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"Cuánto se echa de menos a Seve". Las 'lágrimas' de Olazábal en Valderrama
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ESTA SEMANA SE CELEBRA EL MÁSTERS DE ANDALUCÍA

"Cuánto se echa de menos a Seve". Las 'lágrimas' de Olazábal en Valderrama

El campo que albergará este fin de semana el Andalucía Masters es uno de los mejores del mundo y es recordado por ser el primero en el que Europa fue local fuera de las Islas Británicas

Foto: Garrido, Ballesteros, Jiménez y Olazabal en la Ryder del 97. (Getty Images y RC Valderrama)
Garrido, Ballesteros, Jiménez y Olazabal en la Ryder del 97. (Getty Images y RC Valderrama)

No por previsibles, las palabras de Chema Olazábal resonaron menos en la casa club de Valderrama. "Cómo echamos de menos a Seve", dijo el guipuzcoano, con su compañero y amigo siempre en el recuerdo. No le olvida ni un día, no se puede olvidar a Ballesteros, pero su presencia se agudiza aún más en determinados momentos y lugares. Pasa cuando se juega la Ryder Cup, también cuando viaja a ese campo situado en la selecta urbanización de Sotogrande, en San Roque, Cádiz.

Ballesteros está ubicuo en el campo porque, en realidad, siempre aparece cuando golf y España se juntan. Hay un tropo muy utilizado por los británicos que explica bien cómo era la personalidad de Seve: 'larger-than-life'. En una traducción literal, pero no exacta, más allá de la vida. La frase tiene la connotación del carisma, de esa manera de ser arrolladora. El golfista de Pedreña era de esos que podría destacar callado en una habitación con mil personas más. Él no necesitaba de mucho para fijar todas las miradas en él.

Foto: John Rahm y Pablo Larrazabal. (EFE)

Sin Ballesteros no habría Masters de Andalucía

Esta semana se disputa en Valderrama el Masters Andalucía, el único torneo del circuito europeo que se disputa en España. Y, sin Ballesteros, es improbable que se estuviese celebrando. Porque uno de los motivos de que el país tenga un campeonato y no se haya quedado fuera del calendario continental es, precisamente, su gran tradición golfística. Hay poco dinero para organizar cualquier cosa, pero los dirigentes del European Tour han hecho un esfuerzo para que no falle España o, lo que es lo mismo cuando se habla de este deporte, para que no falte el país de Seve.

No es la primera vez que Valderrama alberga un gran campeonato por el influjo de Ballesteros. Si el campo de San Roque es legendario, y eso nadie lo duda, es fundamentalmente por un evento que se celebró hace exactamente 20 años. La Ryder del 97. Es una competición única, un desafío entre América y Europa que mueve cientos de millones de euros, un objetivo en sí mismo para todos los golfistas y uno de los pocos fines de semanas en los que este deporte es el epicentro del deporte mundial. La competición tiene solera y es importante sin más aditamentos pero si hay que hablar de una sola persona en su historia que le diese una vuelta esa es, cómo no, Severiano Ballesteros.

placeholder Olazabal y Ballesteros, en la Ryder de 1997. (RC Valderrama)
Olazabal y Ballesteros, en la Ryder de 1997. (RC Valderrama)

La inclusión del continente

Británicos y americanos jugaban cada dos años la Ryder y los yanquis ganaban siempre o casi siempre. Era un deporte puramente anglosajón y nadie se atrevía a desafiar aquella dinámica pero, de repente, aparecieron Ballesteros y el sensacional alemán Bernhard Langer y se dieron cuenta de que tenían un problema. Excluir de una competición así a un jugador como Seve era dejarse en el tintero al gran reclamo del golf en los 80. Como los británicos, además, no hacían más que perder, decidieron abrir la mano y proponer un equipo europeo. Quizá el mayor acto de europeismo que se pueda recordar de las Islas Británicas.

