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'El loco del palo', un niño de 11 años que aprendió a jugar al golf golpeando frutas
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se llama dylan reales y es argentino

'El loco del palo', un niño de 11 años que aprendió a jugar al golf golpeando frutas

Con 11 años y 25 de hándicap, Dylan Reales es la gran promesa del golf. Un deporte que aprendió con un palo hecho de una escoba y golpeando frutas y verduras

Foto: Dylan, con sus trofeos ganados (AP).
Dylan, con sus trofeos ganados (AP).

Mientras sus amigos invertían su tiempo libre en jugar en la calle, él esperaba ansioso que se acabase el mercadillo para aprovecharse de las frutas y verduras que los comerciantes olvidaban en el suelo. Era entonces cuando empuñaba su particular palo de golf fabricado con el de una escoba y golpeaba todo aquello que fuera esférico. En Villa 31, una de las barriadas más humildes de Buenos Aires, a Dylan Reales le conocían como ‘El loco del palo’. No era para menos. A sus 11 años vive por y para el golf, un deporte al que se enganchó viendo la televisión porque le atraía la sensación de tranquilidad que transmitía y con el que espera sacar a su familia de la pobreza. Esta es la historia de la nueva promesa del golf.

Era un día cualquiera, pero le cambió la vida. Dylan Reales estaba viendo la televisión cuando se topó con un deporte que atrajo toda su atención por el paisaje, la paz y el sonido de los pájaros que lo acompañaban. Curioso, preguntó a su madre qué era aquello que veía y que consistía en golpear una pelota con un palo. Con semejante descripción, la madre de Dylan pensó que se trataba del polo. Nada más lejos de la realidad. El pequeño no se lo pensó dos veces y pidió ayuda a su abuelo. Éste transformó una escoba en un palo de golf para hacer las delicias de su nieto que aprendía gracias al canal Golf Channel y practicaba golpeando todo aquello que fuera redondo. Eso sí, tenía especial debilidad por las frutas y verduras que se quedaban en el suelo tras el mercadillo que tenía lugar en su barrio.

Con el golf metido entre ceja y ceja, su abuelo volvería a jugar un papel clave. Un día, dando un paseo, quiso enseñar a su nieto los patos del lago de Palermo. Esto no fue lo que le llamó la atención a Dylan. Su mirada se centró en lo que había al otro lado: un campo de golf como los que veían en la televisión. Abuelo y nieto se acercaron hasta el Ranelagh Golf Club mientras el primero advertía que la familia no tenía dinero suficiente para costear un deporte tan caro. Un cartel en el que anunciaban clases gratis para niños de 8 a trece años abrió una puerta para la esperanza, pero en el club no admitieron al pequeño Dylan. Lejos de derrumbarse, insistió hasta que uno de los profesores le aceptó en sus clases.

Ni se arrepentiría ni volvería a retarle. Le dijo que le daría 100 pesos (9 euros) si metía la bola en un hoyo que estaba a ocho metros. Dylan le dijo que preparase el doble de la cantidad propuesta y cumplió el reto. Con un par de clases de preparación, se llevó un torneo en el que competían 70 participantes y ya ha levantado 17 trofeos en el circuito junior. No es de extrañar si tenemos en cuenta que a sus 11 años, sin apenas fuerza y potencia, tiene 25 de hándicap… y que entrena seis horas al día. Para ello debe cumplir las dos condiciones impuestas por su madre (estudiar y ordenar su habitación) y recorrer un camino de una hora hasta el club de golf que un día le rechazó. Cuentan que el último tramo lo hace andando mientras ensaya los golpes. Pura pasión.

Entre sus sueños figura conquistar Japón, Estados Unidos o el Masters de Augusta aunque su principal objetivo es sacar a su familia de la pobreza. Por poner un ejemplo, la escalera de su casa es tan estrecha que no cabe el carro en el que guarda y transporta los palos de golf por lo que tiene que subirlo con una cuerda hasta su hogar. El mismo carro que tiene bordado un “Gracias Claudio Borghi”, un mensaje para el entrenador de Argentinos que cuando supo que se lo habían robado a Dylan no dudó en comprarle uno nuevo a la nueva promesa del golf. Un niño de once años que se codea con adultos, vive entre los pobres y juega con los ricos.

Mientras sus amigos invertían su tiempo libre en jugar en la calle, él esperaba ansioso que se acabase el mercadillo para aprovecharse de las frutas y verduras que los comerciantes olvidaban en el suelo. Era entonces cuando empuñaba su particular palo de golf fabricado con el de una escoba y golpeaba todo aquello que fuera esférico. En Villa 31, una de las barriadas más humildes de Buenos Aires, a Dylan Reales le conocían como ‘El loco del palo’. No era para menos. A sus 11 años vive por y para el golf, un deporte al que se enganchó viendo la televisión porque le atraía la sensación de tranquilidad que transmitía y con el que espera sacar a su familia de la pobreza. Esta es la historia de la nueva promesa del golf.

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