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La diminuta Croacia de Modric prueba que con talento se llega a una final del Mundial
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mandzukic marcó el gol de la victoria

La diminuta Croacia de Modric prueba que con talento se llega a una final del Mundial

Croacia ganó en la prórroga a una Inglaterra que tiene el doble de población solo en su capital. Los balcánicos disputarán la final del domingo contra Francia con la ilusión de quien nada puede perder

Foto: Los croatas celebran su pase a la fina. (Reuters)
Los croatas celebran su pase a la fina. (Reuters)

Mario Mandzukic marcó y se fue corriendo hacia la banda como un poseso. Llevaba una cara de felicidad de esas que solo tienen los que juegan finales de campeonato del mundo. Estaba Croacia, en ese instante, reventando los sueños de los que inventaron este deporte y este negocio. David contra Goliat, aunque es cierto que el Goliat inglés lleva toda la vida demostrando una escasa fiabilidad como gigante. Igualmente, el mérito para los croatas, encargados en ese momento de hacer caer a un país que tiene diez veces más población que el balcánico. Su capital, Londres, tiene el doble de gente que Croacia. En realidad, cualquier cálculo estadístico, poblacional, económico o geográfico es la comparación de un tanque con una hormiga.

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Pequeños, pero con un talento descomunal. Los balcánicos y el deporte, que igual juegan al tenis, al baloncesto o al waterpolo -los aficionados, de hecho, siempre van con gorro ajedrezado- que generan jugadores de fútbol de talento imposible. Inglaterra tiene la mejor liga, los mejores equipos, un músculo financiero casi infinito, pero no tiene a Luka Modric. Ni a Ivan Rakitic.

Efectivamente, está Harry Kane, pero él mismo es una definición de lo que son unos y otros. Tiene gol y define, es un buen jugador con los pies y en el juego aéreo. Un crack, si quieren. Tiene todo el cuerpo que le falta a Modric, enjuto, mínimo, pero colosal cuando pisa el césped. Su fútbol no está en los pies, o no solo ahí, sobre todo reside en su cabeza. No existe un pase que él no pueda imaginar y ejecutar a la perfección. Tantos años en el Madrid, quizá a la sombra mediática de otros, pero siendo fundamental porque forma parte de ese selecto club de futbolistas que convierte a sus compañeros en un equipo.

Foto: Mbappe, contra Bélgica. (Reuters)

Es cierto, para llegar a Moscú el equipo ajedrezado ha ido sobrepasando prórrogas, tantas como partidos ha tenido de eliminatoria. Y con dos tantas de penaltis, lo que supone una carga de fortuna añadida que no es en absoluto habitual en el deporte. Los caminos del fútbol son siempre inescrutables, este equipo tiene mucho talento, más del que uno podría imaginar en un país tan pequeño, pero tan cierto como eso es que llegar a la final ha sido gracias a un cúmulo de circunstancias algo estrambóticas.

La última vez que Inglaterra jugó unas semifinales del Mundial de fútbol fue en 1990, en Italia. El mundo era un lugar diferente, tan diferente que Croacia no existía, era parte de Yugoslavia, un país que estaba a punto de caer en una guerra que lo partiría en unos cuantos más, entre ellos la Republika Hrvatska, que así se llama en su idioma el pequeño país con forma de bumerán y religión católica, bañado por las aguas del Adriático.

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Soccer Football - World Cup - Semi Final - Croatia v England - Luzhniki Stadium, Moscow, Russia - July 11, 2018 Croatia's Ivan Rakitic and Luka Modric speak with referee Cunyet Cakir at half time REUTERS Christian Hartmann

De Suker a Modric

Ese lugar inexistente en aquellos tiempos ha logrado su mayor prodigio futbolístico, pero ya en 1998 fue semifinalista. Es decir, desde que existe ha conseguido más que Inglaterra, mucho más, aunque cualquier comparación entre ambos lugares suene exagerada. Aquel equipo histórico tenía a Suker, a Boban, a Prosinecki o a Jarni, jugadores que habían conocido Yugoslavia y en muchos casos habían sido campeones del mundo juveniles con ella. Tenían claro cuál era su lugar en el mundo y de donde venían.

Hoy Suker, la mayor estrella de aquel conjunto, es el presidente de la federación y ve como sus jugadores solo vivieron la guerra en la infancia. Croacia entró en la Unión Europea y se convirtió en uno país mucho más avanzado de lo que se veía a principios de los 90. Lo que no cambió es la cultura deportiva, porque allí es casi un pecado no tomarse el deporte en serio. La mentalidad ganadora balcánica, tan admirada, esa que llevaba a Drazen Petrovic ha tirar mil tiros en cada entrenamiento porque las medias tintas no valen, la victoria es la única bandera y no intentarlo hasta la extenuación es sinónimo de fracaso rotundo.

