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Llega el día en el que Leo Messi tiene que demostrar que es uno de los cinco grandes
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toda su vida ha soñado con esta final

Llega el día en el que Leo Messi tiene que demostrar que es uno de los cinco grandes

Llegó el día. Ese momento que todo futbolista, desde que cogió una pelota de reglamento por primera vez ha soñado con que se haga realidad una

Foto: Para llegar al nivel de Maradona, Messi tiene que ganar su Mundial (Reuters).
Para llegar al nivel de Maradona, Messi tiene que ganar su Mundial (Reuters).

Llegó el día. Ese momento que todo futbolista, desde que cogió una pelota de reglamento por primera vez ha soñado con que se haga realidad una y otra vez, una y otra vez, hasta que un día, pongamos por comodidad el 13 de julio de 2014, el deseo se convierte en un hecho palpable, real como la vida misma, como el deseo que inspira al jugador en los mejores momentos, en los peores, en toda su carrera. Cualquiera de esos deportistas que sueñan con ganar la mejor competición del planeta tiene ese trofeo en la mente constantemente. Pero hay uno que incluso supera esa voluntad de triunfo del resto, porque él necesita no sólo jugar en el equipo campeón, sino que el camino del destino le lleva hasta allí, a la cima del mundo y de la historia. Pero para ello, Messi tiene que levantar la Copa.

Nadie en toda la competición que se inició hace ya un largo mes ha querido este Mundial como lo ha querido Lionel Messi. Ninguno, además, lo ha necesitado tanto como lo necesita el azulgrana. Lo necesita como el aire que respira, porque será la única forma llamar a la puerta del Olimpo futbolístico y, una vez muestre la Copa, le dejen pasar. El que le permitiría traspasar ese umbral es un paisano suyo, el que es para muchos el mejor de la historia. Maradona entró en ese suculento club de los mejores futbolistas jamás nacidos después de dar esa asistencia imborrable a Burruchaga en el Azteca y ganar, minutos después, el segundo Mundial argentino. Eso es precisamente lo que necesita Messi: emular a Maradona ganando el título.

Pero a diferencia de su ídolo y de la mayoría de argentinos vivientes, Leo Messi todavía no ha tenido una actuación en este Mundial que vaya a pasar a la historia del fútbol. No ha habido una carrera en la que tras su estela cayeran innumerables rivales para acabar clasificando a Argentina para semifinales. Por no haber, no ha habido ni una mano providencial que abriera el camino de una victoria. De hecho, ni siquiera Messi ha marcado un gol que clasificara a su equipo en ninguna de las rondas eliminatorias. Sus cuatro tantos en Brasil los anotó en la fase de grupos ante Bosnia, Irán y Nigeria. Su actuación más relevante desde que pasaron la primera ronda fue en octavos de final, con la asistencia que sirvió para que Di María derribase a Suiza.

Por eso necesita tanto Messi esta final. Será el momento en el que el mundo espere que sus grandes virtudes vuelvan a salir a la luz después de mucho tiempo sin brillar en plenitud, como el limitado brillo del sol en un eclipse sin fin aparente. Ese momento culminante puede que llegue contra Alemania y que Messi anote un gol de brillante factura que dé la Copa a su país 28 años después. De lo contrario, la Albiceleste tendrá menos opciones de ganar. Incluso puede que Argentina gane y sea campeona del mundo los próximos cuatro años, pero ¿habrá sido el Mundial que encumbre a Messi?

Para estos días tan trascendentales, Messi lleva meses preparándose, por no decir toda su vida. Leo se marchó a Argentina para recuperarse de la lesión en el bíceps femoral de la pierna izquierda que venía arrastrando desde el Paris Saint-Germain-Barça de la Champions League 2012-13 y que se acentuó definitivamente el 10 de noviembre de 2013 en el estadio Benito Villamarín de Sevilla. Fue entonces cuando Messi se dio cuenta de que esa lesión no era cualquier cosa, sino que podía hacer que su carrera se fuera al traste y, con ello, el Mundial de Brasil. Messi decidió empezar a recuperarse para volver al mejor nivel posible, pero no con vistas a la competición con el Barcelona, sino con su selección.

Más de un mes pasó en su casa, en Rosario, acompañado de Luis García, un quinesiólogo de plena confianza del Barça y del propio jugador, con el que trabajó sus movimientos para no tener que forzar en demasía ese bíceps femoral zurdo. García lo acompañó desde el momento de la lesión hasta incluso después, en Barcelona, aunque el club lo quisiera mantener en secreto durante semanas. El 2 de enero, Leo se incorporó a los entrenamientos del Tata Martino con el objetivo de ponerse a punto para el Mundial. Toda la preparación del argentino se ha encaminado hacia eso. Esos partidos en los que corría poco más que José Manuel Pinto, Messi pensaba en Brasil, en Maracaná.

Pero a pesar de esa pretemporada particular que ha hecho el rosarino desde noviembre, su tono físico sigue sin ser ni siquiera similar al que lo hizo marcar 91 goles en 2012. Nunca se ha mostrado todo lo determinante que ha sido durante su carrera en el Barcelona. Messi sigue sin romper un partido con una carrera, un eslalon inalcanzable para un mortal. Y Messi lo necesita ahora más que nunca; él lo necesita, y su selección también. Argentina quiere creer en él, quiere pensar que es la reencarnación de Maradona, pero desde hace años dudan si confiar en él. Su temprana marcha a Cataluña ha llevado a muchos a pensar que ni siquiera se merecía vestir la Albiceleste. Leo está ahora ante su mejor oportunidad (puede que única) de demostrar que sí, que él es uno de los cinco grandes.

Llegó el día. Ese momento que todo futbolista, desde que cogió una pelota de reglamento por primera vez ha soñado con que se haga realidad una y otra vez, una y otra vez, hasta que un día, pongamos por comodidad el 13 de julio de 2014, el deseo se convierte en un hecho palpable, real como la vida misma, como el deseo que inspira al jugador en los mejores momentos, en los peores, en toda su carrera. Cualquiera de esos deportistas que sueñan con ganar la mejor competición del planeta tiene ese trofeo en la mente constantemente. Pero hay uno que incluso supera esa voluntad de triunfo del resto, porque él necesita no sólo jugar en el equipo campeón, sino que el camino del destino le lleva hasta allí, a la cima del mundo y de la historia. Pero para ello, Messi tiene que levantar la Copa.

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