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Sergio García debe recuperar aquella manera de mirar y sentir el Masters de Augusta
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SU PADRE CREE QUE ES CLAVE PARA BUSCAR SOLUCIONES

Sergio García debe recuperar aquella manera de mirar y sentir el Masters de Augusta

Algo hay que mantiene en permanente estado de alerta a Sergio en el Augusta National. No siempre fue así. A finales del siglo XX y principios del XXI era la cita más esperada por el golfista castellonense

Que Sergio García sufre más de lo debido en el Augusta National es un asunto recurrente en los análisis patrios del Masters año tras año. Nada hay aparentemente en el titán de Georgia que proponga un dilema irresoluble a este jugador, cuyo abanico de recursos es amplio y envidiable más allá de las situaciones delicadas que cualquier profesional tiene que lidiar en un recorrido donde los errores se pueden pagar muy caros. Sin embargo, algo hay que mantiene en permanente estado de alerta a Sergio en el Augusta National, ligeramente envarado cuando se pone encima de la bola, si se quiere.

No siempre fue así. A finales del siglo XX y principios del XXI la cita del Masters era probablemente la más esperada por el castellonense que, en 1999, fue el mejor amateur en el torneo. La cita más esperada, tal y como se lee.

El campo, por entonces, suponía para él un reto más divertido que estresante. “Si yo supiera qué ha cambiado en su manera de mirar a este campo y de sentirlo, a lo mejor podríamos buscar un remedio porque Sergio ha jugado en este campo muy bien y con toda la motivación”, explica sincero su padre, Víctor García, que enseguida desdramatiza: “Las cosas son como son y no vamos a engañarnos, pero tampoco a rendirnos: hay que jugar y no descartar nada”.

Tampoco Sergio, a día de hoy, es capaz de describir sus sensaciones por lo que normalmente rebaja su nivel de expectativas (de un modo casi inconsciente) para abordar la competición con menos presión. Es un modo de autodefensa como otro cualquiera. “Ni estoy tan mal como a principios de este año, ni tan bien como hace un año”, señala. La realidad apunta a que, al menos, su juego corto parece especialmente fino, un arma de gran importancia esta semana.

Y el caso es que se han acercado al torneo de diferentes maneras y hasta con diferentes actitudes, en busca de la cuadratura del círculo. El año pasado, por ejemplo, trató de encarar el Masters con una dosis extra de optimismo, ayudado ciertamente por el gran momento de forma con el que llegó a esta semana de abril. No dio resultado.

Este martes Sergio ha jugado 18 hoyos, muy metido y especialmente concentrado. Iba solo con su caddie, Glen Murray. De hecho, fue el primer jugador en llegar por la mañana al Augusta National y al campo de prácticas. El primero también en salir a jugar. Y tan concienzudo iba siendo su trabajo y estudio del terreno, que en el green del hoyo 1 dejaba pasar a Tiger Woods y Mark O’Meara, que venían justo por detrás.

Al finalizar la ronda, sin embargo, no se mostraba satisfecho. No de un modo pleno. No termina de creerse que a día de hoy pueda jugar suelto y libre en este campo. Hablando de creencias, señalaba Gary Player ante el micrófono de Canal + Golf que él sí cree en Sergio García, pero sonreía y en realidad dejaba la segunda parte de la sentencia en el aire: “Yo sí creo… ¿Cree él?”.

Después, el español agradecía el gesto al legendario campeón sudafricano, pero dejando muy claro que el problema, para él, no es de fe en sí mismo. “Eso a mí no me ayuda en el campo”. La respuesta está, obviamente, encerrada en aquel Sergio García de finales del XX y principios del XXI, pero se resiste a salir a la luz. “No es una sola cosa concreta, deben ser unas cuantas, muy pequeñas, que se han ido acumulando con los años y que no conseguimos detectar del todo”, sentencia Víctor.

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