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La escalera de Cabrera Bello le ha puesto ya entre los mejores golfistas del mundo
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ya ganó en escocia la pasada semana

La escalera de Cabrera Bello le ha puesto ya entre los mejores golfistas del mundo

El jugador grancanario ha logrado por primera vez colarse entre los diez mejores de un grande. En sus dos últimas temporadas ha dado un salto cualitativo importante

Foto: Rafa Cabrera-Bello, en el British Open. (EFE)
Rafa Cabrera-Bello, en el British Open. (EFE)

Todos los deportistas sueñan con ganar, pero no todos aspiran a hacerlo con frecuencia. El golf no es solo una lucha por la gloria, también es una profesión en las que alrededor de 200 personas se ganan muy bien la vida viajando por el mundo, jugando a una disciplina que suele ser su pasión y recaudando un buen dinero que probablemente les permitirá vivir el resto de sus días sin problemas. Eso es lo normal, lo extraño son los Jordan Spieth del mundo, que cuando cogen un palo piensan en la gloria y el legado de su carrera. En el British el americano ganó su trecer grande. Tiene 23 años.

Diez menos que Rafael Cabrera-Bello que, obviamente, es uno de esos muchos que viven del golf y se llevan alegrones de vez en cuando pero no están consistentemente en la pomada por los torneos más importante. El de Gran Canaria, de hecho, tiene tantas victorias en el circuito europeo como Spieth en los cuatro grandes torneos. Su vida es otra, aunque compartan oficio.

Foto: Spieth es el jugador más joven en ganar el Masters y el US Open (Reuters)
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Lo cual no quita para que los objetivos personales existan y sean importantes. Cabrera-Bello era hace un par de años un jugador muy inferior al que hoy coge los palos de golf. Siempre tuvo un buen juego, pero quizá le faltaba algo de templanza. Sin eso el golf es importante, porque no hay otro deporte que penalice más las lagunas mentales. Un mal golpe, solo uno, puede dar con el traste a todas las ambiciones.

Pasaban los años y el buen jugador no terminaba de romper en nada. Había ganado algún torneo, pero el último de ellos databa de 2012. En 2016 las cosas cambiaron y el nivel de juego dio un salto de calidad. No logró un título, pero poco a poco fue escalando puestos en la orden de mérito europea. En los Juegos de Río, un torneo algo devaluado en el mundo del golf, logró ser quinto. Diploma olímpico, uno de los primeros ocho seres humanos en conseguirlo.

El año se completaba con dos meritorios segundos puestos en Catar y Dubai, un tercero en el mundial Match Play y un cuarto en el abierto de Houston, uno de sus mejores resultados en el circuito estadounidense. El golf es un deporte de largo aliento en el que muchas veces el objetivo no es solo ganar, también llegar a participar en los grandes torneos. Y nada representa mejor eso que la Ryder Cup.

Es un torneo especial, diferente a todo lo que se ve en el mundo del deporte. Un desafío entre Europa y Estados Unidos, la batalla del Atlántico en la que se han visto algunas de las tardes de mayor gloria del golf. Tiene un ambiente especial, diferente, único. Y Rafa Cabrera-Bello, por méritos propios, había conseguido una de las 12 plazas del equipo europeo.

Esto es en sí mismo un salto de calidad. El buen jugador se codeaba con la élite, pues solo se puede considerar así a todos aquellos que acudieron al otoño del campo de Hazeltine, donde se celebraba la edición anterior. Es cierto, el equipo del viejo continente se estrelló después de varias consecutivas. No siempre se puede ganar, por supuesto. Pero así como su equipo no dio la talla, no puede decirse lo mismo de Rafael Cabrera-Bello.

