Alberto Fernández, el profesor y guitarrista que dispara aspirinas

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El Confidencial

Muchos ayer se descubrieron nerviosos desde sus casas haciendo algo que no habían imaginado nunca: ver una competición de tiro al plato. La culpa la tuvo la cordobesa Fátima Gálvez, que se clasificó para la semifinal y terminó siendo cuarta tras caer ante la estadounidense Corey Cogdell en el desempate. Hoy hay una nueva oportunidad para el tiro español, la última, con Alberto Fernández (Madrid, 1983). El tirador disputará las dos últimas series definitivas a partir de las dos y media de la tarde después de quedar décimotercero en la primera jornada, tras romper 69 platos de los 75 posibles. Es decir, que está a dos platos del sexto puesto que da acceso a la final así que en la jornada matinal (mediodía en España) deberá rozar la perfección.

Alberto comenzó muy pequeño con la escopeta. Su padre Gregorio era aficionado al tiro al plato y de niño se moría de ganas de que le dejara probar con una escopeta que pesaba tres kilos y medio que apenas tenía fuerzas para sujetar. Tanto insistió que Gregorio no tuvo más remedio. Tenía solo ocho años y supo que ya estaba enganchado. El tiro es su pasión y recuerda detalles mínimos, como que la primera vez que rompió un plato el cartucho era de color naranja. Toda su vida está relacionada con su deporte: Su novia es la tiradora Beatriz Martínez y él además de competir se sacó el título de entrenador y da clases no solo en España, sino también en Europa y Estados Unidos, lo que le proporciona también un sueldo seguro, igual que la representación de una marca de ropa de tiro.

Cosa de psicología

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“El tiro es un deporte de concentración. El plato sale a una velocidad de 90 kilómetros hora, son dos centímetros de altura y cuando nuestro cerebro lo percibe está a unos 20 ó 25 metros de nosotros. Para que lo entiendas, el efecto óptico es como si a un metro te tiro una aspirina”, explica locuaz. Es de los que se les nota que le encanta lo que hacen. “El 99 % del tiro es psicología. Está todo en la cabeza y hay que apartar los pensamientos negativos y estar centrado para realizar el gesto técnico lo más rápido posible y que la cabeza no tenga tiempo de pensar”. Desmonta también el mito de que hay que tener buena vista, porque él lleva gafas. Fuera del campo de tiro toca la guitarra en un grupo de pop-rock que se llama ‘Geiperman’. En las redes sociales se pueden encontrar casi tantas fotos de su profesión como de sus conciertos.

Estos son sus terceros Juegos Olímpicos tras Pekín y Londres y en Río es uno de los favoritos ya que está el primero en el ranking y en abril ganó la Copa del Mundo en Brasil en el mismo campo de tiro donde compite hoy. “¿Favorito? Eso no sirve de nada en el tiro. Aquí influye todo, la climatología, el estado de ánimo, todo”, asegura. Tendrá que bordar las dos series que le quedan para poder clasificarse para la final, pero no es la primera vez que lo hace. “Si es que parece que le va la marcha, mientras los demás nos ponemos de los nervios”, bromeaba ayer su novia Beatriz en la Cope. Las ‘aspirinas’ le esperan. El sueño de la medalla, también.