El milagro de Baraja y sus muchachos: salvar la cara de un Valencia abandonado por Peter Lim
El técnico del Valencia convierte en proyectos de estrellas a jóvenes desconocidos procedentes de la cantera y da estabilidad a un club desatendido por el dueño
El diagnóstico, al final del verano, era casi unánime: el entrenador, Rubén Baraja, disponía de la peor plantilla de la historia del Valencia CF, después de que el dueño, Peter Lim, hubiera vendido o regalado a los mejores futbolistas desde 2019 y apenas hubiese invertido en refuerzos. La realidad, tras 12 jornadas, es otra. El técnico ha convertido a jóvenes desconocidos en proyectos de estrellas y el equipo se ha revelado como un hueso para los rivales.
Los datos explican que el Valencia es el equipo que menos remates recibe de la Liga (107), menos incluso que el Barça (128) y el Atlético (132); además de ser el conjunto con más duelos ganados uno contra uno sobre la posesión del balón. Baraja ha sido, sobre todo, un educador. Ha multiplicado el talento de jóvenes de la cantera que ni siquiera eran internacionales en las categorías inferiores de la Selección española.
Forzado por las debilidades del plantel, la desinversión del dueño y la amenaza del descenso, el preparador vallisoletano apostó al final de la pasada campaña por tres chicos de la casa que le salvaron los muebles: el mediocentro Javi Guerra (20 años), el atacante Diego López (21) y el delantero Alberto Marí (22, ahora lesionado). A los dos primeros se han unido este curso el extremo Fran Pérez (21) y el defensa central Mosquera (21).
Los técnicos están convencidos de que, entre los chavales, hay tres figuras en ciernes: Javi Guerra, Mosquera y Yarek. "Valdrán 50 millones en unos años", apuntan. El primero es el más exuberante. Guerra destaca en la conducción de balón superando líneas, es intuitivo en segundos balones y golpea con potencia y colocación desde el balcón del área, aseguran los técnicos. Tiene la elegancia de Kaká. Debe mejorar en varios aspectos: jugar más fácil, no perder tantas posesiones y juntarse más con su pareja de baile, Pepelu.
El segundo, Mosquera, de padres colombianos, es el "mejor central de España de su edad", aunque no ha sido convocado todavía en las categorías inferiores. Es muy rápido, se anticipa y resulta atrevido con la pelota. Llevaba sin jugar casi dos años y la lesión de Diakhaby lo ha convertido en titular en los últimos partidos (estuvo perfecto contra el Mallorca).
En cuanto al tercero, Yarek, español de origen polaco, es un central zurdo, este sí considerado una joya en todas las selecciones inferiores de España. Sin Diakhaby, ya es el tercer central por delante de Cenk, un zaguero turco por quien Lim pagó, para sorpresa de todos, cinco millones al Olympique de Lyon. El joven que más ha crecido desde el verano es Fran Pérez, hijo del exvalencianista Rufete.
Fran estuvo a punto de irse cedido al Elche, pero, ante la falta de fichajes, empezó a participar y a ganar confianza. Fue convocado por Santi Denia para la sub 21 y marcó desde fuera del área un golazo ante Kazajistán. Extremo de toda la vida, es un jugador de todo o nada, repite esfuerzos a alta intensidad, aunque le falta elegir mejor los desmarques.
Por último, el asturiano Diego López es otro tipo de volante: ataca muy bien el espacio y siempre disfruta de ocasiones. Tiene gol. El crecimiento de todos ellos no es lineal porque están experimentando cambios muy importantes en sus vidas, también desde el punto de vista emocional, y su rendimiento fluctuará (un error de Mosquera en Mallorca le costó al Valencia el empate).
Baraja emula a Rafa Benítez
Hijo futbolístico de Rafa Benítez, Baraja ha logrado un equipo muy ordenado y que corre que se las pela. Defiende mucho más arriba que en la temporada pasada: los laterales no se hunden, sino que saltan a la presión junto a los extremos. La consecuencia es recibir muchos menos centros. El ajuste corresponde al central del lado del balón. En los últimos 20 metros, ya es el mediocentro quien ajusta con los dos centrales.
Y luego, el Valencia es valiente y agresivo para ir a por el contrario a campo rival y no se dedica a flotar. En ese trabajo defensivo, nadie absorbe mejor las ideas de Baraja que el mediocentro Pepelu, fichado del Levante UD por cinco millones el pasado verano. Es el ancla: ayuda a todos, se desplaza rápido y se encarga de las faltas y de los penaltis. Las mayores carencias están en el ataque.
Baraja pidió a Rafa Mir en verano, pero le trajeron al desenfocado Yaremchuk, que apenas juega. Lo ha compensado con un arranque notable de Hugo Duro (cinco goles) después de su pésima campaña anterior (un solo tanto). Hugo Duro es agresivo y disfruta con las refriegas con los contrarios, como se vio ante el Granada. Mestalla se frota los ojos porque no esperaba estar a estas alturas en una posición tan desahogada (octavo, 15 goles a favor y 13 en contra) antes de visitar este sábado al Real Madrid.
Mientras Lim sigue sin dar el paso definitivo para acabar el campo nuevo, a medio construir desde 2009, y pese al apoyo del Ayuntamiento, que quiere ser sede del Mundial de 2030, el viejo y centenario Mestalla presenta una media de 45.000 espectadores, mientras el número de abonados (38.500) ha aumentado en 2.000 respecto al curso pasado. El público ya no acude a Mestalla a sufrir, sino a disfrutar de la evolución de la muchachada de Baraja.
El diagnóstico, al final del verano, era casi unánime: el entrenador, Rubén Baraja, disponía de la peor plantilla de la historia del Valencia CF, después de que el dueño, Peter Lim, hubiera vendido o regalado a los mejores futbolistas desde 2019 y apenas hubiese invertido en refuerzos. La realidad, tras 12 jornadas, es otra. El técnico ha convertido a jóvenes desconocidos en proyectos de estrellas y el equipo se ha revelado como un hueso para los rivales.
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