Saúl, un entrenador de 22 años: "Los jugadores que piensan son los mejores"
Indiscutible en el Atlético de Madrid desde hace varios años, este centrocampista ilicitano quiere serlo también en la España de Lopetegui: "Soy muy competitivo, vengo a ganarme un puesto"
Lo que pasó el 9 de julio de 1994 en un estadio de Boston no se le olvidará jamás a millones de españoles. Mientras Luis Enrique sangraba a borbotones por el codazo de Tassotti, Saúl Ñíguez descansaba mansamente en la tripa de su madre como un feto todavía en formación. Todos sus recuerdos de ese Italia-España provienen de historias de abuelos cebolleta que ha oído a lo largo de su vida y de los vídeos que, como un buen 'millennial' que es habrá podido ver en YouTube. Y después de hablar con él, se aprecia al instante que sí, que sin duda lo ha visto, y más de una vez. A Saúl no le pega tener 22 años. Ha vivido ya tanto en el mundo del fútbol, incluido un gravísimo problema renal, que se le intuye una mente mucho más equilibrada de lo que marca su fecha de nacimiento.
Detrás de ese chavalín espigado y novato en la selección española hay un cerebro curtido y absorbente como una esponja seca. Julen Lopetegui lo llamó para jugar contra Italia en el Santiago Bernabéu. Pero para Saúl, la memoria de este clásico del fútbol europeo le asegura convencida que se le da bien al combinado nacional. Cómo no va a ser así, si con 13 años vio a Cesc Fàbregas marcar el penalti contra Buffon y con 17 celebraba la goleada en Kiev. En aquellos días de verano, Saúl estaba de vacaciones, pero jamás desenganchado de su vicio. "A mí el fútbol no me satura. En vacaciones me dicen que desconecte del fútbol, pero es que no puedo", dice a El Confidencial sentado en unas escaleras de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, donde se prepara enfrentarse por primera vez a Italia con los mayores, es decir, vivir en su carne por fin lo que es enfrentarse al equipo de peores recuerdos para este país.
"Tengo ganas, muchas, la verdad. En el partido de ida estaba en la lista, pero me caí por una lesión y ahora sí estoy aquí y estoy bien". Saúl forma parte del equipo español y tiene cierta lógica. No sería normal lo contrario, pues si es uno de los jugadores más importantes del Atlético de Madrid de Diego Simeone, su lugar en España es de obligado respeto. De ahí a participar con regularidad hay un camino muy largo por recorrer. No ha podido hacer lo que hace casi siempre de rojiblanco, es decir, marcar golazos y explotar como la estrella en ciernes, o completamente creada, según se vea, que es este ilicitano. "Es muy pronto, llevo muy pocas concentraciones con la Absoluta. Lo que tengo claro es que siempre que venga voy a intentar aprovechar mi momento, no vengo solo a disfrutar de la experiencia, sino que yo soy muy competitivo y vengo a ganarme un puesto, quiero ponérselo difícil a Julen", dice.
"Me gusta mezclarme con gente veterana porque de ellos se aprende y cuanto antes aprenda todo, mejor jugador voy a ser"
Y desde su punto de vista, para mejorar, hay que aprender a pensar mientras se juega. "Los jugadores que piensan son los mejores. Yo en mi equipo tengo un gran ejemplo, Tiago —Mendes, excompañero y ahora ayudante técnico en el Atlético—. Estoy convencido de que va a ser un grandísimo entrenador porque lo que él ve dentro del campo es muy difícil. Si consigue verlo desde dentro, desde fuera, que es más fácil, será espectacular. A mí me dirá: 'Saúl, ataca por ahí que encontrarás el gol', y sé que lo encontraré. Me gusta mezclarme con gente veterana porque de ellos se aprende y cuanto antes aprenda todo eso, mejor jugador voy a ser". La cuestión es obvia entonces: ¿es él de los que piensan? "Yo soy de los que intentan pensar, intento crecer, intento mejorar para cada vez pensar más y jugar más rápido", afirma.
