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Llora Di María, luce el villano y Messi es eterno: drama argentino en siete actos con final feliz
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Un partido sin ninguna lógica

Llora Di María, luce el villano y Messi es eterno: drama argentino en siete actos con final feliz

Ni el escritor más imaginativo habría bosquejado un partido tan atractivo y caótico como el que supone el tercer Mundial para la selección albiceleste

Foto: Una batalla histórica. (Reuters/Lee Smith)
Una batalla histórica. (Reuters/Lee Smith)

¿Quién ha escrito el guion de la gran final? Se pueden hacer algunas cábalas. ¿El gran Roberto Cossa, uno de los dramaturgos más grandes de la historia reciente argentina? O, quizá, Damián Szifron, autor del libreto de Relatos salvajes, pues el partido podría haber sido otro capítulo más de esa episódica película que ganó el Oscar. Tampoco hay que descartar al muy futbolero Eduardo Sacheri, guionista de El secreto de tus ojos, defensor del balompié como el gran asunto capaz de unir a un país que no tiene muchas dificultades en estar desunido.

En realidad, el partido fue tan loco que ni el guionista más tarado e imaginativo podría soñar haberlo escrito. No obstante, sí se sabe el género de esta historia: un drama en siete actos, pero con final feliz para el país latinoamericano, y que el Argentina-Francia es ya uno de los grandes encuentros de la historia del campeonato. Pudo acabar en tragedia, con Mbappé como villano perfecto, pero hubo muchos héroes que lo evitaron.

placeholder El 'crack' francés, compungido. (Reuters/Hannah Mckay)
El 'crack' francés, compungido. (Reuters/Hannah Mckay)

Acto I: empezar ganando

Qué importantes son los antecedentes en una obra de teatro para entenderlo todo. Empezar in media res está genial, pero comprender el pretérito y cómo se llega a un encuentro lo es aún más. Parecía que todo estaba preparado para que fuese el gran día de Argentina: la épica estaba de su parte, y el relato, también: ¿cómo dejar que Messi, el mejor futbolista de lo que va de siglo, se retirase de la mejor competición sin su título? Francia, por su parte, parecía deprimida, sumida en la nebulosa del virus del camello, como si llegasen a la final como el que no quiere la cosa.

El encuentro comenzó, y lo hizo con la novedad de Di María en el extremo. Aunque la Marsellesa había vuelto a igualar las tablas, sobre el césped la cosa se empezó a desnivelar de nuevo. La Scaloneta noqueó a Les Bleus, y los escuderos de Messi empezaron a secar a los galos, y el 10 a brillar. ¡Hasta Dembélé cayó en la trampa que le tejió Di María! Penalti. Qué bien empezaba esta obra para Argentina, no había mejor manera de subirse a las tablas. Gol de Messi, su sexto en el Mundial.

placeholder Di María, héroe en la final. (EFE/Ronald Wittek)
Di María, héroe en la final. (EFE/Ronald Wittek)

Acto II: las lágrimas de Di María

No pudo disputar Ángel Di María la final contra Alemania de Brasil 2014. Sí pudo hacerlo el año pasado en el mismo escenario, y contra la canarinha, y anotó el gol que le dio la Copa América a su selección. Si el fútbol es literatura, este deporte le debía la gran final del torneo más especial al Fideo. Y este tomó el rol de héroe, y se lo quitó por momentos a su querido Lionel, con el beneplácito de este, eso sí. Provocó el penalti del primer gol, bailó a la defensa gala y, para colmo, cerró su excepcional día con un gran gol. 2-0.

Existen pocas metáforas más certeras y artísticas que la que el escritor Enric González utilizó para definirlo: Di María siempre juega como si le acabaran de circuncidar. Y así fue ante Francia. Como dijo Pipe Olcina, nunca hubo un zurdo más zurdo que el dorsal 11 de la albiceleste. Con esa pierna, puso el segundo del encuentro, tras una excepcional contra de su selección tras pérdida de Upamecano. Scaloni lo quitó en el minuto 64, probablemente exhausto tras no haber llegado en condiciones plenas al choque, y ahí se acabó su historia. Hubiese sido premiado con el premio Tony a mejor actor si no hubiese sido por lo que la historia, bastante caprichosa, tenía previsto que sucediese después.

placeholder Messi, junto a Di María. (EFE/Tolga Bozoglu)
Messi, junto a Di María. (EFE/Tolga Bozoglu)

Acto III: sale Camavinga

El acto más corto, un respiro para los protagonistas. Minuto 71. Entra Eduardo Camavinga. Pocas personas más especializadas en las remontadas que el joven futbolista en este 2022 que ya se apaga. Y, si no, no hace falta más que ponerse algunos partidos de la pasada Champions League. ¿Empezará la remontada francesa?

Acto IV: tragedia en dos minutos

En todo buen drama hay un villano. Argentina ha decidido llevar a la próxima edición de los Oscar la película Argentina, 1985 (2022), dirigida por Santiago Mitre, pero bien podría optar a cambiar ese filme y enviar a Hollywood este dramático partido. En la obra de Mitre, el enemigo es la dictadura, el Proceso de Reorganización Nacional, con los militares Videla, Massera y demás golpistas y secuaces como malvados, con el telón de fondo de la represión a la que sometieron al pueblo. En esta historia, en la finalísima, quien quiso aguar la fiesta fue Kylian Mbappé.

placeholder Mbappé, un gran villano. (Reuters/Dylan Martinez)
Mbappé, un gran villano. (Reuters/Dylan Martinez)

Mala noticia para aquellos que mascan la felicidad cuando el que se postula como enemigo es el jugador más peligroso y con mayor proyección del planeta. Tres minutos le bastaron para que las lágrimas de emoción de Di María ahora fuesen de miedo y angustia, como las de toda la nación sudamericana. Primero anotó de penalti, tras una falta de Otamendi sobre otro protagonista secundario inesperado, Kolo Muani, y luego, con un movimiento acrobático y bello, batió por segunda vez a Dibu Martínez. Era el 2-2, y el drama, eso sí, ganaba en calidad. La prórroga sería el epílogo perfecto para la rara y apasionante aventura otoñal en Qatar.

