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Samaranch: "El rechazo a los Juegos coincide con la crisis y el auge de los populismos"
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entrevista al vicepresidente del coi

Samaranch: "El rechazo a los Juegos coincide con la crisis y el auge de los populismos"

El español más importante del COI analiza los problemas de la institución, que se plantea dar a la vez los Juegos de 2024 y 2028. En su opinión, el auge los movimientos del 'NO' les ha perjudicado

Foto: Juan Antonio Samaranch fue elegido vicepresidente del COI en agosto de 2016 (Reuters)
Juan Antonio Samaranch fue elegido vicepresidente del COI en agosto de 2016 (Reuters)

Has más de 50 años que entre los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) figura un Juan Antonio Samaranch. Primero fue el padre, que presidió el organismo entre 1981 y 2001 y lo convirtió (no sin algún escándalo) en lo que es hoy, y después su hijo, que desde su entrada en 2001 ha ido subiendo escalones hasta alcanzar el año pasado una de las cuatro vicepresidencias. Juan Antonio Samaranch Salisachs es el español más importante del COI, del que también son miembros Marisol Casado y José Perurena.

Samaranch, que divide su tiempo entre los deberes olímpicos y GBS Finanzas, su empresa de banca de inversión, llegó al puesto de vicepresidente en medio de una crisis del COI, azotado por el escándalo del dopaje ruso, las alarma creada antes de los Juegos Olímpicos de Río y el creciente rechazo a la organización del mayor evento del deporte mundial. Los dos primeros problemas están controlados o han quedado en el pasado, pero el tercero ha ido creciendo hasta el punto de que el COI se plantea otorgar a la vez los Juegos de 2024 y 2028, una medida pensada para ganar tiempo y repensar el sistema de selección.

Pregunta.- No hace mucho, en los desayunos de 'Europa Press', calificó de "decisión dramática" los reanálisis de las muestras de los Juegos de 2008 y 2012 que están arrojando muchos positivos. ¿Por qué lo considera así?

Respuesta.- No me acuerdo el calificativo que puse, pero sí que es verdad que todo nuestro sistema está basado en la credibilidad y en el poder de ilusionar a la gente que tiene el movimiento olímpico. Si nuestro espectáculo fundamental, que es nuestro escaparate para crear héroes que inspiran a la juventud, está podrido por el 'doping' y tenemos dudas de si nuestros ídolos son de verdad o son tramposos, entonces ponemos en riesgo todo el sistema. Dicho eso, el arma definitiva que tenemos en estos momentos contra el 'doping', aparte de la prevención, es decirle a un atleta: a lo mejor usted, con la tecnología que tiene hoy, me puede engañar, pero si lo consigue voy a guardar sus muestras durante diez años y las volveré a testar, con los estándares de hoy y la tecnología de mañana, y le voy a pillar. Si hace trampas, le voy a coger. Le quitaremos las medallas, la sociedad le quitará el reconocimiento, los esponsors le quitarán el dinero... Piense muy bien que esa gloria efímera que puede conseguir haciendo trampas se la podemos quitar. Es un arma poderosa. ¿Por qué digo que es dramático? Porque cada vez que apretamos el botón rojo hacemos un daño enorme a la propia credibilidad del movimiento. Imagina a un atleta histórico español que haya ganado una medalla en 2008, ¿qué pasaría en este país? No es gradable, pero estamos determinados a continuar aplicándolo.

P.- ¿La única manera de cazar a los tramposos es años después?

R.- No, tenemos los sistemas de prevención, los test fuera de competición, las federaciones internacionales conocen la evolución de todos los atletas de elite, sabemos dónde entrenan, tenemos el pasaporte biológico... Tenemos cada día más sistemas, pero ante su evolución también evolucionan los sistemas de dopaje. Y tenemos la red final, que es que la batalla acaba diez años más tarde.

P.- ¿Eso no provoca un desánimo en los aficionados, que están viendo los Juegos Olímpicos y pueden pensar que dentro de cuatro u ocho años la foto puede cambiar por ciompleto?