Llegó Seve y se quedó con la competición. No hay un modo diferente de decirlo. Formando parte de un equipo Ballesteros daba un paso más, era un líder carismático. Compitió ocho veces, ganó cuatro de ellas, se peleó con Azinger en una de las disputas más míticas de la competición, puso a su lado a Olazábal, que es un excelente golfista, y le dio una dimensión más... La competición tenía mucho que agradecerle porque había conseguido que un deporte que puede ser algo frío y elitista exudara pasión por los cuatro costados. Las cosas de Seve.

Foto: Jon Rahm. (EFE)

Para 1997 la competición ya era más europea que británica, así que los organizadores se plantean sacarla de una vez por todas de las islas. Tampoco hubo que pensar demasiado para encontrar un destino porque, en ese momento, ya era la competición de Seve. Así que solo tuvieron que mirar cuál era el mejor campo del país de Ballesteros y montaron todo para viajar a Valderrama.

Seve, ya mayor, no iba a jugar. Pero también estaba en él romper otra histórica tradición del torneo. Por primera vez el capitán europeo no iba a ser de las Islas, el golf había cambiado, se había integrado en el continente y en el viaje a España nadie mejor para ser capitán que Ballesteros. Así que la primera Ryder que no hablaba inglés fue, en esencia una Ryder española.

Dos décadas después, Olazábal recuerda: "Para mí fue una Ryder Cup muy especial, después de todas las que habíamos compartido Seve y yo formando pareja, era la primera vez que jugaba con él como capitán. La sensación era distinta. Seve estuvo pendiente de todo. Nos exigió mucho, lo mismo que siempre se había exigido a sí mismo y estuvo encima de todos los jugadores, algunos se sintieron un poco incómodos por su nivel de exigencia pero yo creo que lo hizo muy bien".

placeholder Seve con la Ryder. (RC Valderrama)
Seve con la Ryder. (RC Valderrama)

El diluvio de Valderrama

Recibió Valderrama a los golfistas con un temporal histórico. 40 años hacía que no llovía como aquella vez, pues en San Roque el agua suele estar ausente. El primer día hubo que acortar la jornada y la frustración era lógica entre los participantes. Se quería que todo fuese perfecto, pero nadie es capaz de controlar del todo el ritmo de las nubes. "Las primeras imágenes que me vienen a la cabeza son de la ceremonia de inauguración, que fue muy bonita y emocionante, y el diluvio que cayó la madrugada del jueves al viernes. Qué manera de llover. Según las estadísticas de pluviometría hacía más de 40 años que en esa semana no había llovido en la zona, sin embargo, aquella noche cayó agua por los anteriores ¡y por los 40 siguientes!", explica hoy Olazábal.

Europa ganó y lo hizo del modo más europeo posible. El tópico dice que la parte colectiva se le resiste a los estadounidenses, que les cuestan más los dos primeros días, donde se juega por parejas, que los individuales de la última jornada. Pues clavado, Europa llegó al domingo sabiendo que muy mal tenían que ir las cosas para no llevarse a casa la Ryder. Y, aunque estuvieron a punto del resbalón, hicieron lo suficiente para salvaguardar la ventaja que mantenían.

Seve se movía arriba y abajo, cambiando de uno a otro partido, con esa pasión tan suya. Los periodistas estadounidenses, algo molestos, llegaron a preguntar si no se estaba pasando, a lo que los propios jugadores americanos respondían que no, que era exactamente eso lo que había que hacer. Dio un recital y quedó tan cansado que renunció a repetir dos años más tarde. Suficiente con una vez y en Valderrama, con una victoria y una vuelta de tuerca a la leyenda personal.

Por eso ahora, 20 años después, Olazábal entra en Valderrama, mira a los lados y no tarda más que unos minutos en recordar: "Cuánto se echa de menos a Seve".

No por previsibles, las palabras de Chema Olazábal resonaron menos en la casa club de Valderrama. "Cómo echamos de menos a Seve", dijo el guipuzcoano, con su compañero y amigo siempre en el recuerdo. No le olvida ni un día, no se puede olvidar a Ballesteros, pero su presencia se agudiza aún más en determinados momentos y lugares. Pasa cuando se juega la Ryder Cup, también cuando viaja a ese campo situado en la selecta urbanización de Sotogrande, en San Roque, Cádiz.

Severiano Ballesteros
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