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La inspiración de Grace, el hombre normal que rompió la historia en el British Open
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La inspiración de Grace, el hombre normal que rompió la historia en el British Open

El sudafricano realizó la vuelta en 62 golpes, la puntuación más baja jamás conseguida por un hombre en un grande. Spieth lidera el torneo con tres golpes por encima de Kuchar

Foto: Branden Grace. (EFE)
Branden Grace. (EFE)

Era una cuestión de tiempo, pero tuvo que pasar mucho para que ocurriese. 63 es una cifra casi mágica en el golf, una puntuación bajísima que hasta el momento se destacaba como un objetivo difícil, casi imposible, pero factible en el golf. Era, además, un muro, porque 31 jugadores lo habían conseguido en alguna vuelta de un grande (no son muchos, pero son). Lo más curioso es que nadie, nunca, había rebajado esa cifra. Thomas se quedó en 63 en el US Open de este año. Stenson o Mickelson lo hicieron el año pasado. Todos se quedaban ahí, en -7, incapaces de recortar más distancia al campo de juego.

Hasta que, de repente, llegó un sudafricano y se puso el mundo por montera en el British Open. Branden Grace se llama y es un jugador bueno, pero no excelente. Entre los 40 mejores del mundo, el típico que se mete en los grandes, que puede incluso estar en el 'top' 10 en alguno pero que no aparece nunca en las listas de favoritos. Porque no lo es. Y solo tiene un torneo en el circuito americano. Un puñado más en el circuito europeo.

Pero el golf tiene estas cosas, una tarde inspirada con las condiciones apropiadas puede llevar a los buenos jugadores a tener vueltas asombrosas. Lo es el 62 que consiguió Grace en el Royal Birkdale, sin duda, aunque solo fuese porque es la mejor que se ha visto nunca en un grande masculino. "No lo supe hasta que no llegué al hoyo 18, lo prometo", explicaba el sudafricano tras su recorrido. "Cuando me lo contó mi 'caddie', le dije ¿de qué estás hablando? Yo solo iba hoyo tras hoyo, solo quería remontar en el torneo", remataba el golfista.

Imposible quitar mérito a Grace, que tuvo una ronda perfecta y, por descontado, fue el mejor de todos los participantes en el sábado. Tan cierto como eso lo es que el día era propicio para que los golfistas disfrutasen. Del mismo modo que el viernes hizo un día de perros, con un viento imposible y copiosa lluvia. Solo hay que mirar las tarjetas para ver cómo se multiplicaron los 'birdies' y como los jugadores tiraron por los suelos los resultados del día. Más allá del espectacular -8 de Grace, Dustin Johnson hizo -6, Spieth, Stenson, Hend o Day -5. Un día plácido.

El que más se aprovechó del tema fue Spieth, que ya iba como líder y afianzó aún más su posición. Los tres días de competición ha estado por debajo del par del campo, un hecho muy notable. Es el único que lo ha logrado, por descontado. El doble campeón de grande afronta la jornada final como claro favorito, con tres golpes por debajo de su inmediato perseguidor, Matt Kuchar.

Spieth tiene una ventaja de pocos golfistas, no parece fallar nunca. Hay veces que se deja algún 'birdie' posible, pero en general es siempre capaz de aparecer en el 'green' cuando tiene que estar, de hacer todas las aproximaciones a la perfección e ir tranquilo pegando calles. En el primer y el tercer día no cometió ni un solo 'bogey', mientras que en el segundo, en medio de la galerna, fue capaz de restarle al campo un golpe.

Esto, en todo caso, sigue siendo golf y los domingos son el único día en el que la puntuación final cuenta. Nadie sabría decir esta frase mejor que Jordan Spieth, que la tiene tatuada después del Masters de Augusta del pasado año. Llegó a la jornada final líder, volando. Al hoyo 11 confiado, con -5 en el total y acariciando una chaqueta verde que ya había ganado un año antes. Era el Amen Corner, uno de los lugares sagrados de este deporte, y se desplomó. Hasta el punto de que el torneo se le fue por las rendijas de las manos hasta parar en Danny Willet, un jugador claramente inferior a él que tuvo la constancia requerida para llevarse a casa el premio final.

placeholder Jordan Spieth. (EFE)
Jordan Spieth. (EFE)

Cabrera, al acecho

Con Spieth comandando la clasificación el resto parecen muy lejos. Kuchar, a tres golpes, aún puede soñar de una manera creíble. Pero a partir de ahí, y a sabiendas de que todo es posible en Royal Birkdale, todo se dificulta. Connely y Koepka, que comparten la tercera posición, están a cuatro golpes del liderato del de Houston y Grace, el héroe del día, a cinco.

En esa pomada, la de estar a la espera por si el favorito falla, está también Rafael Cabrera Bello. Lleva un fin de semana muy bueno, muy consistente, en la línea de sus últimos meses de competición. Es evidente que en el año 2017 ha dado un salto competitivo, y eso que él ya era de antes un gran jugador. Hizo -3 en el día, la misma puntuación que lleva en su tarjeta total en el torneo. Ocho golpes más atrás de Spieth, pero con opciones aún. Además, y este puede ser un objetivo en sí mismo, es séptimo en el torneo. Nunca ha entrado en el 'top' 10 de un grande y hacerlo es una de esas cosas de las que un jugador se acuerda de por vida.

Foto: Rafael Cabrera-Bello. (Reuters)

Sergio García también se puede plantear ese objetivo. Está en el par del campo, después de un buen día en el que hizo -2. Quizá algo por debajo de lo que permitía el Royal Birkdale en este benigno sábado. Su pena, en todo caso, está en la jornada inaugural en la que hizo 73 golpes mientras casi todos sus rivales mejoraban esa puntuación. A 11 golpes del líder, es iluso pensar en que haya posibilidades de atacar la jarra de clarete. Pero está en la posición 18, no es imposible que consiga estar entre los diez mejores por vigésimo tercera vez en su carrera. Porque García es un grande.

En cuanto a John Rahm, no pudo o no supo estar a la altura de sus palabras. Salió de la segunda jornada diciendo que aún podía ser campeón, pero que necesitaba subir muchos sus prestaciones para que así fuese. Estar en el par del campo es decente, pero ni mucho menos suficiente. En la posición cuadragésimo tercera su aspiración más lógica, quizá la única posible, es hacer una última buena jornada para irse a casa con buen sabor de boca. Le queda mucha carrera, este no es su torneo.

Era una cuestión de tiempo, pero tuvo que pasar mucho para que ocurriese. 63 es una cifra casi mágica en el golf, una puntuación bajísima que hasta el momento se destacaba como un objetivo difícil, casi imposible, pero factible en el golf. Era, además, un muro, porque 31 jugadores lo habían conseguido en alguna vuelta de un grande (no son muchos, pero son). Lo más curioso es que nadie, nunca, había rebajado esa cifra. Thomas se quedó en 63 en el US Open de este año. Stenson o Mickelson lo hicieron el año pasado. Todos se quedaban ahí, en -7, incapaces de recortar más distancia al campo de juego.

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