R.- Creo que no, lleva a una mayor credibilidad del sistema, pensando que el campo de juego está más equilibrado entre todos los participantes. O que está mucho más cercano al equilibrio perfecto que si no pusiéramos todas estas medidas.

P.- ¿Conoceremos en septiembre las ciudades organizadoras de los Juegos de 2024 y 2028?

R.- Conoceremos en julio cuál será la respuesta a esa pregunta. No creo que antes conozcamos nada. Nosotros tenemos lanzado un proceso para 2024 con dos grandísimas candidatas que nos gustan muchísimo, pero si queremos ser serios, están en una competición en la que han invertido tiempo, dinero e ilusión y no podemos cambiarles las reglas del juego en este momento. Otra cosa es que si de aquí a julio el movimiento olimpico se autodota de una flexibilidad suficiente para cambiar e ir modificando el sistema de selección de las ciudades candidatas en el futuro, alguna de estas flexibilidades podrían afectar desde luego 2026, los próximos invernales, y algunas también al 2024 y 2028. Sería siempre como parte de un diseño nuevo del proceso de selección, que no está listo, aunque no estamos lejos.

El sistema de selección de las ciudades de los Juegos es demasiado largo, demasiado complejo y demasiado caro

P.- ¿Qué problemas tiene el sistema de selección actual?

R.- Cada uno lo ve una manera, pero yo creo que es demasiado largo, demasiado complejo y demasiado caro. Y eso implica que lo que antes era un activo maravilloso que creaba un gran interés en el movimiento olimpico y creaba una gran imagen, últimamente no lo es. Estamos en un mundo muy polarizado por populismos y por movimiento del no —no a lo que sea: no a un nuevo hospital, no a un puente, etc.—. Haber comenzado la carrera al 2024 con cinco candidatas y que tres no estén demuestra que el sistema no está cumpliendo su objetivo, que es seleccionar la mejor ciudad para la siguente edición de los Juegos. No hay un objetivo en sí mismo. Si durante años el proceso de selección fue un subproducto muy atractivo, muy bien. Pero si ahora es un producto que no hace bien al movimiento olímpico, tenemos la obligación de modificarlo.

P.- Referendos perdidos en ciudades que aspiraban a organizar los Juegos, falta de apoyo político en otras... ¿Qué diagnóstico ha hecho el COI de ese rechazo creciente a organizar los Juegos?

R.- Este rechazo coincide mucho con los años más duros de la crisis económica que se ha vivido desde 2007 y 2008 en Occidente, sobre todo. No hemos tenido escasez de candidatos en Oriente, pero en Europa y Estados Unidos la crisis ha pegado de manera muy aguda y ha generado populismos de derechas, de izquierdas, de todo. No me meto con ellos y respeto muchísimo a todo el mundo. Pero hay grandes movimientos del no, muy pocos del sí. Y estos movimeinto están muy movilizados, y con muy poca gente son capaces de provocar decisiones muy drásticas.

Creo que tenemos que hacer dos cosas. Una es explicar muchísimo mejor qué significa organizar los Juegos Olímpicos. Yo me harto de explicarlo, pero no lo consigo. Cada edición de los Juegos Olímpciops desde Los Ángeles 1984 ha ganado dinero. Para Tokio, el COI va a dar 1.600 millones de dólares a Tokio para ayudarle a organizar los Juegos. El COI no es como otras organizaciones que llegan y se llevan el dinero en sacos. A Río le dimos casi 1.500 millones. El presupuesto de organzación, que puede ser de unos 4.000 millones, se cubre con el dinero que da el COI, las entradas, los patrocinadores... Se gana dinero. Si usted quiere organizar junto con los Juegos un proyecto como el de Barcelona 1992, que modenizó la ciudad; o como el de Londres, que cambió un barrio deprimido; o como Sochi, que se gastó 50.000 millones en coger un sitio perdido en el Mar Negro y convertirlo en el mayor 'resort' de verano de Rusia, para lo que tuvieron que hacer aeropuertos, carreteras, centrales de energía... A nosotros no nos hacía falta que se gastaran 50.000 millones. Tenemos que saber explicar todo esto.

