. También se le daba bien el tenis. ¿Cuánto hay de verdad y de leyenda en que a los deportistas se les da bien más de un deporte?
R. Durante tres años, compaginé el tenis con el remo, entre los ocho y los 11 años. La raqueta se me daba bien a nivel local y no sé hasta dónde podría haber llegado, porque gané torneos regionales a pesar de no dar clases.
P. No le hubiera quitado el sitio a Alcaraz.
R. Nunca se sabe [risas].
P. ¿Es más de Rafa o de Carlitos?
R. De Rafa. Hoy me he hecho una foto con los dos antes de salir de la villa olímpica. Hemos hablado poco con ellos, porque no queremos molestarlos. Soy fan de Nadal desde muy pequeño y estaba temblando cuando le he pedido la foto. Me sentí como un niño de ocho años.
P. Dicen que se hace el silencio cuando ambos pasean por la villa olímpica.
R. No lo sé. Yo me los he encontrado cuando estaba en la parada del autobús, me he acercado a él y no recuerdo qué le he dicho de lo nervioso que estaba.
P. Usted pasó de vivir en Moaña (Pontevedra) a hacerlo en Sevilla. ¿Qué tal ese cambio?
R. Cogí un tren en Vigo sin haber salido de mi casa, con 16 años. Llegué a Madrid, a Chamartín, y allí tuve que coger un cercanías para llegar hasta Atocha y coger el AVE. Fue un show, porque iba corriendo por las estaciones para no perderlo. Al final, se aprende a base de experiencias y gracias a ellas estoy espabilado desde pequeñito.
P. ¿Le costó?
R. El inicio fue duro. Tenía algunos conocidos con los que había coincidido en la Selección, pero tampoco teníamos mucha confianza. Eché de menos a mi familia, a mis amigos, los planes de siempre… Pero tenía una idea clara y fui hacia adelante.
P. Imagino que con tanto cambio le varió el acento. No habla usted igual que Iago Aspas.
R. No, no, claro que no [risas]. Llevo diez años fuera de casa, la mitad de mi vida, y lo he perdido.
P. He leído que sufrió una disecación discal. ¿Hay cierta inconsciencia de los deportistas al forzar su cuerpo?
R. Totalmente. Hay días, situaciones y entrenamientos en los que he tenido miedo por lo mal que me estaba encontrando. Pensaba que me iba a pasar algo. Al final, buscas tu pico máximo de forma y no reflexionas mucho. Si pensara en ello, nunca podría ganar una regata. Cuando luego ves que te duele todo el cuerpo, piensas en la locura que acabas de hacer.
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P. Vieron el lugar de competición hace unos meses y no les convenció. ¿Cómo lo han visto ahora?
R. Vinimos en noviembre, en pleno invierno, con mucho frío y un temporal increíble. Las sensaciones fueron nefastas en ese momento, pero ahora la pista está bastante bien en este regreso. Hay algo de viento incómodo, pero nada extremadamente complicado. Se va a remar bastante bien, salvo que haya un tifón. Nos esperábamos lo peor y nos hemos encontrado con algo bastante decente.
P. ¿Qué papel juega el viento en la competición?
R. Depende de la intensidad. Si es en contra, lo único que puedes hacer es poner las palancas del bote más blanditas. Es una remada más blanda, porque el viento te va frenando y necesitas quitarle dureza al bote. Es complicado de explicar si no entiendes de remo. La estrategia, eso sí, es la misma, porque la remada apenas cambia.
P. Ha dicho que no duda que van a estar entre los tres primeros. ¿Qué supone ir de favoritos?
R. Es una presión que nos ponemos nosotros mismos. Nos gusta sentir esa presión; sentir que tenemos posibilidades. No dije que fuésemos a estar entre los tres primeros, por dejarlo claro [risas]. Tenemos nivel para pelear las medallas, sin duda. Pero esto son unos Juegos Olímpicos y todos son muy rápidos. Países Bajos ha sido superior a nosotros en todas las regatas mientras el resto estamos en una horquilla de dos o tres segundos. Hay que estar muy pendientes, aunque estemos increíblemente bien a nivel físico.
P. ¿A quién más tiene en cuenta además de a Países Bajos?
R. Los croatas están bastante lejos del resto, pero no me fío de ninguno de los demás. Son chavales muy competitivos, son medallistas mundiales y olímpicos. Nos sacan años de experiencia y no hay que bajar la guardia.
P. Imagino que los resultados del Mundial y del Europeo les dará motivación.
R. Claro. Sabemos que tenemos velocidad para conseguir algo, pero tenemos que cumplir la tarea el día de la competición.
P. Me dicen que ve películas en la concentración. ¿Alguna que recomiende?
R. Hace poco vi Sacrificio de leyenda y Babylon. Ambas me gustaron, no tienen nada que ver, pero son recomendables.
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Para terminar, Rodrigo se somete al cuestionario de El Confidencial en estos Juegos Olímpicos.
P. Su primer recuerdo en unos Juegos Olímpicos.
R. Estar en el salón de mi casa, no recuerdo con qué edad, y ver natación en TVE mientras desayunaba unos cereales.
P. ¿Con qué deportista se tomaría una cerveza?
R. Con Rafa Nadal.
P. ¿Dónde se liga más, en la villa olímpica o en Tinder?
R. En la villa olímpica [risas].
P. ¿A qué deportista le pediría un autógrafo?
R. Lebron James.
P. ¿Qué se tatuaría si ganara una medalla?
R. Lo que quiera el público.
P. ¿Sabe quién es el deportista español con más medallas?
R. Saúl Craviotto (lo es, empatado a cinco con David Cal).
P. Elija el titular de El Confidencial si gana la medalla.
R. [Piensa unos segundos y resopla]. Esta es buena, eh. La revancha de Rodrigo Conde.
P. Una superstición inconfesable.
R. No tocar las medallas antes de ganarlas.
P. ¿Cuál es el día de su vida en el que más le ha costado entrenar?
R. Hay muchos, pero te diría en la época previa a Tokio.
P. ¿Dónde estaría ahora si no se dedicara al deporte?
R. Ni idea, pero en el colegio quería ser bombero.
P. La última vez que ganó una medalla en la vida personal.
R. Cuando terminé el curso de entrenador.
P. Un compromiso que haya evitado por el deporte.
R. Tener pareja.
P. ¿Qué haría con el dinero si gana una medalla?
R. Invertirlo en bienes inmuebles.
Estamos parados en la villa olímpica, en uno de los accesos, con Rodrigo Conde (Moaña, Pontevedra, 1997). No entiende por qué no le permiten moverse hacia el edificio de España. Va con el uniforme español y con su entrenador, Pol, cuando acepta conversar con El Confidencial.