Es noticia
Europa se lleva la Ryder con un decisivo Rahm y un histórico Sergio García
  1. Deportes
  2. Golf
una semana perfecta para thomas bjorn

Europa se lleva la Ryder con un decisivo Rahm y un histórico Sergio García

Jon Rahm ganó su partido de individual a Tiger Woods y dio un paso decisivo para la victoria del viejo continente, que se puso en duda a mediados de la jornada. Molinari, de nuevo héroe

Foto: Jon Rahm celebra un punto. (Reuters)
Jon Rahm celebra un punto. (Reuters)

Jon Rahm caminaba el sábado un poco cabizbajo. Él, que es la vitalidad con patas, sabía que le estaba dando muy poquito al equipo europeo. Solo había jugado dos partidos, los dos con derrota. "El que está en el banquillo también gana la Champions", decía a modo de justificación. Es posible que, más allá del llanto por los malos golpes, estuviese también la ambición de un domingo en el que podía ser clave para el equipo. Sabía, además, que la casualidad de le había cruzado con Tiger Woods, convirtiendo su partido, que podía ser uno más, en el centro de todas las miradas. Ha crecido admirando al americano, que es el transformador último del golf moderno. La opción de jugar contra él es única, ganar a un monstruo así en esta competición es una opción que quizá no vuelve a teneren su vida. Y la aprovechó, por supuesto que la aprovechó.

Salían en el cuarto partido del día y las cosas empezaban a ponerse complicadas. McIlroy y Rose, que son quizá los mejores jugadores europeos, estaban naufragando y Casey, en el segundo partido, solo era capaz de sacar unas tablas. Todo eso, que ponía más tensión al partido de Jon, no pesó en el de Barrika. Desde muy al principio le pegó fuerte y recto a la bola, encontró las calles y acertó en el juego corto. No es que Woods jugase mal, al contrario, estuvo sacándole rendimiento al campo, incluso haciendo un 'eagle' en el noveno hyo. En el 12, el estadounidenses ponía el empate en el marcador. Había miedo entre los europeos, pero Rahm, con su poderío, no se amilanó. Ganó los dos siguientes y marcó el camino, él iba a ser una de las victorias europeas. Iba a ser, de hecho, esencial para cerrar el círculo.

Foto: Sergio García celebra un punto en la Ryder. (Reuters)

Rahm es un jugador purísimo de Ryder, y lo ha sido desde el primer golpe, aunque su juego no haya estado siempre a la altura de la competición. Tiene el carácter perfecto para el evento, pues no necesita impostura para transmitir a la grada -y a los compañeros- la extrema pasión que siente por este deporte. El ejemplo más claro estuvo en el primer 'tee', del primer hoyo, del primer día. Era su inicio en la competición, el golpe inicial, estaba rodeado por jugadores más expertos, pero a él no le importó. Antes de pegarle se dio la vuelta y empezó a agitar la mano arriba y abajo. Quería ruido, quería conectar a los aficionados, que en el golf no suelen ser muy pasionales, desde el primer madrugón del viernes.

Ganarle al Woods es una recompensa a un estado de ánimo. Rahm no desfalleció, no dejó de acercarse a sus compañeros, de escuchar a los mayores y dar ánimos a los de su quinta. En el futuro recordará los hoyos de Le Golf National como la primera de muchas. Así será si todo es normal porque lo que nadie duda es que Jon Rahm es uno de los grandes talentos del deporte, y no le queda más que darle un poco más de consistencia y regularidad a su juego para ponerse a la altura de los más grandes y competir por los mayores torneos.

Las lecciones de Sergio García

Rahm, algún día, será Sergio, y en cuestión de Ryder no se puede decir nada mejor de un jugador. García ganó también su punto, en su caso a Rickie Fowler, y se convirtió así en el jugador que más ha aportado en la historia al equipo europeo. Nadie ha logrado ganar más que él en esta competición, y este fin de semana le ha demostrado al mundo que la apuesta -arriesgada- de Thomas Bjorn por el castellonense estaba plenamente justificada. Lo ha demostrado con los palos, con una pareja sensacional que montó con McIlroy y un domingo perfecto en el que supo administrar una buena ventaja inicial.

