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Mireia Belmonte, medallista olímpica por casualidad
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HOY NADA LA FINAL DE 800 LIBRES, PERO LOS 200 MARIPOSA NO ERA SU PRUEBA FAVORITA

Mireia Belmonte, medallista olímpica por casualidad

¿Se imaginan a una medallista olímpica perdida por el Parque Olímpico? Pues eso es lo que le sucedió a Mireia Belmonte después de quedar segunda en

Foto: Mireia Belmonte, medallista olímpica por casualidad
Mireia Belmonte, medallista olímpica por casualidad

¿Se imaginan a una medallista olímpica perdida por el Parque Olímpico? Pues eso es lo que le sucedió a Mireia Belmonte después de quedar segunda en la final de 200 metros mariposa, de pasar control antidoping, de volver a nadar para relajarse y ponerse el chándal con dirección a la Villa Olímpica. Eran las once y media de la noche y la primera nadadora olímpica con medalla en la historia de la natación española vagaba sin rumbo y sin destino y todo porque un conductor de la organización no sabía ir del Centro Acuático a la residencia de los deportistas: Menos mal que era el quinto día de competición.

Pese a ello, Mireia pisó la Villa a la medianoche con tiempo justo para cenar, ponerse en manos de los fiscos y dormir acompañada de la medalla. “No sabía qué hacer con ella, así que decidí no soltarla. Me da miedo perderla y no la suelto”, comenta con ciertos nervios, provocados por su timidez. Y es que la catalana ha conseguido romper con todos los problemas que le impedían rendir tal y como ella es capaz en las grandes competiciones. “Hay un trabajo mental importante. Antes quizás me relajaba demasiado, tal y como me pasó el primer día. Sin embargo, en la final del miércoles estaba como un flan, nerviosa, con tensión y se ha demostrado que es mejor. Durante todo este año he trabajado duro con mi preparador mental”, afirma la subcampeona olímpica.

“Nunca he dudado de que este momento iba a llegar, que antes o después el éxito llegaría. Leía las críticas, escuchaba todo porque me han hecho más fuertes. Nunca me he venido abajo por lo que se decía de mí. No hacía las cosas como se debía y eso no lo puedo negar. Ahora todo eso ha cambiado”, dice la nadadora respecto a las críticas y demás.

Ni la pérdida por el Parque Olímpico, ni el retraso en la cena ni en el masaje del fisio, impidió que alcanzara la final de los 800 libres. “Es curioso porque no tenía mucha confianza en esta prueba, en los 200 mariposa, quizás confiaba más en otras como el 400 estilos o en los libres, pero me he ido encontrando mejor según ha ido avanzando la competición y aquí estoy. Al final de la prueba no me lo creía, hasta me costaba llorar”.

“Fui valiente, salí a por todas. Me sentí en el primer cien y aunque pude pagarlo al final, mereció la pena. ¿Estrategia en el 800? Sé que va a salir muy rápido, a ritmo de récord del mundo, especialmente la local Adlington y la norteamericana, a la que gané en Open. Yo necesito bajar dos o tres segundos mi marca para llegar a la medalla. No sé como planificaré la prueba. Se verá según me sienta y según me despierte”, comenta respecto  a lo que le espera en la que será su tercera final olímpica, algo que ninguna otra nadadora española había conseguido jamás

Mireia es una mujer de palabra. Al menos eso dice. “Prometí tirarme con un paracaídas en caso de ganar medalla y lo haré. Hay que cumplirlo. ¿Las uñas? Es que no se competir sin ellas largas. No estoy cómoda si no las tengo largas. Se me ha roto una, pero no hay problema”. De todos los mensajes que ha recibido se queda con uno. “Me ha felicitado Rafa Nadal. Tenía que ser al revés y va y me felicita él a mí”, repite emocionada con la medalla al cuello, esa de la que tendrá que separarse esta noche, cuando le toque pelear por la segunda presera olímpica.

¿Se imaginan a una medallista olímpica perdida por el Parque Olímpico? Pues eso es lo que le sucedió a Mireia Belmonte después de quedar segunda en la final de 200 metros mariposa, de pasar control antidoping, de volver a nadar para relajarse y ponerse el chándal con dirección a la Villa Olímpica. Eran las once y media de la noche y la primera nadadora olímpica con medalla en la historia de la natación española vagaba sin rumbo y sin destino y todo porque un conductor de la organización no sabía ir del Centro Acuático a la residencia de los deportistas: Menos mal que era el quinto día de competición.