Acto V: el lazo a la carrera de Messi

La época del año invita al final feliz. Ahora que ya no hay partidos a las cuatro de la tarde por la clausura mundialista, vuelven las películas de sobremesa, donde la temática navideña sustituye a aquellas en las que reinan los divorcios, la venganza y los asesinatos, pero que, ante todo, acaban con final feliz para el sufrido protagonista.

Y no hay mejor final cuando eres el héroe que busca el hueco en la historia que anotar el gol que da el título a tu selección. Y, además, en un guiño hitchcockiano, hacerlo con suspense. El esférico sobrepasó la línea de cal por poco —aunque algo más que en el inolvidable España-Japón, lo que sí se podría calificar como tragicomedia— y Messi anotó el 3-2. Probablemente, el tanto más importante de su vida, el que debía dar el título a su selección, la mejor manera de poner el lazo a su periplo en los mundiales. O eso creía.

Acto VI: villanos invencibles

El enemigo nunca se rinde, y eso es algo que han enseñado infinidad de cómics de superhéroes. Aunque parezcan derrotados, tirados en el fango o en el mismísimo infierno, nunca hay que dar por vencido al rival. Que se lo digan a Lord Voldemort. Quedaban menos de 10 minutos para que Francia volviese a perder una final, como en el año 2006, por lo que Deschamps mandó la estampida al área rival. Montiel sacó la mano a pasear en un batiburrillo, y el árbitro señaló el punto de penalti.

No se puso nervioso el jugador del PSG, y así anotó el segundo hattrick de una final del Mundial, tras el conseguido por Georg Hurst para Inglaterra en 1966. Era el 3-3, un final impresionante, no apto para enfermos del corazón. Ante esto, y no sin socarronería, la cámara se detuvo en Kun Agüero, tan nervioso como otros 46 millones de compatriotas. Si hubiese sido capaz de ver el móvil en ese momento, habría visto los mensajes de su cardiólogo, pidiéndole tranquilidad.

placeholder Messi, Emiliano Martínez y Mbappé, en la entrega de premios. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Messi, Emiliano Martínez y Mbappé, en la entrega de premios. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

Lo cierto es que era difícil no caer en la histeria, y más si no se es un aficionado neutral. Los cinco minutos finales de la prórroga fueron una oda al teatro del absurdo de Eugène Ionesco o Samuel Beckett, y empezaron a sucederse ocasiones sin sentido en las dos áreas. Martínez puso una pierna de oro para salvar el tiro de Kolo Muani y, en la otra portería, el gafado Lautaro mandó un frentazo fuera de la meta de Lloris. Penaltis.

Acto VII: feliz 'colorín colorado'

Son dos los patrones comunes de la selección de Scaloni en las eliminatorias de Qatar 2022. El primero de ellos es que siempre va a tomar ventaja en el marcador y, además, por dos goles de diferencia. El segundo mandamiento es que cada partido finaliza con victoria, pero de muy distinta manera. En octavos, contra Australia, la aventura comenzó 2-0 y una gran atajada de Martínez evitó la prórroga. En cuartos, en el partido más recordado de este torneo con permiso de esta final en siete actos, de nuevo se adelantaron con dos tantos de ventaja, pero Países Bajos igualó y llevó el choque a los penaltis. Triunfo en los 11 metros y un qué mirá, bobo para la historia. Y, ante Croacia, la ventaja por dos goles no se redujo, sino que se amplió hasta un 3-0.

placeholder La celebración de Emiliano Martínez. (Reuters/Kai Pfaffenbach)
La celebración de Emiliano Martínez. (Reuters/Kai Pfaffenbach)

Mbappé la mandó a la red, pero Coman y Tchouaméni erraron. No falló nadie de la albiceleste, y el inesperado Montiel, que había cometido la infracción del 3-3, robó una mínima cota de protagonismo al amo y señor de Qatar, Lionel Andrés Messi Cuccittini, al anotar el penalti definitivo. El drama acabó con final feliz para el héroe que pedía el relato, y Argentina se llevó la copa de forma merecidísima. Fueron infinitamente mejores que los franceses que, salvo Mbappé, apenas hicieron acto de presencia en Doha. Decepcionante. No se sabe si Argentina, 1985 se llevará el Oscar, pero Argentina, 2022 ya tiene su mundial.

Cae el telón.

¿Quién ha escrito el guion de la gran final? Se pueden hacer algunas cábalas. ¿El gran Roberto Cossa, uno de los dramaturgos más grandes de la historia reciente argentina? O, quizá, Damián Szifron, autor del libreto de Relatos salvajes, pues el partido podría haber sido otro capítulo más de esa episódica película que ganó el Oscar. Tampoco hay que descartar al muy futbolero Eduardo Sacheri, guionista de El secreto de tus ojos, defensor del balompié como el gran asunto capaz de unir a un país que no tiene muchas dificultades en estar desunido.

Leo Messi Mundial de Qatar 2022 Kylian Mbappé
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