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Royal Birkdale (United Kingdom), 22 07 2017.- Rafa Cabrera Bello of Spain tees off in the third round of the British Open Golf Championships at Royal Birkdale, Britain, 22 July 2017. (España) EFE EPA GERRY PENNY

Cambiar el chip con la Ryder

Al contrario, el canario se marchó de Estados Unidos sin haber perdido ni uno solo de sus partidos. Disputó dos emparejado con Sergio García, en uno se llevó el gato al agua y el otro terminó empatado. En el día final se cruzó con Jimmy Walker en uno de los partidos de individuales, y fue de los pocos europeos en salvar el honor. Ganó cuando aún quedaban dos hoyos por disputarse, fue uno de los cuatro del viejo continente capaces de salir indemne del campeonato. Fue, de hecho, el único jugador del equipo que no conoció la derrota.

El juego de equipo da alas. Estar en la Ryder le recordó a Cabrera-Bello lo buen jugador que puede llegar a ser. Tocaba mudar los objetivos, pasar de intentar entrar en los torneos a tratar de disputarlos. Poco a poco iba subiendo en los ránkings, convirtiéndose en un actor importante dentro del circuito Europeo. Así estaba siendo cuando llegó el mes de julio. La canícula, sí, también el momento en el que el golf cobra mayor brillo.

Se disputaba el Abierto de Escocia, a una semana del British, el torneo que todos los europeos tienen en mente. Y lo ganó. Demasiados segundos puestos, que no está mal, pero necesitaba dar un golpe sobre la mesa. Lo logró en el que es, probablemente, el mejor triunfo de su carrera. Lo hizo, además, con un play-off final en el que tuvo que templar los nervios para imponerse en el hoyo final a Callum Shinkwin.

Foto: Jon Rahm en el Abierto de Irlanda. (Reuters)

"A veces he cometido errores, no me han salido las cosas como quería y no he podido ganar; sin embargo, otras veces lo he dado todo y otros han merecido ganar. Creo que esta semana he jugado el mejor golf de mi vida. Ha sido un domingo increíble. En el play-off he ido a por todas. Estoy muy, muy feliz, me han salido bien las cosas", narraba tras su mayor victoria.

Recordaba también que las experiencias siempre quedan y que nada curte como competir con los mejores: "La experiencia de haber jugado la Ryder Cup me ha ayudado hoy en el hoyo del play-off. Cuando te enfrentas a un momento de tanta presión como en la Ryder, sabes que vas a ser capaz de enfrentarte a cualquier situación. Aquellos recuerdos te vienen a la memoria".

No tuvo más que coger transporte para plantarse unos días más tarde en Royal Birkdale, uno de los campos más bonitos de la rotación del Abierto Británico. Allí se reecontró con sus compañeros y rivales de la Ryder Cup, los patricios del golf mundial. Rafa ha cambiado, el tiempo le ha ido haciendo mejor, pero aún le quedaban algunos objetivos para sentirse cómodo entre todos esos gigantes.

Para empezar, lo que ha conseguido en este magnífico fin de semana. Jugar realmente bien un grande, sin complejos, confiado de sus posibilidades. Pensar incluso, aunque no estuviese nunca realmente cerca, que algún día puede llevarse uno, o competir al menos. Es imposible planteárselo en serio si antes no se ha estado nunca entre los diez mejores en esta clase de eventos. A Cabrera-Bello le quedaba eso por hacer, pero ese también es un hito logrado.

Solo la segunda jornada se salió un poco del guion, pero tampoco es reprochable porque ese día de perros todos menos Spieth, el campeón, se encontraron sin respuestas ante el viento y la lluvia. Ese +3 le separó de la cabeza y es el que, finalmente, le ha empujado a una muy meritoria cuarta plaza.

El Rafael Cabrera-Bello de hace dos años estaba lejos de los sueños de grandeza. El de ahora ¿por qué no?

Todos los deportistas sueñan con ganar, pero no todos aspiran a hacerlo con frecuencia. El golf no es solo una lucha por la gloria, también es una profesión en las que alrededor de 200 personas se ganan muy bien la vida viajando por el mundo, jugando a una disciplina que suele ser su pasión y recaudando un buen dinero que probablemente les permitirá vivir el resto de sus días sin problemas. Eso es lo normal, lo extraño son los Jordan Spieth del mundo, que cuando cogen un palo piensan en la gloria y el legado de su carrera. En el British el americano ganó su trecer grande. Tiene 23 años.

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