Tenemos que hablar de Tchouaméni: un agujero en la zaga que Ancelotti continúa defendiendo
El francés, ubicado como central en los últimos meses, sigue dejando de dudas de que esa sea su ubicación ideal, especialmente tras lo sucedido en la final de la Supercopa de España
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El Real Madrid sufrió una nueva humillación por parte del Barcelona en la final de la Supercopa de España (2-5), en un partido donde el conjunto culé se convirtió en campeón después de aplastar a un rival que no tuvo los resortes necesarios para afrontar un partido tan importante. Muchos fallos y errores inexplicables se acumularon a lo largo de los 90 minutos, pero buena parte de ellos personalizados en un mismo jugador: Aurélien Tchouaméni.
El francés volvió a vivir un partido para el olvido, donde quedó señalado en varios de los goles azulgranas por su falta de contundencia, inexperiencia en la posición de central y falta de rendimiento para jugar en todo un Real Madrid como titular indiscutible. La plaga de bajas, la falta de confianza de Carlo Ancelotti en el resto de compañeros y la fe que le tiene al francés fueron el cóctel perfecto para un nuevo desastre ante el eterno rival, encarnado en el galo.
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Y es que, a pesar de colocarse por delante en el marcador, el Madrid sufrió lo indecible para contener al Barça. De hecho, no supo defender en ningún momento los peligros azulgranas y, fruto de esa falta de contundencia, llegó el baile del equipo de Hansi Flick. Ya antes del gol de Kylian Mbappé, Thibaut Courtois había salvado a su equipo en varias ocasiones, pero el cántaro siguió llegando a la fuente hasta que se rompió de manera irremediable.
El partido de Tchouaméni fue para olvidar, de esos que puede llegar a marcar a un jugador si el entrenador tiene los galones suficientes para cambiar jerarquías dentro del equipo. El francés apareció en la fotografía de casi todos los goles, superando en velocidad, equilibrio, posición e, incluso, en el juego aéreo, precisamente la principal razón que esgrime Ancelotti para ubicarlo como central. El Barça le buscó constantemente y siempre con éxito.
En el primer gol azulgrana, las facilidades de Lamine Yamal para llegar al corazón del área blanca no pudieron ser mayores. Tchouaméni no solo no le encimó, sino que se autoexcluyó de la jugada borrándose de la acción defensiva sin que, siquiera, el internacional español hiciera un regate para deshacerse de él. Sumado al grosero error de concepto en el penalti de Eduardo Camavinga, golpeando a un Gavi que se iba hacia fuera del área sin peligro, pronto el Barça daba la vuelta al marcador.
De nuevo en el tercer gol apareció la falta de pericia de Tchoauméni. En un balón colgado al área de Jules Koundé desde más de 35 metros, el francés fue incapaz de leer que un futbolista como Raphinha podía entrar a su espalda. Sin entender la caída del balón ni la ayuda que necesitaba Lucas Vázquez, el central se paró en seco, confiándolo todo en que un jugador que tampoco es lateral derecho cerrara la jugada. El tercer gol era el golpe definitivo para el Madrid.
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Solo unos minutos más tarde, en otro descalabro más habitual de juveniles que del equipo más laureado de Europa, el Barcelona sentenciaba el partido en una contra. Pero aún quedaba un nuevo desastre para Tchouaméni pues, nada más comenzar el segundo periodo, de nuevo estaba fuera de posición y, en una nueva contra, Raphinha volvía a desnudar la falta de velocidad del madridista, que solo pudo perseguir a una sombra durante 45 metros.
A pesar de que Rodrygo recortó distancias, poco o nada pudieron hacer los blancos para dar la vuelta al marcador más que contener la herida y evitar que fuera más profunda. Y Tchoauméni quedó una vez más en evidencia. No es culpa suya jugar fuera de posición y sí de un entrenador que sigue confiando ciegamente en él en una demarcación que no es la suya. Pero, mientras tanto, el que se desangra es el Madrid, más endeble en defensa que nunca.
El Real Madrid sufrió una nueva humillación por parte del Barcelona en la final de la Supercopa de España (2-5), en un partido donde el conjunto culé se convirtió en campeón después de aplastar a un rival que no tuvo los resortes necesarios para afrontar un partido tan importante. Muchos fallos y errores inexplicables se acumularon a lo largo de los 90 minutos, pero buena parte de ellos personalizados en un mismo jugador: Aurélien Tchouaméni.