P.- Al COI quizá no le hacía falta que se gastaran 50.000 millones, pero, sin esas inversiones, ¿podría Sochi haber acogido los Juegos?

R.- Es que vamos a ver. No le demos la vuelta a la tortilla. El Gobierno ruso, liderado por el presidente Putin, decidió que quería convertir Sochi en el gran polo de turismo doméstico. Y decidieron hacer tosdas esas inversiones. ¿Cómo poner la ciudad en el mapa? Pues decidieron que con la Fórmula 1, los Juegos Olímpicos, campeonatos del mundo de otros deportes, etc. No es que construyeran una ciudad para los Juegos y luego ya vieran cómo aprovecharla. ¿El aeropuerto de Barcelona, las rondas o las playas eran para los Juegos Olímpicos?

P.- Pero las ciudades no presentan un proyecto de organización solo de los juegos, sino proyectos integrales con más actuaciones.

R.- No, presentan dos proyectos y dos presupuestos separados.

P.- Y el COI elige en base a los dos, no puede ocultar uno para juzgar en base al otro.

R.- Sí, pero nosotros no tememos ningún interés en que Sochi sea un centro de turismo durante los próximos 50 o 70 años. Nos parece muy bien, pero no es nuestra decisión ni nos aporta nada. De hecho, con la agenda 2020, que ya tiene casi cuatro años de vida, intentamos evitar eso. A mí usted no me intente seducir construyendo cosas maravillosas que luego no sirven para nada. Yo tengo un problema muy grande si construye un estadio para 120.000 personas y luego está vacío y se pudre. Voy a quedar yo mal, me van a acusar a mí.

Antes había una tendencia de crear un proyecto para los Juegos y encajar el desarrollo de la ciudad a largo plazo en ese proyecto. Ahora es distinto, todas las ciudades tienen una libertad absoluta, y la clave es que lo que nos expliquen de infraestructuras sea parte del desarrollo a largo plazo de la propia ciudad. Por ejemplo, antes tenía que ser todo muy compacto, pero ahora no es necesario. Si Madrid eventualmente organizara unos Juegos e hicieran falta cinco polideportivos, sería mejor ver en qué barrios no hay y ponerlos allí para cuando acaben los Juegos. Lo que no es justo es decir que los Juegos Olímpicos son una ruina: la ruina es la capacidad de imaginación de los gobernantes de esa ciudad y los proyectos más o menos ambiciosos que tengan para el desarrollo a largo plazo de las infraesctructuras.

El COI no es como otras organizaciones que llegan y se llevan el dinero en sacos

P.- ¿Está lejos el movimiento olímpico de la ciudadanía? Hablaba de los populismos, de los movimentos del no. ¿Han situado esos movimentos al COI en el mismo lugar que los políticos?

R.- Creo que tenemos un problema de comunicación, eso sí es verdad. Pero mas allá de eso nuestra imagen pública está bastante arraigada en la sociedad. Creo que en una sociedad tan complicada y compleja, con una falta de valores, con todas las barbaridades que vemos cada día en el telediario, los valores olímpicos son unos de los pocos polos donde hay casi uniamidad sobre la bondad de los mismos.

P.- En España, desde la elección de la sede de 2012, el sistema de elección se tiene como poco transparente, no se entiende demasiado bien.

R.- Pues es lo mejor que sabemos hacer.

P.- Da la impersión de que es como Eurovisión, de que está medio decidido antes de empezar.