Un niño veterano
Que Saúl estaba preparado para haberse asentado en la Absoluta hace tiempo es una evidencia. Titular en el Atlético desde 2014, no estuvo en la Eurocopa pasada, pero no supuso ningún drama para él, un golpe sí, pero no un motivo para hundirse en sí mismo. "Yo me quedé contento porque había hecho todo lo que podía, no podía hacer más", responde a la no inclusión en la lista definitiva por parte de Del Bosque. Ahora está ahí, entre los mayores por derecho propio, después de ser subcampeón de Europa sub-21 como líder del equipo de Celades en esa posición 'box to box' que tanto le gusta.
El técnico andorrano no 'dejó' a Lopetegui contar con Saúl antes de ahora, una vez fuera de su ciclo. Pero ya se siente uno más del primer equipo. "Me siento integrado porque los compañeros crean un ambiente fantástico. No es como en la sub-17, por ejemplo, que vienes con 15 años y te cuesta sentirte uno más". Pero aún no tiene esa relación tan cercana con sus compañeros como para saltar y dar un grito para corregir un detalle en la preparación o para aportar un punto de vista diferente. "Hay maneras de decirlo. Hay días que en el entrenamiento estás planteando una táctica y comentas algo y todos te escuchan, o al contrario, nadie te escucha y luego te das cuenta de que deberían haberte escuchado y piensas '¿ves? Era lo que yo te dije'. En el Atlético, donde tengo más confianza, si se me ocurre algo se lo comento al 'míster' si le parece bien".
"Mis horas de trabajo son dos o tres al día, después qué hago, ¿me paro? No puedo parar"
El pequeño de la saga Ñíguez tiene una mentalidad privilegiada alejada de los prototipos de los futbolistas de su edad, que suelen afrontar el fútbol solo como una diversión y una manera de ganar mucho dinero. Saúl piensa diferente. Esto es su profesión, no solo su pasión. "Al final tengo que pensar en todo, no quiero solo tener en la cabeza jugar y vivir. Mis horas de trabajo son dos o tres al día, después qué hago, ¿me paro? No, no puedo parar. El otro día, hablando con Tiago, nos descargamos una aplicación de fútbol y con ella tratas de pensar en el partido que vas a jugar. Por ejemplo, jugamos contra Italia, pues pruebas el sistema y empiezas a pensar cómo tenemos que atacar. Y lo que hago fuera del fútbol lo hago para crecer no solo futbolísticamente, sino también como persona y eso no tiene que ver con la edad. Cuando tenga 35 años voy a seguir queriendo crecer y eso me va a hacer mejorar". Así habla un chaval nacido en noviembre de 1994.
Su futuro lo visualiza con claridad. No importa que el fútbol, si no hay ninguna fuerza externa que le obligue a parar antes, se le vaya a acabar dentro de unos doce años, puede que quince. La jubilación dorada no la contempla, ni de broma va a quedarse sentado en su casa a gastarse cada uno de los millones que vaya a ingresar de aquí a entonces, que no serán pocos. Quiere ser entrenador. "Estoy sacándome el nivel 3 de entrenador, ya tengo el nivel 2, del que tengo que hacer ahora las prácticas y tengo que compaginarlo. Quiero hacer también un curso de director deportivo. No puedo pensar solo en el ahora, sino también en el día de mañana. No quiero estar parado y viviendo solo de lo que he trabajado anteriormente. Si puedo vivir del fútbol, bien, si no tengo unas ideas pensadas para el día de mañana trabajar".
Lo que pasó el 9 de julio de 1994 en un estadio de Boston no se le olvidará jamás a millones de españoles. Mientras Luis Enrique sangraba a borbotones por el codazo de Tassotti, Saúl Ñíguez descansaba mansamente en la tripa de su madre como un feto todavía en formación. Todos sus recuerdos de ese Italia-España provienen de historias de abuelos cebolleta que ha oído a lo largo de su vida y de los vídeos que, como un buen 'millennial' que es habrá podido ver en YouTube. Y después de hablar con él, se aprecia al instante que sí, que sin duda lo ha visto, y más de una vez. A Saúl no le pega tener 22 años. Ha vivido ya tanto en el mundo del fútbol, incluido un gravísimo problema renal, que se le intuye una mente mucho más equilibrada de lo que marca su fecha de nacimiento.