La mentalidad se une con el talento de un modo muy similar al que sucede en Uruguay, el caso previo más claro de éxito futbolístico desde una posición tan clara de desventaja demográfica. Porque incluso Holanda, que es el país más pequeño en meterse en una final de un Mundial, es más de cuatro veces más populosa que Croacia. Sorprende siempre que haya tantos uruguayos triunfando en el fútbol, como debe sorprender que los Croatas dominen el juego a nivel mundial. Y eso que tenemos sobradas referencias, porque Modric es emblema en el Madrid, no solo por su eterno talento, también por su personalidad. Rakitic, con su acento andaluz de prestado, es parte de la columna vertebral del Barcelona. Incluso Mandzukic, que no salió del Atlético de buenas, es un jugador talentoso y clave en un equipo de primer nivel como es la Juventus.

Tienen algunas carencias, por descontado, porque lo que es imposible es generar mucho más con menos. La ventaja que tienen, la mayor de todas, es que su mayor concentración de talento está en el lugar donde los equipos se hacen de verdad, el centro del campo. Falta un delantero goleador, hay defensas más duras y porteros más audaces. Pero en la zona donde se manda en los partidos están Rakitic, Modric, Perisic, a veces también Kovacic y Mandzukic, que se aburre de la punta y baja a hacer a su equipo algo mejor. La clave está en los conceptos colectivos y esta Croacia, en una versión remozada, es una heredera lógica de Alemania 2014 o España 2010, equipos que también vivían de un centro neurálgico capaz de controlar los encuentros.

A falta de plantilla extensa, porque no la tiene, necesita vivir de maximizar los pequeños momentos. Inglaterra tuvo opciones para ganar este partido, para sentenciarlo incluso antes del descanso. Había marcado un gol en los primeros diez minutos, de balón parado, como no. En este caso una falta tirada con maestría por Trippier. Hubo muchas más opciones de sentenciar, pero los croatas sobrevivían.

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Soccer Football - World Cup - Semi-Final - Croatia v England - Zagreb, Croatia - July 11, 2018. Croatia's fans watch the broadcast of the World Cup semi-final match between Croatia and England in the fan zone. REUTERS Antonio Bronic

La remontada balcánica

Cuando el cansancio se notó, el talento más puro tomó la escena. Las carreras que antes abundaban dejaron de suceder y el único que podía moverse rápido era ya el balón. Ahí la ventaja era para los pequeños, que han llegado a este punto con un asombroso momento físico. Los pequeños croatas llegaban a los últimos momentos con aliento, que después de baitr a Rusia y a Dinamarca por penaltis es algo muy notable.

Les faltaba, eso sí, el gol. Llegó en un centro, casi como si los balcánicos se hubiesen convertido de repente en ingleses amantes de las pelotas bombeadas. Perisic, muy listo, se adelantó a su marca, sacó la pierna como si fuese una espada, no sin riesgo, y batió a un Pickford que ha hecho un excelente torneo. Con eso compró media hora más, una prórroga en la que los exyugoslavos serían superiores. Inglaterra tuvo una buena ocasión al principio, pero fue un espejismo de lo que iba a pasar. El gol de Mandzukic, de nuevo adelantándose a su marca, certificó una victoria que es historia.

Los ingleses, que se las prometían muy felices durante buena parte del día, ya saben que esta vez tampoco. "It is not coming home", por más que lleven unas cuantas semanas dándole vueltas al concepto. Ganar un Mundial es algo muy duro, y quererlo con todo el alma no es suficiente. Esta vez no ha sido un fracaso, o no al menos uno como los muchos otros de anteriores, pero un buen papel es insuficiente cuando el sueño solo te tiene levantando la copa.

Foto: Neymar, en un partido de Champions contra el Real Madrid. (EFE)

Croacia estará en la final, en el mismo estadio de Luzhniki en el que han sellado su pase al último partido del campeonato. Un encuentro así, una final, se juega siempre con todo porque nunca en la vida te verás en una igual, pero si necesitan algún aliciente más, algo improbable, igual pueden recordar que hay una venganza pendiente con Francia. Fueron los galos los que, en 1998, cortaron las alas a los ajedrezados en semifinales, con dos cabezazos de Thuram. Serán favoritos los franceses, de plantilla larguísima y jugadores de todos los perfiles pero, en realidad, tampoco nadie esperaba que Croacia estuviese aquí y ya les ven, pensando en que pueden ganar cuando todos los demás ya están en casa viéndolo en televisión.

Un detalle más, sobre el Balón de Oro. Llevamos años de dictadura de Cristiano y Messi, quizá es un buen momento para cambiar la tendencia. Griezmann o Modric, dependiendo de quien se lleve el gato al agua. Quienquiera que sea, se acertará, el fútbol es un lugar mucho mejor gracias a ellos.

Mario Mandzukic marcó y se fue corriendo hacia la banda como un poseso. Llevaba una cara de felicidad de esas que solo tienen los que juegan finales de campeonato del mundo. Estaba Croacia, en ese instante, reventando los sueños de los que inventaron este deporte y este negocio. David contra Goliat, aunque es cierto que el Goliat inglés lleva toda la vida demostrando una escasa fiabilidad como gigante. Igualmente, el mérito para los croatas, encargados en ese momento de hacer caer a un país que tiene diez veces más población que el balcánico. Su capital, Londres, tiene el doble de gente que Croacia. En realidad, cualquier cálculo estadístico, poblacional, económico o geográfico es la comparación de un tanque con una hormiga.

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