R.- Pues menos mal que no lo he oído antes. Nos han acusado de muchas cosas, pero de que esté medio decidido... Nadie sabe cuál va a ser el resultado. Son ciento y pico miembros que votan de manera secreta y personal según su más privado saber y entender. Y todos tienen una amalgama de intereses, conociementos y experiencias. Cada uno voto según su conciencia. Se me ocurren pocos sistemas mejores. Mucha gente me dice que el voto debe de ser público para que todo el mundo se tuviera que retratar. Pero si hacemos voto público, creo que hemos acabado con el Comité Olímpico. Somos tres miembros españoles. Si en septiembre el voto fuera público y nos llama el presidente del Gobierno y no dice que por intereses políticos tenemos que darle el apoyo a Estados Unidos, ¿quien ha votado? España. Dejaríamos de ser un ente independiente para ser un ente político. No somos tontos, vivimos en un mundo político y estamos sometidos a la política, pero nos defendemos e intentamos mantener nuestra independencia, que pasa porque el voto sea secreto. Es la clave de que el movimiento olímpico haya sobrevivido dos guerras mundiales.

P.- ¿Las presiones existen?

R.- Yo no las he vivido, porque el voto es secreto.

P.- Alejandro Blanco, presidente del COE, volvió a insistir hace poco en que no debe descartarse por completo la idea de unos Juegos Olímpicos en Madrid.

R.- Yo tampoco lo descartaría, pero tiene que ser un proyecto de toda la sociedad, como en las veces anteriores. Un proyecto de todos liderado por el Ayuntamiento, con el alcalde o la alcaldesa que esté en ese momento. No basta que se ponga un alcalde de perfil. Tiene que estar liderado por las auoridades públicas, si no no merece la pena empezar. Y las autoridades tienen que estar convencidos que están haciendo algo que es bueno para los ciudadanos, que es popular, que sirve para crear riquezas, expectativas sueños... Si creen que es un despilfarro, no merece la pena. Es un poceso muy complejo, muy largo y muy ingrato. Si no empiezas con todo favor, no lo intentes. Hemos empezado tres veces con todo a favor y hemos perdido.

No descartaría unos Juegos en Madrid, pero tiene que ser un proyecto de toda la sociedad, como en las veces anteriores. Si creen que es un despilfarro, no merece la pena

P.- ¿Y qué tiene que cambiar Madrid con respecto a esos tres intentos?

R.- Yo creo que los tres fueron muy buenos, con una base técnica extradordinaria. En el primero estuvimos muy cerca y en las otras dos, no. Brasil era el primer país que pasaba del tercer al primer mundo sin solución de continuidad, con un presidente atractivisimo, y ahí ganó con bastante holgura. Y para 2020, en los meses anteriores toda la prensa internacional tenía a España en portada con el rescate. Esos señores del COI, ¿van a dar unos Juegos Olímpicos, con todos los compromisos que conllevan, a un país del que cada día lee en la prensa que está a punto de quebrar? Para el futuro hace falta la voluntad de toda la sociedad y luego ser imaginativos y reinventar el proyecto, no podemos volver con la Peineta y la Caja Mágica, que están muy bien.

P.- Habla de reinventar. ¿Hizo eso Barcelona hace 30 años?

R.- No, fue una candidatura estándar de lo que se hacía en aquella época. Pero sí es verdad que desde un punto de vista interno, una Generalitat de Convergència, un alcalde socialista, el Gobierno socialista en Madrid, la sociedad civil catalana... Hubo una amalgama de gente que se puso a tirar del carro y entre todos consiguieron ese sueño. Hubo una unidad de voluntad, desde el Rey hasta el último voluntario. Ese fue el gran éxito.

P.- ¿Y cuál fue su mayor legado?

R.- El legado anímico. Barcelona, Cataluña y España fueron otras después de los Juegos. El victimismo desapareció. El orgullo de haber hecho los mejores Juegos hasta ese momento generó muchos puntos del PIB en autoestima. Y luego las infraestructuras y el nivel básico del deporte español, que cambió para siempre.

Has más de 50 años que entre los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) figura un Juan Antonio Samaranch. Primero fue el padre, que presidió el organismo entre 1981 y 2001 y lo convirtió (no sin algún escándalo) en lo que es hoy, y después su hijo, que desde su entrada en 2001 ha ido subiendo escalones hasta alcanzar el año pasado una de las cuatro vicepresidencias. Juan Antonio Samaranch Salisachs es el español más importante del COI, del que también son miembros Marisol Casado y José Perurena.

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