Si solo fuese eso ya sería suficiente, pero el viaje de Sergio a París iba mucho más allá que todo eso. El abrazo en el que se fundió con Bjorn, que tenía mucho de agradecimiento, era un gesto más dentro de los muchos que ha desplegado en esta semana. Porque García, además de un jugador buenísimo, es la experiencia, que jugando por equipos es un valor muy fuerte. Le pasa a él como le ocurre a Poulter, que puede no estar en su mejor momento, pero es una referencia para todos los demás, en un equipo con mucho novato y mucho jugador buscando su camino, tener presentes a golfistas que pueden detenerse a reflexionar y ordenar a los de al lado es fundamental.

Sergio algún día será capitán, de eso nadie tiene ninguna duda. Los grandes jugadores de la competición son agasajados en su veteranía con ese puesto. Lo han tenido antes Severiano -cómo no- y Olazabal, por lo que es de esperar que algún día le llegue también a él. De momento, sin tanta responsabilidad, ya ejerce como uno de los notables del sanedrín de Bjorn, que le ha pedido consejo y lo ha encontrado. Siempre con muchísimo éxito.

El camino de Molinari

El danés es otra de las grandes historias de este fin de semana, pues de inicio a fin le ha dado una lección de estrategia a Jim Furyk. Acertó en llamar a los viejos rockeros, preparó un campo que era un infierno para los estadounidenses, clavó todos y cada uno de los emparejamientos. Europa ha ganado con solvencia, desde el primer día, pero no estaría de más recordar que los americanos eran muy favoritos, que se hablaba del equipo como del mejor de su historia. Es cierto, no ganan en suelo europeo desde 1995, pero la repetición de la victoria del viejo continente no cambia la realidad de que el nivel medio al otro lado del charco, en golf, es mayor. El tema es que, compitiendo en este evento tan especial, tan único, no dan su máximo nivel. Los azules, todo lo contrario, parecen todos volar cuando se ponen la bandera en el pecho.

Entre todos, y quizá por encima de todos, ha destacado Francesco Molinari. De siempre se supo que era un buen jugador, pero esta temporada ha encontrado por fin el 'putt' que tanto tiempo se le resistió. Su victoria en el Open, en verano, fue la antesala de todo lo que ha pasado en París este fin de semana. Él recordó a los europeos que se puede ganar en grande y esbozó lo que iba a ser un fin de semana para la historia. Cinco veces le apuntó Bjorn, tantas como pudo, él respondió ganando todos sus partidos. Su pareja con Fleetwood fue extremadamente productiva y en el domingo le dio el último punto necesario a los europeos.

Hubo un momento en el que se temió por la victoria. Para voltear el marcador, los americanos necesitaban casi una gesta, algo que se pensaría imposible si no fuese porque los europeos lo consiguieron en Medinah, en la que sigue siendo la mayor remontada de la historia de la Ryder. Aquel momento de leyenda es el que quieren replicar todos los que se ven por debajo, y por un rato llegó a parecer que los estadounidenses podían conseguirlo. Tiñeron el marcador de rojo, con ventajas en todos los partidos, acecharon a la presa y dieron la sensación de que lo imposible no lo era tanto. Ahí apareció Rahm, también Olesen -que pasó por encima de Spieth, ganador de varios grandes-, Poulter, en su versión enloquecida que solo da cada dos años -ganando al número 1, Dustin Johnson-, el excelente Molinari y, por supuesto, los viejos rockeros García y Stenson. Suficiente para asegurar la victoria y sofocar cualquier amago de remontada. Una victoria de Europa y por Europa, de unos jugadores que comprenden la competición y le saben dar cariño.

Jon Rahm caminaba el sábado un poco cabizbajo. Él, que es la vitalidad con patas, sabía que le estaba dando muy poquito al equipo europeo. Solo había jugado dos partidos, los dos con derrota. "El que está en el banquillo también gana la Champions", decía a modo de justificación. Es posible que, más allá del llanto por los malos golpes, estuviese también la ambición de un domingo en el que podía ser clave para el equipo. Sabía, además, que la casualidad de le había cruzado con Tiger Woods, convirtiendo su partido, que podía ser uno más, en el centro de todas las miradas. Ha crecido admirando al americano, que es el transformador último del golf moderno. La opción de jugar contra él es única, ganar a un monstruo así en esta competición es una opción que quizá no vuelve a teneren su vida. Y la aprovechó, por supuesto que la aprovechó.

Jon Rahm
El redactor recomienda